Editorial

Un socialismo inmune a las contradicciones

En el mundo han existido muchos partidos políticos basados en el caudillaje, pero la experiencia dicta que no suelen sobrevivir mucho tiempo a la pérdida del poder.

García-Page asiste este miércoles en Madrid a la presentación del libro de Alfonso Guerra junto a Felipe González
García-Page asiste este miércoles en Madrid a la presentación del libro de Alfonso Guerra junto a Felipe GonzálezEuropa Press

Casi la mitad de los actuales diputados socialistas, entre los que hay que incluir al actual ministro de Industria y ex portavoz, Héctor Gómez, votaron en junio de 2022, hace poco más de un año, contra el uso en el Congreso de las lenguas cooficiales. En las actas del debate –que terminó con 268 votos a favor de que el español fuera el único idioma en la Cámara Baja– destaca la contundencia del portavoz del PSOE en el pleno, Guillermo Meijón, excluido de pasadas listas electorales, defendiendo todo lo contrario de lo que su partido ha votado ayer.

Para no estar sujetos a un mandato imperativo, expresamente prohibido por la ley, hay que reconocer que los representantes del socialismo cabalgan con una gran maestría sobre sus propias contradicciones. Valga esta anotación cronológica para constatar la inutilidad de los esfuerzos del «viejo PSOE», el que representan por antonomasia Felipe González y Alfonso Guerra, a la hora de frenar la deriva política de su partido, una deriva, dicho sea de paso, que sólo puede calificarse de meramente instrumental porque cabe suponer que, si se produjera un cambio inesperado en la aritmética parlamentaria, la actual cúpula socialista no tendría el menor embarazo en asirse del discurso jacobino.

De hecho, la respuesta del secretario de Organización del partido, Santos Cerdán, tildando de «desleales» a ambos dirigentes históricos, demuestra que no existe el menor debate de fondo ante las decisiones que pueda adoptar su secretario general, Pedro Sánchez, incluso, cuando su alcance, como la probable concesión de una amnistía a los golpistas catalanes, toca la propia esencia del sistema democrático, puesto que pone en cuestión la legitimidad de sus instrumentos de Justicia.

La realidad que traslucen intervenciones como la de Santos Cerdán es que en el seno del actual PSOE hay una dirigencia, ciertamente avalada por una mayoría radicalizada de las bases, que cierran filas detrás del mando, con un entusiasmo digno de mejor causa, no importa si Sánchez declara que la amnistía es inconstitucional, llama delincuente fugado a Carles Puigdemont, niega el derecho de autodeterminación, apoya la aplicación del 155 y rechaza la concesión de un referéndum que si, en cuestión de escasos meses, dice y hace todo lo contrario.

En el mundo han existido muchos partidos políticos basados en el caudillaje, pero la experiencia dicta que no suelen sobrevivir mucho tiempo a la pérdida del poder. Con todo, pese a que nos reafirmamos en la escasa utilidad del esfuerzo, es preciso reconocer el valor de muchos militantes socialistas a la hora de trasladar a la opinión pública las razones profundas de su desacuerdo con el presidente en funciones del Gobierno. Argüirán algunos cínicos que ya no se juegan nada práctico. Sólo lo que para un socialista significa la militancia en el partido.