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El tiempo es oro

Planeta Tierra

Ramón Tamames
Ramón Tamames Cristina BejaranoLa Razón

Estoy leyendo la novela de Juan Manuel de Prada, Mil ojos esconde la noche, ya en su segunda parte, que se subtitula Cárcel de tinieblas. Y veo que en los diálogos del París ocupado por los alemanes, desde 1940 a 1944, sale a escena en muchas ocasiones el Dr. Gregorio Marañón, a quien no en vano se llamó trapero del tiempo.

La gente se preguntaba cómo un solo hombre, en materia de Medicina y de Historia fundamentalmente, pudo producir tanto. Incluyendo los numerosos prólogos que escribió para amigos, que buscaban su nombre para vender más libros, razón por la que recibió el segundo nombre de Don Prolegorio.

La verdad es que Don Gregorio sólo dormía cinco horas, suficientes, y estimando que tan breve lapso de descanso era lo mejor para evitar el insomnio y mantenerse en plena forma. Y planificaba cualquier día de la vida como si fuera un viaje: levantarse, las convenientes abluciones, desayunar bien, leer la prensa del escenario mundial para opinar sobre cualquier cosa, salir de casa en coche con conductor, y hacer dos o tres visitas para recalar a la postre en la clínica. Y luego, el almuerzo con algún cliente, paciente, amigo, o incluso algún enemigo de fondo, pero no de forma.

A mitad del día, con condimentos metabolizados de una castiza casa de comidas o el brunch del Ritz, una hora de siesta.

Y después, el resto de la tarde, dar una conferencia –como decía Unamuno, a las 7 la das o te la dan—. Ya en la noche, cena frugal, o quedarse en casa, para una peli en la tele: un filme de esos que llenan de verdad, como Thelma & Louise, o Alguien voló sobre el nido del cuco. Buenos títulos.