ETA

Condenado a 389 años de cárcel por intentar una matanza de ertzainas con dos bombas-trampa

La Audiencia concluye que el etarra Garitagoitia pretendía “alcanzar al mayor número posible de agentes” con los artefactos, que fueron desactivados en un repetidor de Hernani en 2009

Juicio al etarra Iurgi Garitagoitia Salegi
La abogada del etarra, Jone Goirizelaia (dcha.), durante el juicio a Iurgi Garitagoitia celebrado en la Audiencia Nacional el pasado día 8Chema MoyaAgencia EFE

La Audiencia Nacional ha condenado a 389 años de cárcel al etarra Iurgi Garitagoitia por colocar, el 15 de enero de 2009, un artefacto explosivo en un repetidor situado en el cerro de Santa Bárbara de Hernani (Guipúzcoa) y dos bombas-trampa con las que la banda terrorista pretendía alcanzar a los ertzainas que acudiesen al lugar tras la primera explosión.

El tribunal le condena como autor de 25 asesinatos terroristas en grado de tentativa -tantos como ertzainas, técnicos y policías municipales acudieron esa noche al repetidor- y por los delitos de daños terroristas y tenencia de explosivos. El acusado fue entregado temporalmente de Francia, donde cumple condena por su pertenencia a ETA tras ser detenido en la localidad de Pau en julio del año 2009.

La Sala considera probado que el 15 de enero de 2009 Garitagoitia, entonces integrante del “comando Ezuste”, preparó y colocó tres artefactos explosivos -junto con Joanes Larretxea y Manex Castro, ya condenados por estos hechos- junto al repetidor situado en el cerro de Santa Bárbara de Hernani. El primero explosionó a la una de la madrugada y los otros dos eran bombas-trampa que pudieron ser desactivadas a primera hora del día.

Esos artefactos desactivados tenían una importante carga de metralla para potenciar sus efectos, pues su finalidad “no podía ser otra que la de alcanzar al mayor número posible de miembros de la Ertzaintza, cuando fuesen al lugar con motivo de la primera explosión”. La Sala recuerda que se encontró ADN del acusado “en un recorte de cinta aislante que recubría una pila en uno de los artefactos desactivados”. Además, en la otra bomba-trampa también se hallaron sus restos genéticos ”en una ruedecilla de cartón que estaba en su interior".

Esos dos artefactos “los dejaron ocultos entre la maleza en el camino de acceso” al repetidor, “unidos entre sí con un sedal que atravesaba el camino, teniendo uno de ellos un temporizador” programado a las 3:31 de esa madrugada, “de forma que ambos debían explotar si se tocaba el sedal o si llegaba la hora programada”. A lo largo de ese camino los etarras pegaron con cinta adhesiva tres folios con la inscripción en euskera “kontuz bonba ETA” (cuidado bomba ETA), que repitieron sobre un muro con un spray amarillo.

Como consecuencia de la interrupción del servicio del repetidor acudieron al lugar un técnico de Abertis y otro de Orange sobre las cuatro de la madrugada, pero al ver los carteles con el aviso, "se dieron la vuelta y avisaron a la Ertzaintza". Antes, dos policías municipales subieron al cerro pero no localizaron el lugar de la explosión. Ambos regresaron, junto con 21 agentes de la unidad de Seguridad Ciudadana de la Ertzaintza, "que aseguraron la zona y avisaron a la unidad de desactivación de explosivos".

Sobre las nueve de la mañana llegaron al lugar los artificieros de la Policía autonómica, que pudieron desactivar las dos bombas-trampa, "que no habían llegado a explotar por un defecto en la conexión del temporizador". Ambas contenían 8,5 y 10 kilos de amonal, 40 y 61 gramos de pentrita, reforzante, contenedor de olla de acero, iniciación eléctrica, temporizador y detonador eléctrico.

El servicio del repetidor estuvo interrumpido durante 38 horas, desde la una de la madrugada hasta las tres de la tarde del día siguiente.

El tribunal subraya que la intención de matar se refleja expresamente en la reivindicación que hizo ETA del atentado unos meses después, el 15 de junio de ese mismo año, en el diario Gara, un comunicado en el que se refería que la colocación de estos dos artefactos "con la intención de impactar a los artificieros de la policía autónoma de España"

El ADN del acusado, recuerdan los magistrados en la sentencia, se encontró en las dos bombas que no explotaron, por lo que la Sala considera acreditada la participación de Garitagoitia en la confección de los artefactos. Asimismo, no da credibilidad a su argumento de que cuando construyó la bomba no sabía la acción que se preparaba, pues para preparar esos artefactos “hay que saber con detalle el objetivo que se pretende alcanzar”.

“Ni la composición del artefacto ni el mecanismo de inicio son los mismos si se pretende dañar, que si se pretende alcanzar letalmente al mayor número de personas”, recalca el tribunal, que recuerda que un artefacto destinado a los bajos de un coche “irá provisto de un imán de sujeción y de un mecanismo de iniciación”, uno que pretenda alcanzar a un coche al pasar “tendrá un mecanismo de acción por control remoto” y si lo que se pretende es “que exploten a determinada hora, irán provistos de un reloj temporizador”. El radio de acción que se pretende, añade, “resulta también esencial”, por lo que “sólo conociendo estos datos se pueden preparar artefactos explosivos”.

De ahí que el tribunal esté convencido de que tenía que saber que uno de ellos buscaba provocar daños materiales y los otros dos “iban a ser una bomba trampa para matar al mayor número posible de miembros de la Ertzaintza que se acercasen tras la primera explosión”. Por este motivo, añade, se incluyó metralla y “además de un temporizador se preparó un mecanismo de iniciación por sedal trampa”.

Tanto Garitagoitia como el también integrante del “comando” Joanes Larretxea, miembros “liberados” de la organización terrorista -afirma la Sala-, “se desplazaron a España precisamente para llevar a cabo las acciones del comando, de modo que no sólo tenían que conocer los objetivos, sino también participar de la planificación hasta en sus últimos destalles”. Ambos venían desde Francia “con esa misión”, aunque después existiese “un reparto de papeles” en la ejecución una vez ETA puso a su disposición los explosivos necesarios para cometer el atentado.

Los agentes hallaron ADN de Garitagoitia en un trozo de cinta aislante empleada para sujetar uno de los carteles de aviso, por lo que según la Audiencia Nacional “lo más probable” es que estuviese presente en la colocación de los artefactos en el cerro.

Pero para el tribunal que estuviese o no en el cerro no es determinante para condenarle pues “tuvo un papel de la mayor relevancia, al menos la confección material de las tres bombas”. “Lo que es relevante -argumenta- es que en todo momento tuvo el dominio del hecho”. “Pudo haber evitado que se llevarse a término la acción, desistiendo, pero estuvo conforme con su realización, participando en que se materializase”, recalca.

Los terroristas no consiguieron su objetivo porque el sedal no se accionó y falló la conexión del temporizador, por lo que las bombas pudieron ser finalmente desactivadas ya por la mañana.