Editorial
La UE, entre cañones y mantequilla, cañones
Los fondos agrarios caerán otro 20 por ciento más, mientras que los gastos en Defensa y Seguridad subirán cinco veces más.
Parafraseando a la exministra Carmen Calvo, pareciera que el dinero de la Unión Europea, los famosos fondos, es inagotable y crece en los árboles, pero no; como sucede con el gasto público español, las finanzas comunitarias se sostienen sobre los impuestos de los ciudadanos europeos, por más que sean canalizados a través de los gobiernos, y, de la misma forma, la emisión de deuda comunitaria, los bonos, está sujeta al pago de intereses y al cumplimiento de los plazos de vencimiento, es decir, que tampoco es la panacea inagotable, como algunos Ejecutivos, entre ellos el de Pedro Sánchez, parecen creer, a tenor del tremendo ritmo de endeudamiento patrio.
Valgan estas consideraciones para advertir que se antoja de todo punto inevitable que la Comisión Europea plantee, junto a los ajustes presupuestarios, un recrudecimiento del esfuerzo fiscal para afrontar tanto las obligaciones financieras de los Fondos de Reconstrucción establecidos a raíz de la pandemia como el incremento de los gastos militares derivados de la guerra de Ucrania y de la consiguiente amenaza que supone para el Continente la actitud expansiva del gobierno de Vladimir Putin. Además, hace falta dinero para mantener la batalla industrial y tecnológica con China y Estados Unidos, por no hablar de las cada vez más necesarias medidas de protección a la Agricultura comunitaria, principal perjudicada de los acuerdos de expansión comercial con Suramérica y Asia, así como por las políticas medioambientales encaminadas a la descarbonización, que no sólo afectan a la industria comunitaria, sino a la producción agropecuaria.
Que los agricultores europeos hayan comenzado sus movilizaciones preventivas, pese a las buenas palabras de la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, no es más que el reflejo de la desconfianza, anclada, todo hay que decirlo, en la experiencia de los últimos años, que ha visto cómo se reducían los fondos de la PAC del 70 por ciento al 48 por ciento del gasto comunitario, cifra que, según la primera propuesta, caerá otro 20 por ciento, mientras que los gastos en Defensa y Seguridad subirán cinco veces más.
De acuerdo al viejo aforismo, entre cañones y mantequilla, la Comisión ha elegido los cañones, con las consecuencias sociales y políticas que son de esperar. Tal es así, que el Partido Popular Europeo, que en coalición con los socialdemócratas sostiene a Von der Leyen, se ha apresurado a exhibir su contrariedad, cuando no se ha cuidado a la hora de respaldar unas políticas comunitarias excesivamente «progresistas» en energía, automoción y producción agraria, las políticas verdes contra el cambio climático, que han supuesto un espaldarazo para el crecimiento en la Eurocámara de las formaciones más radicales y escépticas. Se enfrenta el PPE a un difícil equilibrio que no sólo debería sostenerse en más y más impuestos.