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Energía

Hielo inflamable: ¿la energía del futuro?

Entre 2002 y 2017, el gobierno nipón invirtió 1.000 millones de dólares

Hielo inflamable: ¿la energía del futuro? larazon

Tras el milagro económico experimentado con el fin de la Segunda Guerra Mundial, Japón se ha afianzado –pese a los problemas que la lastran desde los años noventa– como la tercera economía mundial. Pero para un país que no cuenta con carbón, petróleo o gas natural y cuya apuesta por las nucleares dio un vuelco tras el desastre de la central de Fukushima en 2011, mantener esa posición no sale nada barato. Obligados a importar el 90% de la energía que consumen, tan sólo en 2016, Tokio se gastó 28.900 millones de dólares en gas licuado, una pesada factura que el país trata de aliviar buscando fuentes alternativas con las que alimentar su crecimiento.

De entre todas ellas, una de las más innovadoras es su apuesta por conseguir extraer de manera estable del fondo marino el conocido como «hielo combustible», un recurso que abunda en las aguas oceánicas niponas y es considerado por algunos como el mejor sustituto del petróleo y el gas natural en el futuro. Por ello, el país no ha cejado en su empeño por dar con la tecnología necesaria para garantizar una extracción rentable y a largo plazo de un recurso que podría remodelar la industria energética mundial, aunque el camino a recorrer se adivina largo todavía. Los hidratos de metano –también conocidos como hidratos de gas, clatrato de metano, hielo de metano o hielo combustible– son un recurso natural formado por una mezcla de agua y gas similar a un trozo de hielo que, al contacto con una llama, arde como el etanol sólido. Su composición es estable a baja temperatura y altas presiones, precisamente las condiciones que se dan en la tundra o los fondos marinos, y diferentes servicios geológicos y energéticos internacionales estiman que sus reservas mundiales igualan o superan a la combinación del resto de combustibles fósiles conocidos. Además, este hidrocarburo tiene una intensidad energética muy superior al gas natural convencional, por lo que un metro cúbico de este «oro submarino» equivale a 164 metros cúbicos de gas metano.

Cómo extraerlo

Pese a su atractivo, los expertos no han resuelto el problema de cómo extraerlos de manera segura, sin efectos nocivos incontrolados para el medioambiente y con unos costes que permitan su comercialización rentable. «Actualmente, no es una alternativa a nivel industrial», corrobora a este diario Daniel Lacalle, profesor de Economía Global y Finanzas y gestor de fondos de inversión. «Aun así, es una opción interesante, aunque no creo que vaya a ser tan eficiente y efectiva como, por ejemplo, el fraking. Se necesitaría de un salto técnico y tecnológico muy importante. Pero como siempre digo, ‘‘nunca apuestes contra el ingenio humano’’», añade.

Mientras, Japón sigue intentándolo. Según datos del Ministerio de Energía, Comercio e Industria, entre 2002 y 2017, el Gobierno nipón invirtió unos 1.000 millones de dólares en investigación y desarrollo de este campo. Para ello, se han centrado en la fosa submarina de Nankai, una depresión de 50 kilómetros localizada en la costa central de Japón en la que se estima que existen reservas de hidratos de gas suficientes para cubrir las necesidades del archipiélago durante más de una década.

En 2013, un grupo de investigación que reunía a expertos de la industria, científicos y legisladores realizó la primera prueba de extracción de hielo combustible. Para obtener el gas, los ingenieros optaron por la despresurización como vía para fundir el hidrato y separar el agua del gas -que posteriormente era extraído hacia la superficie-, un método más económico que el de la inyección de fluidos calientes o vapores para descongelar el agua y liberar el metano.

Aunque se convirtieron en el primer equipo del mundo en extraer gas natural de las reservas de hidratos de metano submarinas, el ensayo finalizó a los pocos días después de que la arena entrara en el conducto que servía para extraer el hidrocarburo. El equipo trabajó por solventar este problema recubriendo las tuberías con un polímero especial y en abril de 2017 realizó su segundo intento. «Extrajimos 235.000 metros cúbicos de gas, pero todavía no hemos encontrado una solución fiable para el problema de la arena», comentó al finalizar el líder de la investigación, el doctor Koji Yamamoto.

