Editorial

Indigno es callar ante el atropello de Bildu

Ni tienen la culpa las víctimas del terrorismo ni, por supuesto, el Partido Popular ni, tampoco, los dirigentes regionales socialistas que llevan casi toda la legislatura advirtiendo contra la complicidad política con los herederos de la banda etarra.

JUCIL dice que le "abochorna" la negativa de Fiscalía a ilegalizar a Bildu por las listas con exconvictos de ETA
JUCIL dice que le "abochorna" la negativa de Fiscalía a ilegalizar a Bildu por las listas con exconvictos de ETAEuropa Press

Es cierto que el PSOE se ha visto cogido a contrapié en plena campaña electoral con el asunto de las listas de Bildu, pero de ello ni tienen la culpa las víctimas del terrorismo ni, por supuesto, el Partido Popular ni, tampoco, los dirigentes regionales socialistas que llevan casi toda la legislatura advirtiendo contra la complicidad política con los herederos de la banda etarra.

Y, a nuestro juicio, acusar a quienes no han querido callarse ante tal indecencia de manipular en beneficio propio el dolor del terror o, lo que es más grave, de desear que Eta vuelva a matar es una indignidad que, desafortunadamente, tiene precedentes en la reciente historia de este país. Para defender la posición del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, de quien no albergamos duda alguna sobre su radical rechazo a la violencia terrorista en cualquiera de sus formas, no es necesario acusar inicuamente a quienes interpretan lo hecho por Bildu con sus listas electorales como una declaración política, diáfana, de asunción de un pasado criminal, que creen justificable.

No es cuestión de entrar en fáciles analogías sobre la incómoda realidad de que un partido inscrito en el juego democrático haya trufado sus candidaturas con asesinos convictos, colaboradores necesarios del crimen o inductores por señalamiento de sus víctimas, además, en los mismos pueblos donde llevaron a cabo sus matanzas y en donde aún viven los familiares de los asesinados.

Pretender que la ciudadanía española no iba a reaccionar ante tamaño atropello moral sólo puede interpretarse desde la jactanciosa seguridad de que la opinión pública había asumido como propio el relato de los herederos de la banda. No ha sido así y sólo faltaría que se recriminara a las asociaciones de víctimas, en este caso Covite, la denuncia del agravio para preservar los intereses políticos de La Moncloa, inexplicablemente, imbricados con los herederos de la banda etarra.

Y por más que afirme la Fiscalía del Estado que Bildu es un partido democrático, siempre será legítimo recalcar que una cuestión son las condiciones legales, –que no son indiscutibles, al menos, a efecto de la vigente Ley de Partidos–, y otra muy diferente la percepción entre las gentes del común de que sólo la fuerza de las circunstancias, es decir, la derrota, ha propiciado esa transformación. Más aún, cuando hablamos de los mismos individuos que, durante años, mantuvieron una doble organización, la que se presentaba a las elecciones y la que utilizaba las pistolas, asesinando, entre otros muchos, a concejales democráticamente electos.

Por último, le asiste al PSOE todo el derecho a recurrir al apoyo de Bildu cuando así lo demande la tiranía de la aritmética parlamentaria, pero debe asumir que no todos los españoles tienen que estar forzosamente de acuerdo. Incluso, algunos consideran que les asiste el derecho a disentir y votarán en consecuencia.