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La vida misma
Planeta Tierra

Son ya bastantes las ocasiones en que me he referido en esta columna a temas que hemos tratado, en debates muy a fondo, en el pleno de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Así, este martes pasado, el 25 de febrero, Adela Cortina, una de las grandes especialistas en cuestiones de Ética, hizo la exposición magistral sobre si las máquinas pueden llegar a ser pensantes. E inscribirse como personas, y tratarse con todos sus derechos y obligaciones; al tener capacidades similares a los seres humanos, con plena conciencia. Es un asunto que ya planteó Alan Turing, y que se tradujo en el célebre test de su nombre.
En una intervención que hice al respecto en la Real Academia, planteé que una serie de autores, entre ellos Isaac Asimov, en su novela “Cita con Rama”, da por sentada esa posibilidad. Él configuró todo un planeta en el que las máquinas viven en sociedad de sí mismas, creada mucho tiempo atrás por los humanos, que desaparecieron en un momento dado. Y de una manera más iniciática, Arthur Clark y Stanley Kubrick, en su filme “2001, una odisea del espacio”, dieron por seguro que los robots pueden llegar a ser seres que toman decisiones (HAL es su nombre, anticipo de IBM).
Ampliamente, la cuestión se relaciona con la idea de vida, concepto que como subrayó Carl Sagan, en su obra “Cosmos”, es más complicada de lo que parece. Porque incluso una roca tiene en funcionamiento las subpartículas que componen sus átomos, con una actividad frenética, que algunos consideran como una forma de existir. En el otro extremo está la idea de Noah Hariri de la eventual “deificación” del hombre, al crear vida alternativa a la resultante de la génesis y la evolución naturales de tantos millones de años; en lo que sería un auténtico proceso de deificación de los humanos.
¿Seguiremos?
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