Como no podía ser de otra forma, Japón no es la única que tiene un ojo puesto en la prometedora fuente de energía. Hasta la fecha, Estados Unidos también ha sido capaz de extraer gas natural de los hidratos encerrados bajo la tundra congelada de la vertiente norte de Alaska, pero con su actual producción de gas de esquisto barato no tiene tantos incentivos para invertir al por mayor en investigación. Otras naciones como Corea del Sur, Australia o Canadá también están interesadas en lograr avances, aunque China, el mayor consumidor de energía del mundo, va un paso por delante de todas ellas.

Así, fue en mayo del año pasado cuando los medios estatales chinos anunciaron a bombo y platillo el éxito de un proyecto desarrollado en las aguas del Mar de China Meridional, donde habían sido capaces de retirar una media de 16.000 metros cúbicos de gas al día durante siete jornadas consecutivas. Según el ministro de Tierras y Recursos chino, Jian Daming, esto supuso «un gran avance que podría conducir a una revolución energética mundial».

Sin embargo, también hay expertos que apuntan a la posibilidad de que este recurso nunca pueda ser extraído de forma masiva, algo acentuado por los peligros que su extracción conlleva, tales como explosiones o fuegos descontrolados. «El mayor riesgo que existe es que la extracción produzca una reacción en cadena de desestabilización de todo el fondo marino. Esto podría generar una emisión masiva de metano a la atmósfera con el consiguiente riesgo de efecto invernadero (el metano es 84 veces más nocivo que el CO2)», apunta a este periódico Luis Somoza, geólogo marino e investigador del Instituto Geológico y Minero de España (IGME). «Por eso, si la extracción de hidratos de metano se realiza algún día, debería ser de carácter “quirúrgico” y de ninguna manera extensiva».

Además, aunque es más limpio que el carbón o el petróleo, este gas sigue siendo un combustible fósil que produce dióxido de carbono cuando se somete a combustión. Asimismo, a algunos ecologistas les preocupa que una nueva fuente de gas abundante y barato pueda frenar el desarrollo de las renovables, aunque no todos creen que sea una amenaza. «Dudo que esto suceda, porque una vez que los depósitos de hidrato de metano fáciles de “cosechar” desaparezcan, los costos se multiplican y deja de ser rentable. Esto no sucede, por ejemplo, con la energía eólica o la solar, que son renovables y cuyos costes están disminuyendo», señala Kevin Trenberth, científico del Centro Nacional de Investigación Atmosférica estadounidense, a LA RAZÓN.

Sobre su futuro a corto plazo, Japón es la única que tiene como objetivo lanzar la producción comercial privada de hidratos de metano entre 2023 y 2027, aunque sus propios funcionarios ya han señalado que esta meta seguirá siendo todo un desafío dados los muchos obstáculos que quedan por vencer. Otros se muestran más conservadores y extienden este periodo varios lustros por delante. «Necesitaremos entre 10 y 30 años para mejorar la tecnología e investigar más antes de poder explotarlo comercialmente y usarlo como reemplazo de los combustibles fósiles tradicionales», aventura el experto de la Universidad de Xiamen, Lin Boqiang, al diario chino Global Times.

En España

Luis Somoza, geólogo marino e investigador del IGME, asegura que España –junto a otros países–, ha obtenido muestras de hidratos de metano del fondo submarino del Golfo de Cádiz y el mar de Alborán y que su institución está estudiando los hidratos de metano en la Antártida con fines científicos, ya que son un «termómetro» del potencial calentamiento de las aguas antárticas . Pero, aclara, «en España no hay legislación para explotar gases hidratados y no se ha concedido ninguna licencia de exploración». Aún así, cree que las autoridades deberían invertir en proyectos de I+D relacionados con estos hidratos, al igual que hacen otras naciones vecinas como Reino Unido, Noruega o Alemania, que cuentan con institutos especializados en el estudio de este recurso.

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