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Aranceles (y II)

Planeta Tierra

Ramón Tamames
Ramón Tamames Cristina BejaranoLa Razón

La semana pasada veíamos en esta columna los cinco aranceles que se estudian de España en la edad contemporánea: el Figuerola, de 1869; Cánovas del Castillo, 1981; Amós Salvador, 1906; Cambó, 1922; y Ullastres, 1963. Fueron resultado de la presión de los intereses españoles, liberales o proteccionistas.

Ahora, la movida arancelaria mundial está experimentando el tsunami Trump, en la idea USA de imponer casi manu militari aranceles del 25 por 100 a México y Canadá. Ambos países que, con los propios EE.UU., integran el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN desde 1988, o NAFTA, por sus siglas en inglés), que virtualmente ha quedado roto con la ventolera trumpiana.

Lo que los EE.UU. de Trump hace es reponer altos derechos de importación donde ya no los había, por haberse creado una zona de libre comercio: un disparate por muchos estudios econométricos que se hayan podido hacer para prever los efectos de ese resurgir arancelario en América del Norte. Con represalias esperables por parte de Canadá (que Trump pretende se transforme en el Estado 51 de EE.UU.) y de México.

Otro tanto podría suceder con los productos chinos importados en EE.UU., que en lo sucesivo estarían gravados con el 10 por 100: un subidón con el esperable reciproqueo desde China a los EE.UU. Queda por saber qué pasará en la relación de EE.UU. con la Unión Europea, que podría ser algo similar a lo hecho con el TLCAN y con China.

Desde 1945 se trabajó para lograr un comercio mundial más libre, con gran creación de empleo. Esa obra de décadas se hizo dentro del GATT (General Agreement on Tariffs and Trade), y a partir de 1985 en la Organización Mundial de Comercio (OMC). Todo ese trabajo podría destruirse.

¿Quién pagará los platos rotos? Todos, empezando por los propios EE.UU. Si bien es cierto que habrá negociaciones para recomponer una nueva situación.