Análisis

«Tourists go home», otra idiotez populista

La izquierda vuelve a perjudicar gravemente a los que finge proteger,

a la clase media y a los trabajadores. Los políticos intervencionistas mienten. El turismo no es el causante de la crisis de vivienda

Una persona sujeta un cartel durante una manifestación contra el turismo masificado, a 6 de julio de 2024, en Barcelona, Catalunya (España). Unas 2.800 personas, según el Ayuntamiento, se han manifestado en el centro de Barcelona contra el turismo masificado, bajo el lema 'Basta. Pongamos límite al turismo'. Los manifestantes han declarado que hay una industria turística que "tiene enormes impactos negativos, laboralmente, socialmente, ambientalmente". 06 JULIO 2024;MANIFESTACIÓN;TURISMO;MAS...
Manifestación contra el turismo masificado en BarcelonaLorena SopênaEuropa Press

El turismo es nuestro petróleo. Sin el admirable comportamiento del sector turístico, España habría tardado años en salir de la crisis. Es motor de empleo, progreso y desarrollo. El turismo es, además, la tarjeta de visita de nuestro país en el mundo. Los ciudadanos que visitan España vuelven con una excelente impresión por la calidad, profesionalidad y experiencia de las empresas y trabajadores del sector. tacar al turismo es perjudicar a la clase media y a los trabajadores.

La manifestación “Tourists go home” del pasado domingo en Barcelona no es una simple protesta vecinal, es una acción de gran impacto simbólico que erosiona la imagen de España como país acogedor, competitivo y económicamente dinámico. Decir a los turistas que se vayan a su casa no es una protesta, es un insulto a los que vienen a visitar nuestro país por su excelente gastronomía, cultura y espíritu acogedor.

¿Se imaginan ustedes una manifestación contra el petróleo en Arabia Saudí? La protesta es miope, ideológica y contraproducente. Pues bien, esta es ya la segunda convocatoria de este tipo, lo que muestra una preocupante normalización de discursos hostiles hacia el turismo y todo lo que tenga que ver con la inversión responsable. Y más grave aún, algunos manifestantes incluso llaman a utilizar pistolas de agua contra los visitantes. No solo es incitar a la agresión, sino que genera imágenes de confrontación contraproducentes a nivel internacional.

Los socialistas, sus socios de Gobierno y el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, aplauden una manifestación de la que sin duda nos arrepentiremos y muestran una doble moral e hipocresía insultantes. Los socialistas catalanes y el gobierno español defienden en Europa un modelo turístico completamente diferente al que promulgan aquí en España.

De hecho, los socialistas europeos, de los que forma parte el PSOE y Collboni, han presentado recientemente una propuesta de directiva en Bruselas que apuesta por no eliminar de raíz los pisos turísticos y que reconoce que no conviene limitar el alquiler temporal entre particulares y pequeños propietarios y apunta a que el problema de acceso a la vivienda no tiene relación directa con los pisos turísticos. Pese a que su propio partido hace estas propuestas, los radicales que gobiernan Barcelona siguen empeñados en utilizar el socorrido y populista enemigo externo con argumentos caducos e insostenibles. Esta doble moral desacredita una vez más al Gobierno en España y evidencia el uso oportunista del tema con fines ideológicos.

Ya conocimos hace pocos meses las maniobras del Gobierno para tapar el rechazo del Consejo de Estado al Real Decreto que regulará los alquileres temporales en España. Y ahora esto. Suma y sigue. El efecto de estas manifestaciones es un disparo directo en el pie de nuestra economía.

España compite con destinos como Italia, Grecia o Portugal, que estarán encantados de recibir a los turistas que esta gente desplaza por sectarismo ideológico. En esos países se apuesta por modelos turísticos inclusivos y colaborativos. Las imágenes de manifestaciones hostiles, pancartas intimidatorias y actitudes agresivas son virales y desincentivan la llegada de turistas. Luego, cuando el turismo sufra, estas mismas autoridades y partidos se presentarán como salvadores con palabras vacías y actos propagandísticos.

