Rescate a Grecia

Grecia se lo juega todo en la cumbre de Riga

El ministro de Finanzas griego, Yanis Varufakis, en una rueda de prensa tras la reunión de los ministros de Economía y Finanzas de la Unión Europea en Bruselas
El ministro de Finanzas griego, Yanis Varufakis, en una rueda de prensa tras la reunión de los ministros de Economía y Finanzas de la Unión Europea en Bruselaslarazon

El Gobierno de Tsipras debe desembolsar cerca de 10.000 millones de euros en pagos al BCE y al FMI hasta agosto.

Como señala Nicolás Maquiavelo en su libro «El Príncipe», el bienestar del Estado depende de que el gobernante aprenda a «utilizar el mal para lograr el bien». Esto es, que el «príncipe» debe realizar los engaños e intrigas que sean necesarias para no caer en la trampa de sus rivales. Esa formulación impulsó la realpolitik –paradójicamente un término alemán– que da nombre a la política basada en intereses prácticos y acciones concretas, sin atender a la teoría como elemento «formador de políticas». El primer ministro griego, Alexis Tsipras, ha apelado siempre a esa realpolitik como el único camino para alcanzar un «gran» acuerdo, al estilo del New Deal, redimensionado por la urgente situación de las finanzas helenas. Grecia debe hacer frente al pago de unos 21.000 millones en devoluciones de préstamos y vencimientos de Letras del Tesoro. Un calvario que ha disparado el riesgo a un impago, o quiebra del país.

Sólo el próximo mes, el Gobierno griego tendrá que desembolsar más de 1.500 millones de euros al FMI, con el primer pago de 305 millones fechado para el 5 de junio. Ese mismo mes deberá refinanciar, como ha hecho hasta ahora, bonos a tres y seis meses por valor de 5.200 millones de euros. A esos compromisos de deuda se suman los gastos domésticos (salarios, pensiones y seguridad social) que ascienden mensualmente a los 1.600 millones. No obstante, todos los analistas coinciden en que el mes clave será julio, cuando Atenas deba abonar cerca de 4.200 millones de euros por vencimientos de bonos e intereses al Banco Central Europeo (BCE). Asimismo, en agosto están previstos varios pagos a la entidad presidida por Mario Draghi, que alcanzan los 3.400 millones.

En total, entre julio y agosto Grecia deberá desembolsar al BCE unos 7.600 millones de euros, y otros 678 millones al FMI. Como admitió el propio ministro de Finanzas griego, Yanis Varufakis, los pagos a la banca europea «están en una liga diferente», mientras que con el Fondo –el socio menor, que posee un reducido 10% del total de la deuda helena–, Atenas pretende apartarlo de un más que probable tercer rescate de 50.000 millones de euros.

Hasta ahora el Gobierno izquierdista ha actuado a salto de mata para cumplir con sus obligaciones de deuda. En lo que va de año han abonado más de 4.000 millones de euros en devoluciones de préstamos a la entidad presidida por Christine Lagarde. Sin embargo, el Tourmalet al que se enfrenta el Ejecutivo heleno para sortear el default adquirirá una pendiente insalvable a partir de julio. Por ese motivo, como han reiterado varios representantes de Bruselas, la fecha límite para alcanzar un acuerdo se sitúa a finales de junio, cuando expira la prórroga de cuatro meses del rescate concedida a Grecia el 20 de febrero. Esa extensión preveía el desembolso de los 7.200 millones pendientes del último tramo del rescate. Los acreedores, sin embargo, se han negado a entregar dicha cantidad hasta que el Gobierno griego presente una lista detallada de reformas y «empiece a aplicar esas medidas», como señalaron varios dirigentes en el último Eurogrupo.

Por su parte, Atenas considera que los trabajos técnicos han concluido y que el acuerdo depende de la voluntad política de los socios. Tras celebrar tres consejos de ministros en cuatro días, el Ejecutivo de Syriza apuntaló esta semana sus «líneas rojas» (recorte de salarios y pensiones, y liberalización del despido), aludiendo a que la parte helena ha realizado ya grandes concesiones. Entre otras, continuar con los procesos de privatización o la subida del IVA, según indican los medios locales.

La incertidumbre política generada por el retraso en las negociaciones ha pasado factura al país. La economía griega se contrajo un 0,2% en el primer trimestre del año, según datos publicados por la oficina helena de estadísticas (Elstat). Grecia ya registró porcentajes negativos en el último trimestre de 2014 cuando cayó un 0,4% respecto al anterior. Los esfuerzos del Gobierno griego por reducir el gasto social y aumentar la recaudación fiscal le permitieron registrar un superávit presupuestario primario de 2.160 millones de euros en los cuatro primeros meses del año, según datos del Ministerio de Finanzas, que no coinciden con los cálculos que manejan los acreedores.

No obstante, esos ingresos siguen siendo insuficientes para sanear las arcas públicas y sacar a Grecia del agujero. Por eso el país necesita un acuerdo «en dos semanas», como reconoció Varufakis, para atajar los acuciantes problemas de liquidez. Ante esa urgencia, Tsipras ha abandonado la actitud desafiante del «príncipe», con la que insinuó la posibilidad de convocar un referéndum o aireó la tesitura de pagar salarios y pensiones en lugar de la deuda, y ha girado hacia la vertiente «realista» de la realpolitik –no tener problemas para ceder en algunos de tus principios si es necesario– con el objetivo de alcanzar un acuerdo «honorable y de mutuo beneficio».

En esa línea, el primer ministro griego ha depositado todas sus esperanzas en convencer a los socios en la próxima Eurocumbre que tendrá lugar este jueves y viernes en Riga y reunirá a los máximos mandatarios de la eurozona. Tsipras mantiene contacto telefónico constante con varios de sus colegas europeos para preparar esa cita. Para Atenas ya está todo sobre la mesa. Grecia se lo juega todo a una carta.