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Inversión

El oro, camino de los 4.000 dólares, prepara su versión digital

El nuevo formato virtual promete revolucionar el mercado londinense del metal precioso, valorado en casi un billón de dólares. Algunas previsiones apuntan a que onza podría llegar a 5.000 dólares en 2026

Los PGIs que ahora se plantean permitirán una propiedad fraccionada de oro físico Dreamstime

El oro en el Antiguo Egipto era considerado la carne de los dioses, en especial del dios Ra, rey del sol. Esta creencia llevaba a esta civilización a utilizar el dorado metal en sarcófagos y objetos ceremoniales mortuorios para asegurar la inmortalidad y el paso al más allá. Cuando los primeros conquistadores españoles desembarcaron en América en el siglo XVI, quedaron fascinados por los mitos y leyendas en torno al oro. Los incas, por ejemplo, creían que el oro era el «sudor del sol», representado en su deidad Inti.

Ni egipcios ni incas concebían el oro, por tanto, como moneda, sino como un metal sagrado. Y es que su brillo y color le han otorgado desde tiempos ancestrales un carácter celestial, asociado al sol y a la luz divina. Un halo sagrado que, posteriormente, lo convirtió en símbolo de riqueza y poder.

Sus propiedades, entre las que se encuentran que no se oxida ni se corroe, y que conserva su brillo a lo largo del tiempo, le otorgaron un valor comercial, y pasó a utilizarse como medio de intercambio. El patrón oro moderno se formalizó en 1819, cuando Reino Unido vinculó oficialmente su moneda a una cantidad fija de oro y, posteriormente, otros países lo siguieron. Una correlación que se mantuvo hasta 1971, cuando el presidente estadounidense Richard Nixon suspendió su convertibilidad.

Aunque hoy ya no respalda directamente las monedas, el oro mantiene en la era digital un aura de confianza y seguridad. En este contexto, resulta lógico que se plantee una evolución del mismo como la que recientemente ha puesto sobre la mesa el Consejo Mundial del Oro (WGC, por sus siglas en inglés). En este sentido, su consejero delegado, David Tait, declaró al Financial Times que la institución planea lanzar los llamados «Pooled Gold Interests» (PGIs), un formato digital con el que busca revolucionar el mercado londinense del metal precioso, valorado en casi 900.000 millones de dólares. Una muestra más de que, pese a los siglos transcurridos, el oro no pierde su brillo.

El London Bullion Market, respaldado por la London Bullion Market Association (LBMA), es el principal centro global de compraventa de oro físico. Sus miembros incluyen bancos, refinerías, comerciantes y otros actores del sector. El comercio del oro en Londres sigue un modelo de negociación extrabursátil (OTC, «Over-the-Counter»), lo que significa que las transacciones se realizan directamente entre las partes sin pasar por una bolsa centralizada.

Estas operaciones pueden implicar la compraventa de oro físico o certificados respaldados por oro. El metal se encuentra físicamente bajo la sede del Banco de Inglaterra en Threadneedle Street, en el corazón de Londres. Sus enormes bóvedas albergan alrededor de 400.000 lingotes de oro, lo que equivale a unas 5.000 toneladas. Aunque el banco posee parte de este oro como reserva nacional (aproximadamente el 6%), la mayoría pertenece a bancos centrales de otros países, gobiernos y grandes instituciones financieras. Almacenar el oro en sus cámaras permite realizar transacciones sin necesidad de mover físicamente los lingotes. Así, en una operación de compraventa, el oro simplemente cambia de propietario dentro del registro del banco, lo que agiliza las transacciones y reduce costes logísticos.

Los PGIs que ahora se plantean permitirán una propiedad fraccionada de oro físico, almacenado en cuentas segregadas, en un modelo legal de fideicomiso con copropiedad entre participantes clave. Pero también permitirán que el oro sea transferible digitalmente, generando rendimiento en lugar de ser un activo estático.

El piloto, previsto en Londres en el primer trimestre de 2026, se dirige a bancos y grandes instituciones para probar el sistema.

Tercera vía

Actualmente, en el mercado OTC de Londres existen dos tipos de comercio de oro: el oro «asignado», con lingotes físicos a nombre del comprador –seguro pero costoso de gestionar–, y el «no asignado», más líquido pero con riesgo de depender del custodio.

Ahora, el World Gold Council propone esta tercera vía, que combina la seguridad del respaldo físico con la facilidad de intercambio digital, y que forma parte de un programa más amplio, «Gold247», que ya ha lanzado iniciativas como el programa de «Gold Bar Integrity» para certificar trazabilidad y origen de cada lingote.

Los PGIs no son criptomonedas ni funcionan como un «bitcoin de oro». Son más bien un sistema digital dentro del propio mercado londinense. Sin embargo, el WGC sí está trabajando en un modelo paralelo, el «Standard Gold Unit» (SGU), que sí apunta a la tokenización: pequeñas unidades digitales equivalentes a gramos de oro, con trazabilidad garantizada de cada lingote mediante tecnología «blockchain». Una especie de «oro 4.0» pensado para un futuro donde los activos tradicionales convivan con versiones tokenizadas.