No olvidemos que ya hemos visto en el pasado como estos mismos políticos se presentan luego al sector turístico como la solución a los problemas que ellos mismos crean. El turismo representa casi el 12% del PIB nacional. Acciones como estas generan dudas en inversores internacionales y en organizadores de eventos que empiezan a dudar su merece la pena invertir en España.

Los políticos siguen empeñados en dinamitar un sector esencial para nuestra economía utilizando discursos sectarios, promovidos por activistas neomarxistas cuyo objetivo no es el progreso sino el control y la utilización de negocios legítimos y necesarios como chivos expiatorios. Utilizar un enemigo exterior falso y culpar a un tercero del fracaso de las políticas del ayuntamiento de Barcelona y la Generalitat es un truco viejo en política.

Y es que en el fondo, para Collboni y el Gobierno socialista, la “masificación” que dicen evitar les importa bien poco. La prueba la tenemos en la reciente ampliación del aeropuerto de El Prat, donde aquí sí hablan “competitividad” y necesidad de crecer. Pisos turísticos no, pero ampliar el aeropuerto, fenomenal. Lo cierto es que todo constituye una cortina de humo para tapar que sigue negándose a comprar o construir vivienda para cubrir una demanda al alza.

Según datos de las plataformas de alquiler vacacional, el impacto económico de los alquileres de corta duración en España supera los 30.000 millones de euros y sostiene más de 400.000 empleos. Reducir el atractivo turístico de zonas clave como Barcelona o Madrid traslada el negocio hacia países vecinos más competitivos y hospitalarios. Es más, cuando el turismo decae, también se lleva por delante a los comercios de proximidad y tiendas minoristas.

Las manifestaciones anti turismo actúan como un repelente económico. Seremos otra vez portada, para mal, de varios medios internacionales. El control de precios no funciona nunca, porque los políticos no controlan los precios ni los bajan. Los políticos suben los precios. Darle más poder a políticos incompetentes solo genera menos oferta, precios caros y encima menos turismo.

Los políticos intervencionistas mienten. El turismo no es el causante de la crisis de vivienda, lo que genera escasez y carestía es la desastrosa política de limitar suelo e inversión. Según el INE, la vivienda turística representa solo el 1,3% del total de viviendas en España. Cataluña ha perdido ya un 26% de su oferta de alquiler residencial desde que fue declarada zona tensionada, pero los precios siguen subiendo.

La ley de la vivienda es uno de los mayores timos de la historia de la democracia. Incorpora el intervencionismo de la época del franquismo y demuestra que la vivienda cara y escasa no es una casualidad, es una política de intervencionistas que quieren una población rehén, dependiente y sumisa, porque la vivienda en propiedad da libertad y las personas libres son críticas y exigentes con el poder político.

Culpar a los turistas evita que se aborden los problemas estructurales: falta de suelo urbanizable, trabas urbanísticas, fiscalidad desincentivadora e inseguridad jurídica para arrendadores. Según PwC, solo en Cataluña, eliminar la vivienda turística supondría una pérdida de 1.928 millones de euros anuales y 40.000 empleos. Pues nada. Ahora, además, maltratamos también a los que vienen.

El grito de “Tourists go home” no solo es injustificado, sino profundamente xenófobo y contraproducente. Daña la reputación del país, espanta la inversión, castiga a las familias que han apostado por una economía colaborativa, y perpetúa una narrativa de confrontación innecesaria. Imaginen si a ellos les dijeran “Socialists go home” o les disparasen con agua cuando salen de vacaciones.

Lo que tiene que entender el sector y los partidos de oposición es que esta dinámica de confrontación y odio al comercio y el turismo no es una casualidad ni se da por ignorancia, sino por ideología. Los activistas no quieren progreso, quieren una sociedad rehén.

España tiene un sector turístico moderno, profesional, de enorme calidad, equilibrado y colaborativo, y es el principal motor de nuestro país de crecimiento económico y bienestar social. Demonizar el turismo es atacar a España.