Aerolíneas

IAG abre la puerta a comprar la portuguesa TAP

Luis Gallego asegura que analizarán si tiene sentido para el grupo de Iberia, aunque añade que están centrados en Air Europa

Uno de los aviones de la aerolínea TAP
Uno de los aviones de la aerolínea TAPlarazon

TAP está sobre la mesa de IAG. No es el primer plato, pero está en el menú. Así lo reconoció ayer Luis Gallego, presidente del "holding" de aerolíneas en el que están integradas Iberia, British Airways, Vueling, Level y Aer Lingus. En un foro empresarial organizado por el diario "Expansión", Gallego afirmó que IAG analizará el proceso de venta de la aerolínea portuguesa, que el Gobierno luso abrirá a partir de junio, y verá si tiene sentido para el grupo hispano-británico.

Hasta ahora, desde IAG siempre se había deslizado el mensaje de que TAP no estaba en su punto de mira y que sus esfuerzos estaban centrados en cerrar la compra de Air Europa. Y aunque es cierto que, como reiteró Gallego, esa sigue siendo su prioridad -el "holding" ha presentado el acuerdo con la aerolínea de Globalia a la Comisión Europea para conseguir su aprobación y concluir la compra-, ahora el discurso ha cambiado con respecto a TAP y no ha cerrado la puerta a una posible compra. En febrero pasado, tras presentar los resultados de 2022, el primer directivo de IAG no fue más allá de asegurar que el conglomerado es una "plataforma de consolidación que siempre está viendo oportunidades" que le puedan hacer más fuerte y que "no descarta otras opciones que puedan reforzar el 'hub' de Barajas", aunque no habló en ningún momento de TAP.

La incorporación de la aerolínea portuguesa el grupo hispano-británico tendría todo el sentido del mundo a ojos de uno de sus principales competidores, Ryanair. «TAP parece el complemento perfecto para IAG. Iberia es muy fuerte de cara a Latinoamérica y TAP lo es en el largo radio hacia Brasil, por lo que parece el complemento perfecto. Que TAP acabara en manos de Lufthansa o Air France-KLM lo que haría sería desviar muchos vuelos hacia Fráncfort o París. Lo que tiene más sentido es que se quede en la Península Ibérica», explicaba hace un par de meses su consejero delegado, Eddie Wilson, a este periódico.

Reticencia portuguesa

Desde Portugal no tienen tan claro, sin embargo, que la integración de su aerolínea en IAG sea tan buena idea. El pasado mes de febrero, su ministro de Economía, António Costa Silva, aseguró que “no parece una buena solución” debido a la proximidad de los hubs de Madrid y Lisboa. El temor luso es que, tras la operación, el aeropuerto lisboeta perdiera frecuencias y su conectividad se debilitase.

Sea a IAG, Lufthansa o Air France-KLM, que parecen sus principales pretendientes, la intención de Portugal es vender TAP, que se ha convertido en una auténtica jaula de grillos. La compañía está ahora mismo bajo la tutela del Estado portugués después de que su Ejecutivo, para mitigar los efectos de la pandemia, ampliase su presencia en el capital de la compañía y aprobase ayudas millonarias al considerarla “estratégica” para el país. En total, la Comisión Europea dio luz verde a diferentes ayudas estatales que rondan los 3.200 millones de euros, a cambio de un plan de reestructuración, lo que ha dado al Estado luso la propiedad del 100% del capital de la aerolínea. De la misma forma, Portugal es propietario del 72,5% del grupo TAP, donde están el negocio de ingeniería y mantenimiento en Brasil -que cerrará este año-, participaciones en empresas de asistencia en tierra y catering y la compañía aérea regional Portugália. Hoy mismo ha comunicado que cerró el primer trimestre de 2023 con 57,4 millones de euros de pérdidas, un 52,8% menos que hace un año, impulsada por un fuerte crecimiento de la actividad y el buen desempeño financiero.

La aerolínea está en el centro de una polémica que ha derivado en una crisis política en Portugal. La indemnización irregular a una ex administrativa precipitó la renovación de la cúpula ejecutiva con denuncias que salpicaron al ministro de Infraestructuras, Joao Galamba, cuya permanencia en el Ejecutivo detonó una confrontación entre el primer ministro, el socialista António Costa, y el presidente, Marcelo Rebelo de Sousa.