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Editorial

Salir de la trinchera y la intolerancia

La Princesa recordó que «no está de más repasar y recordar la naturaleza de las dificultades, pero también de las soluciones, e insistir en que no hay fórmulas mágicas para gestionar esa complejidad

Premios Princesa de Asturias 2025 Alberto R. RoldánPHOTOGRAPHERS

Un símbolo de unidad, cultura y esperanza. Tres sustantivos que determinan lo que son los Premios Princesa de Asturias, un rayo de esperanza para que se hable de verdad, compromiso, certeza, realidad, deber y responsabilidad en su más amplia concepción. Y con todo el peso que obliga el deber de representar lo que significa el español, la hispanidad y la propia España con vocación planetaria. Y estos conceptos áridos en sí, la Princesa de Asturias, en su sexto discurso, los convirtió en voz propia de su generación para enviar una «postal de viva voz» que obligue a parar, profundizar y pensar más, para volver a lo esencial, «a los básicos», reivindicando con sus palabras el «respeto por quienes piensan diferente, por quienes son diferentes», para evitar que se olvide «lo que significa tratar bien al prójimo, salir de la trinchera, sacudirnos el miedo, unirnos por hacer las cosas mejor, pensar en que, si no miramos al otro, no sabremos construir confianza». Un grito sin acritud para no caer en la desesperanza de pronunciar unas palabras que desde un atril pueden sonar vacías. Sin embargo, la Princesa recordó que «no está de más repasar y recordar la naturaleza de las dificultades, pero también de las soluciones, e insistir en que no hay fórmulas mágicas para gestionar esa complejidad». Sabias palabras que suenan a verdad y que los poderes políticos deberían tener en cuenta a la hora de tomar sus decisiones, cuyo corto alcance se limita la mayoría de las veces a sus propias urgencias. Tampoco se deben pasar por alto las palabras pronunciadas por Mario Draghi, que aprovechó la oportunidad para articular un discurso contundente, duro, oportuno, pero no ausente de esperanza. Quiso evocar sus esfuerzos en la construcción del proyecto europeo para rematar con una frase que no deberíamos olvidar: «Las perspectivas de Europa son las más difíciles que yo recuerde. Casi todos los principios sobre los que se fundó la Unión están tensionados». Palabras que resuenan cavernosamente en quien sostuvo al euro y a la propia Unión Europea en sus horas más bajas y que avisa de que lo que viene no es mejor, ni mucho menos. Pero fue el Rey Felipe VI el que dio la clave para un futuro esperanzador: «Educar en valores» para garantizar la convivencia democrática y proporcionar a las nuevas generaciones herramientas de futuro para que puedan contraponer los «extremos inquietantes» del individualismo y la globalización, para salir de un mundo que se debate entre dos extremos que chocan y que ponen en peligro la convivencia y el propio sentido de la Democracia. Porque educar en valores no consiste en negar la realidad que nos toca vivir, sino que «consiste en encontrar ese camino intermedio entre la comunidad y la persona, entre el respeto por lo colectivo y el valor del individuo». Palabra de Rey.