Esta histórica iniciativa llega en un momento en el que el interés global por el metal dorado se ha disparado. La creación de nuevas modalidades digitales puede tener un efecto relevante en la evolución del oro, ya que una mejor accesibilidad al mismo se puede traducir en una mayor demanda. Actualmente, participar en el mercado de lingotes de Londres puede resultar complejo, caro y reservado a bancos, fondos y grandes inversores, ya que el oro, como activo refugio que es, no genera intereses. Además, puede tener costes asociados al almacenamiento y, en ocasiones, es difícil hacerlo líquido en poco tiempo. Con las futuras unidades digitales, entrar al mercado puede resultar mucho más fácil y barato, abriendo la puerta a nuevos inversores.

Incertidumbre

La incertidumbre económica y la devaluación del dólar han ten do un efecto importante sobre el mercado del oro. La onza troy ha superado en el mercado de futuros los 3.600 dólares. Solo en septiembre se ha revalorizado más de un 4% y acumula una subida, en lo que va de año, del 38%.

Hasta ahora, las compras masivas de los bancos centrales han sido uno de los principales responsables de este «rally» alcista (solo el Banco de China ha añadido 21 toneladas métricas a sus reservas este año). Sin embargo, con iniciativas como la del oro digital, la demanda de pequeños inversores se puede disparar. Y es que crece el interés de los particulares en adquirir oro para diversificar sus carteras de inversión. Es el caso de Laura Quirós. Esta abogada madrileña decidió invertir en oro en 2022 como activo refugio. «La guerra de Ucrania me generó bastante incertidumbre, por lo que decidí comprar oro. Adquirí un kilo de forma física a una empresa con sede en Viena, repartido en cuatro lingotes de 250 gramos cada uno. Cuando realicé la operación, pensaba más en buscar un activo refugio y no tanto en la rentabilidad, pero lo cierto es que, a día de hoy, el oro ha subido y con él mi inversión», explica. Y es que Laura adquirió el oro cuando la onza troy cotizaba a 1.800 euros. Entonces desembolsó cerca de 58.000 euros por las 32,15 onzas troy a las que equivalen 1.000 gramos. Actualmente, y teniendo en cuenta su última cotización, su valor asciende a 114.000, prácticamente el doble.

Un recorrido que, tal y como apuntan todos los expertos, no ha terminado. Y es que las previsiones lo sitúan en un nuevo soporte en 4.000 dólares a finales de año. Una cotización que ya adelantó el matemático y estadístico Juan Ignacio Crespo el pasado mes de marzo, cuando rompió la barrera psicológica de los 3.000 dólares, pronóstico que fue recogido por La Razón.

Incluso, algunos expertos, como los de Goldman Sachs, van más allá y lo sitúan en 5.000 dólares en 2026. Las injerencias de Donald Trump en la Reserva Federal, que apuntan a un sustituto de Jerome Powell alineado con la cuerda de Trump, debilitan la credibilidad de la institución, algo que puede repercutir en otro activo refugio por excelencia: el bono estadounidense. Goldman Sachs pronostica que, con que solo se produzca un trasvase de bonos hacia oro del 1%, su cotización alcanzaría este nivel récord sin dificultad.

Peligroso

Sin embargo, también existen riesgos. Juan Ignacio Crespo recoge en su blog que la subida tan impresionante (del 120%) del precio del oro desde octubre de 2022 ha hecho olvidar que puede ser un activo «goloso, pero peligroso», con caídas tendenciales de precio que pueden prolongarse durante décadas, tal y como sucedió en los años 80 y 90.

En este sentido, Crespo recurre a la hemeroteca y recuerda que el precio del oro tuvo una fortísima subida entre 1971 y 1980, pasando de 35 a 835 dólares por onza, es decir, multiplicó por 24 su valor, en buena parte como consecuencia de la decisión de que el oro y el dólar flotaran libremente en el mercado y, según la explicación convencional, por los dos períodos fuertemente inflacionistas de los años 70.

A partir de 1980, el oro comenzó a bajar de precio y, aunque con los habituales altibajos de los mercados, mantuvo esa tendencia decreciente hasta abril de 2001. En esos veintiún años de caída tendencial, el precio de la onza de oro llegó a 256 dólares, lo que representa una pérdida del 70% desde 1980. Desde entonces, ha vuelto a multiplicar su precio, alcanzando niveles 14 veces superiores.

Pese a los riesgos, lo que parece claro es que en el corto y medio plazo, el oro continuará brillando, siendo protagonista de inversión global, pudiendo, gracias a su nuevo traje digital, vestir tanto las carteras de grandes instituciones como las de pequeños inversores. La nueva era del oro ya está aquí.