Restringido

La última trinchera del bipartidismo

La Razón
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El debate, en terreno neutral y con amplia difusión, se convirtió en la última trinchera para defender el sistema bipartidista, acosado por las nuevas fuerzas, que parecen dispuestas a romper el mapa fijado por los españoles desde el comienzo de la Transición. Populares y socialistas resisten a duras penas el embate de los nuevos, según las encuestas. Pero resisten. En todas las previsiones sale peor parado el representante del PSOE que, a pesar del desgaste del Gobierno en una dura legislatura, no ha logrado aparecer como el probable ganador de las elecciones. El mano a mano era su última oportunidad y me parece que la ha desaprovechado. Las posibilidades de dar la vuelta a las encuestas eran escasas, pero Pedro Sánchez puede darse con un canto en los dientes si, tras su agresiva exhibición de demagogia y falta de respeto, mantiene el segundo puesto.

El debate era, por fin, entre las dos únicas fuerzas con experiencia y las únicas capaces de vertebrar el próximo gobierno. Puede que Rajoy lleve razón y Sánchez no debería haberse prestado a participar en los anteriores encuentros con los dos nuevos aspirantes. Ahí rebajó su cartel electoral. Rajoy prefirió mantenerse en el papel institucional, aunque le acusaran de tener miedo. Demostró que la acusación de esconderse carecía de fundamento. Y cuando el diálogo se arriscó con acusaciones directas, con ataques al hígado, en el escabroso campo de la corrupción y en el de los efectos de la crisis sobre las clases populares, supo defenderse y contraatacar sin perder la moderación. El problema de su contrincante es que carece de crédito porque es el administrador de un partido con una historia a cuestas. En esta campaña la dialéctica nuevo-viejo se ha impuesto en cierta manera a la de izquierda-derecha, y Sánchez se ha quedado, en las dos, en tierra de nadie. Por un lado, representa a un partido centenario y, por otro, ha tratado de presentarse como aliado de lo nuevo. Lo demostró en los pactos municipales y autonómicos, en las equidistancias de los socialistas catalanes y en el anuncio de que está dispuesto a pactar con Podemos y C’s para desalojar al PP, no tanto por ser de derechas como por ser nuevo. La irrupción de Podemos ha puesto en entredicho el soporte ideológico del viejo PSOE y la fidelidad de su electorado.

Rajoy ha estado cómodo y hasta sobrado. Le ha bastado con poner de relieve las contradicciones y la inexperiencia de su contrincante. Su argumento machacón, pero efectivo, es que el futuro se presenta mejor y que no son tiempos de experimentos ni volver atrás. Cambiar por cambiar no da seguridad. Los pactos, reducido el bipartidismo, son la madre del cordero de estas elecciones. La alianza entre fuerzas heterogéneas e inexpertas –única posibilidad, según los sondeos, de Sánchez para llegar al poder– es un poderoso argumento para convencer a los indecisos.