El fantasma de la ópera

Siempre fuera de foco y en un discreto segundo plano. Ésa es la línea a seguir que Joachim Sauer se marcó cuando decidió unir su vida a la de Angela Merkel un 30 de diciembre de 1998 (aunque se conocieron diecisiete años antes en la Academia de las Ciencias del barrio berlinés de Adlershof una mañana plomiza) y la ha cumplido a rajatabla. Como cada año, el jueves se le volvía a ver acompañando a la líder alemana en la solemne inauguración del Festival de Bayreuth, donde compartió plano con los miembros del Gobierno germano y los dirigentes de la cita musical. No perdió la sonrisa y se dejó inmortalizar en este «photocall» anual (incluso Merkel le hizo algunos comentarios sobre la chaqueta de su esmoquin, que repite año tras año), pues durante los 364 días restantes desaparece. En un escueto comunicado que dio al «Berliner Zeitung» hace unos años, resumía así su filosofía: «He optado por no dar entrevistas ni hablar con los periodistas que se ocupan de la actividad política de mi esposa».

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