Almacenamiento
Cómo tus fotos de corales están ayudando a su salvación
Entidades francesas como el Museo de Ciencias Naturales o el Ifremer usan tecnología y millones de datos almacenados y replicados para preservar la vida marina
Puede que no seas consciente, pero con cada foto que subes de manera pública a Internet (ya sea en un banco de imágenes, en tus perfiles de redes sociales o en una página web) con un coral como protagonista estás ayudando y contribuyendo a su conservación y salvamento.
Es uno de los proyectos en los que el Museo de Ciencias Naturales de París (Francia) tiene en marcha para, con la ayuda de las tecnologías (especialmente del almacenamiento y de la inteligencia artificial), entender mejor lo que pasa en el océano y ayudar a los científicos a la preservación de la vida y fauna marina.
Datos de la historia
Este Museo de las Ciencias Naturales de Francia se inauguró en 1793, poco después de la revolución francesa. Desde entonces, atesora millones de datos sobre todo tipo de especies. Unos datos que, con los años, se han ido digitalizando y poniendo a disposición de la comunidad científica para su uso y análisis. El objetivo es mantener a salvo una gran cantidad de especies (unos 16 millones) de todo el planeta (el museo posee una de las tres mayores bases del mundo en este aspecto).
Pero para los responsables del museo poder digitalizar estos datos y hacerlos accesibles era un reto, sobre todo en este último punto. El objetivo es que pudieran ser consultados, pero también asegurados y no alterados en su origen. Para ello, se llevó a cabo un proyecto por el que se eligieron varios sistemas (de almacenamiento, de copia de seguridad, en la nube) con el fin de asegurar que se pudiera acceder a los datos con un alto nivel de seguridad pero también de confianza y sin el soporte de alguien de tecnología. Debía ser un sistema que pudiera almacenar más datos en momentos determinados y crecer conforme a estas necesidades, pero sin tener que invertir en más infraestructura.
Además, y como empresa pública, el Museo no podía crear un gran sistema de almacenamiento que fuera demasiado caro y en el que los datos estuvieran asegurados frene a ataques (especialmente de Rusia y China, de donde proceden la mayoría de los ataques que esta institución recibe).
El sistema de almacenamiento elegido, de NetApp, permite no incurrir tampoco en un impacto medioambiental importante, dado que los datos que van a ser constantemente utilizados están guardados en un primer plano mientras que aquellos que no se usan tanto permanecen en sistemas menos rápidos de consultar, pero también menos intensivos en consumo eléctrico.
Corales y ballenas
Con todos estos miles de millones de datos accesibles se trabaja en proyectos tan diversos como la conservación del coral o de las ballenas.
En el primero de los casos, el Museo tiene una especie de buscador creado para que, cada vez que se sube (de manera pública y abierta) una imagen de un coral, el sistema atrapa la imagen y analiza los datos para saber en qué parte del mundo se ha tomado esa imagen y si el coral sufre algún tipo de enfermedad. Con esta información no solo alimentan su propia base de datos, sino que ayudan a los científicos a entender la evolución de esta especie o si se están produciendo movimientos por el aumento de la temperatura del mar o por la presencia de especies invasoras nuevas.
Algo parecido pasa con el sonido de las ballenas. Gracias a unos micrófonos acuíferos, muchas veces presentes en los barcos que surcan los mares, los científicos están pudiendo analizar la presencia de diferentes cetáceos en los mares, sus flujos migratorios o la profundidad a la que se encuentran estos animales.
Colaboración con Ifremer
Una de las colaboraciones más intensas del Museo se lleva a cabo con el Instituto Nacional de Investigación Marina Integrada de Francia (Ifremer, por su denominación en francés), en el que trabajan más de 1.500 científicos de diferentes ramas en 24 ubicaciones distintas en los cuatro principales océanos.
«Para proteger y restaurar el ecosistema marino hacemos muchos estudios, algunos de los cuales son proyectos como el que estamos haciendo en colaboración con el museo. Pero también estamos estudiando los patrones climáticos extremos y su impacto en la vida marina y el medio ambiente costero», detallaba Benoît Morin, responsable del proyecto Datarmor e ingeniero líder de IA y alta computación (HPC) en Ifremer. Además, este organismo está tratando de desarrollar un sistema utilizando IA para modelar esos patrones climáticos extremos. «Actuamos como una especie de oráculo o dador de respuestas para el gobierno, así que si alguna institución pública tiene alguna pregunta sobre la gestión de los recursos, seremos capaces de proporcionarles datos reales de campañas marinas o de datos simulados para la predicción», detallaba, añadiendo que esto implica «acumular y producir enormes cantidades de datos relativos al mar» (que provienen de su propia flota – compuesta por 70 buques de diferentes tamaños y características- y red de sensores, pero también de la infraestructura de computación y producción de datos de simulación adaptativa).
Parte de esta colaboración de ambas instituciones galas tiene como objetivo hacer un estudio del genoma de tantos animales especies como sea posible. De momento, este atlas marino estará compuesto por 4.500 especies.
Economía azul
Los datos y recursos de alta computación de Ifremer están a disposición de los científicos. Tan solo deben detallar cuántos datos, cuánta capacidad de computación y por cuánto tiempo lo necesitan para que se les asigne esta prestación. Una vez que se termina, los datos «se sacan y el espacio se cede a un proyecto diferente», según Morin, que asegura que hay cerca de 30 centros de datos de tamaño intermedio (desde mil unidades de núcleo de recursos computacionales a alrededor de 40.000) disponibles.
Es lo que Morin defiende como economía azul. «Estamos acostumbrados a oír hablar de economía verde. La azul es igual, pero referida al mar y los océanos», defendía, añadiendo que, precisamente para respaldar la labor de los científicos, es por lo que ambas instituciones (Ifremer y el Museo) ponen todos sus datos y su capacidad de cómputo al servicio de estas investigaciones.
Con el fin del que el acceso a estos datos fuera lo más eficiente posible, en 2015 se decidió reducir a dos los seis sistemas de almacenamiento diferentes que tenían porque «significaba que era difícil de mantener, necesitaba más operaciones y también significaba que era más propenso a fallos». Teniendo en cuenta, además, que la compra de hardware se financia durante cinco, siete u ocho años, «tenemos que asegurarnos de que será pertinente y duradero. Queremos estar seguros de tener una infraestructura soportada durante ocho años» por lo que llegan, incluso, a comprar sobre el papel. «Estamos orgullosos de haber sido los primeros en comprar algunos de los últimos y más modernos sistemas de NetApp», bromeaba. Por hacernos una idea, Ifremer tenían 15 petabyte de almacenamiento en 2017 (la misma capacidad que cerca de 15.000 iPhone)y tendrán 70 el año que viene.
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