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Sobre despedidas
Planeta Tierra

Con mi avanzada edad, de 91 años desde el pasado 1 de noviembre, aparte de preparar algunos temas para que dure la cosa, empiezo a pensar en cómo será la despedida. En ese sentido, Miguel de Cervantes –no les sorprenda la elección– fue tal vez el autor que más señaladamente les dijo adiós a sus lectores y mecenas, con ocasión de dos libros concretos. El primer desenlace lo situó al final de la parte segunda del Ingenioso Hidalgo, con estas palabras: Señores, dijo Don Quijote, vámonos poco a poco, porque ya en los nidos de antaño, no hay pájaros hogaño. Yo fui loco y ya soy cuerdo; fui don Quijote de la Mancha y soy agora, como he dicho, Alonso Quijano el Bueno. Pueda con vuestras mercedes mi arrepentimiento y mi verdad volverme a la estimación que de mí se tenía…
Así de lacónica fue la primera desconexión del célebre caballero de la triste figura de las gentes que le rodeaban, y más señaladamente de Sancho. El segundo adiós, unos meses después, se formuló con palabras muy sentidas de gratitud:
Puesto ya el pie en el estribo, por las ansias de la muerte, gran señor, este te escribo. Ayer me dieron la extremaunción. El tiempo es breve, las ansías crecen, las esperanzas menguan, y con todo esto, llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir…
Esa fue la dedicatoria/despedida inscrita en el último libro que escribió el Manco de Lepanto, Persiles y Sigismunda, que dedicó al conde de Lemos, su benefactor, a quien dijo deber tanto. Si uno intenta hacer su propia despedida, la cosa no es tan fácil, y habrá que meditar cómo decir el último adiós con tranquilidad de ánimo y pensándose muy mucho lo de una segunda vida. Un tema éste un tanto difuso, como dijo Wittgenstein en el párrafo número 6.52 de su Tractatus Logico-Philosophicus. Léanlo una mañana temprano, hay tiempo…
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