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Nick Clegg: ¿el Bayrou o el Westervelle británico?

La Razón
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Hasta el debate electoral del 15 de abril, el líder del Partido Liberal-Demócrata, Nick Clegg, era un auténtico desconocido para tres de cada cuatro británicos. Algo normal en un país tradicionalmente bipartidista en el que los medios de comunicación sólo prestaban atención a los cabezas de cartel del Partido Laborista y del Partido Conservador.

Pero algo cambió esa noche. Los británicos pudieron ver por primera vez un cara a cara televisivo entre sus principales candidatos a primer ministro en las elecciones del 6 de mayo. Para sorpresa de Gordon Brown y David Cameron, que invitaron a Clegg para dañar al rival, el líder liberal-demócrata se convirtió en la estrella de la velada al presentarse como un político joven y fresco no contaminado por el viejo sistema de partidos.

Lo cierto es que los liberal-demócratas están a medio camino entre la izquierda y la derecha. Son algo así como progresistas en lo social y conservadores en lo económico. Esta especie de bipolaridad es fruto de su nacimiento en los primeros años ochenta como un cóctel de viejos liberales y socialdemócratas escindidos del Partido Laborista de la época.

En un Parlamento sin mayorías como el que dibujan todas las encustas, Clegg, un europeísta diputado de 43 años casado con una abogada española, juega sabedor de que tiene la llave del próximo Gobierno británico. Prueba de esta influencia es el comportamiento de la prensa y los partidos mayoritarios, ora alabándole ora demonizándolo.

Reino Unido es un país poco acostumbrado a los Gobiernos de coalición. De hecho el sistema electoral mayoritario contribuye a garantizar Ejecutivos fuertes con amplias mayorias parlamentarios, lo que beneficia a laboristas y "tories". En cambio, los grandes perjudicados de este estado de cosas son los liberal-demócratas, que ven cómo su representación parlamentaria no se corresponde con su porcentaje de votos. En las elecciones de 2005, los "lib-dem"lograron el 20% de apoyo popular y sólo un 10% de escaños.

De ahí que la reforma del sistema electoral británico sea la principal exigencia que pondrán los liberales a conservadores o laboristas para darles su apoyo. Esto homologará a Reino Unido a la Europa continental, donde son excepcionales los Gobiernos monocolores. Los "lib-dem"quieren convertirse en visagra de la vida política de las islas.

Algo parecido a lo que ha sido tradicionalmente el Partido Liberal (FDP) en la política alemana. Primero apoyando a los socialdemócratas Willy Brandt y Helmut Schmidt y luego a los democristianos Helmut Kohl y Angela Merkel. Nick Clegg aspira a ser Guido Westervelle, el compañero de coalición de la canciller.

Pero si Clegg no consiguie mantener su protagonismo más allá de las elecciones, corre el peligro de convertirse en el centrista François Bayrou, el "tercer hombre"de las presidenciales francesas de 2007, que ha fracasado en su proyecto de postularse entre la derecha de Sarkozy y el Partido Socialista.

Si nos atenemos a su programa electoral, los liberal-demócratas están más cerca de los laboristas que de los conservadores, pero serán los votos quienes decidan compañeros de Gobierno. Clegg ya cometió la imprudencia hace una semana de rechazar apoyar a los laboristas si éstos pasan a ser la tercera fuerza en Westminster. Sin embargo, a favor de una alianza "lab-lib"juega la experiencia previa a nivel local, en Escocia y en Gales. Los mismos votantes liberal-demócratas, según un sondeo de la BBC, prefieren una alianza con los laboristas (31%) antes que con los conservadores (16%). Además, muchos "tories"aún no perdonan que el apoyo liberal a los laboristas les alejara de Downing Street en 1923 y 1929.