
Editorial
Retrato de una Europa sin unidad política
No conviene descargar toda la responsabilidad sobre el presidente norteamericano, Donald Trump, al menos, mientras no esté claro el precio que está dispuesto a pagar al Kremlin.

El fracaso cantado de la «cumbre de París» retrata a una Europa sin unidad política y sin un proyecto exterior común en la que priman los intereses coyunturales de los socios por encima de cualquier ambición de futuro. Que Estados Unidos se haya sentado en una mesa con el agresor ruso para establecer unas negociaciones sobre la paz en Ucrania en las que Bruselas ni siquiera actúa de convidado de piedra es grave, pero mucho menos que la pretensión de las potencias continentales de que los ucranianos sigan poniendo los muertos sin solución de continuidad y sólo con la ayuda material condicionada que presta la UE.
Sin embargo, la realidad de que la posición de Moscú, planteada en la mesa de Riad, esté todavía en las antípodas de lo que Washington está dispuesto a aceptar abre una ventana de oportunidad si Europa se convierte por la vía de los hechos en interlocutor insoslayable, ya sea mediante el refuerzo militar de Ucrania con armamento inteligente de largo alcance, como los misiles «Taurus», ya por la implicación militar directa como fuerza de pacificación o de interposición. Por supuesto, las dos opciones surgieron en el encuentro parisino junto con la necesidad de incrementar los presupuestos de Defensa, pero ni siquiera se llegó a un acuerdo de mínimos o a la redacción de un documento de intenciones con el que poder presionar a la Casa Blanca.
Ahora bien, no conviene descargar toda la responsabilidad sobre el presidente norteamericano, Donald Trump, al menos, mientras no esté claro el precio que está dispuesto a pagar al Kremlin por la paz ucraniana, si los europeos nos mostramos incapaces de contender política e institucionalmente con gobiernos que son objetivamente aliados de Vladimir Putin o que, por variadas razones, siguen llenando las arcas rusas con las importaciones de productos energéticos. Con todo, la imagen más desalentadora es la de un presidente como Emmanuel Macron, en horas bajas y con un Ejecutivo acosado por partidos extremistas, y secundado por jefes de gobierno como Olaf Scholz o Pedro Sánchez cuya situación política interna les impide adoptar cualquier decisión que conlleve el rechazo de sus actuales o futuros aliados.
Porque en la raíz del problema se encuentra una opinión pública muy reacia a pasar de las declaraciones rimbombantes de apoyo a Ucrania a unos hechos que pueden suponer el riesgo de una conflicto militar directo con la potencia rusa. Una opinión pública, es preciso recordarlo, que ya vio como Occidente se retiraba vergonzosamente de Afganistán pese a los miles de muertos propios y las decenas de miles de heridos sufridos por la coalición que lideraba Washington, y un ingente gasto militar y de reconstrucción de infraestructuras que, a la postre, solo ha beneficiado a quienes han convertido los domicilios en cárceles para sus mujeres.
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