Opinión
Pedro Sánchez se equivoca
Acumula cuatro sonoras derrotas diplomáticas en tiempo récord que evidencian, además, que este gobierno asusta en Europa
En la historia del cine hay escenas que se quedan grabadas a fuego y a las que se acude casi de forma involuntaria. Es la magia de la gran pantalla. Y en estos días en los que se ha vuelto a evidenciar el poco peso internacional del Gobierno no he podido evitar acordarme de la oscarizada película sobre la vida del matemático John Nash, “Una mente maravillosa”.
En la escena central, Nash encuentra la inspiración de lo que sería su teoría del equilibrio cuando, sentado en un bar, comenta con sus compañeros las posibilidades con un grupo de mujeres que acaban de entrar. Y entre reflexiones sobre economía y el bien común aparece la revelación: para maximizar las opciones cada uno presentará credenciales a una mujer distinta en lugar de competir. “Adam Smith se equivocaba”, dice Nash.
Pedro Sánchez cree que la diplomacia es un juego no cooperativo donde operarían este tipo de aproximaciones. Sería la única explicación al enorme error estratégico de anunciar casi simultáneamente tres candidaturas diferentes a puestos internacionales en espacio de pocos meses. Algo que señalé públicamente, alertando de que esa ambición desmedida suponía una estrategia errónea y que las fuerzas del Ejecutivo debían centrarse en una importante labor diplomática y negociadora enfocada hacia una única candidatura. Con su decisión, el presidente ha trasladado a Europa su falta de criterio y, también, su escasa fuerza negociadora.
El resultado es desmoralizante para los que llevamos años trabajando la influencia de España en las instituciones europeas e internacionales. El gobierno no fue capaz de conseguir la presidencia del Eurogrupo en mitad de una crisis económica de dimensiones no menores y con una candidata, la ministra Nadia Calviño que, a priori, tenía posibilidades de hacerse con el puesto y así nos lo hizo creer Pedro Sánchez; tampoco la ministra española González Laya estará al frente de la Organización Mundial del Comercio, en el punto más álgido de tensiones comerciales que afectan a Europa y, particularmente, a España; y, fallida también, la candidatura del ministro Pedro Duque a liderar la Agencia Espacial Europea.
A estos tres fracasos hay que añadir el no haber logrado que León sea la sede del Centro Europeo de Ciberseguridad cuando ésta es ya la política más importante para proteger a la Unión Europea de las injerencias de terceros países que amenazan nuestra estabilidad.
Cuatro sonoras derrotas diplomáticas en tiempo récord que evidencian, además, que este gobierno asusta en Europa. Asusta porque la agenda de su vicepresidente Pablo Iglesias se radicaliza día a día a diferencia del anterior gobierno de Alexis Tsipras en Grecia que supo relajar su agenda comunista-populista y por ello se deshizo de Yanis Varoufakis.
Porque lo que pasa en España, se sabe en Europa. Somos la cuarta economía de la zona euro. Cuatro décadas de democracia y esfuerzo compartido nos habían convertido en un aliado fiable que cumple con sus compromisos internacionales.
Sin embargo, nuestras fortalezas y virtudes se evaporan al ritmo del profundo error político que representa la coalición imposible de Gobierno entre Sánchez e Iglesias. Sus acciones y declaraciones no inspiran ninguna confianza. Sus mentiras y su agenda política divisiva son cualquier cosa menos una muestra de seriedad.
Las instituciones del viejo continente siguen siendo sólidas y útiles precisamente porque no son presa del radicalismo ni del populismo que este Gobierno representa. De ahí que, a punto de cumplirse el primer año de la primera legislatura de coalición en España, nuestro política exterior se esté debilitando y esté perdiendo fuerza en la esfera internacional.
Generamos desconfianza fuera y dentro de nuestras fronteras y, eso, al final, se paga. El ridículo internacional es la moneda de cambio a nuestra falta de rigor. Vamos perdiendo el peso que nos corresponde en Europa, se ha debilitado nuestra posición con Marruecos, y la alianza ideológica del vicepresidente Iglesias y su partido con los regímenes bolivarianos nos aleja de nuestra tradicional posición como interlocutores al otro lado del Atlántico.
Las relaciones diplomáticas se tejen con certezas, con el valor de la palabra dada y con sentido de la responsabilidad. Con idénticos mimbres a los que forjan la confianza democrática que vincula al ciudadano con sus representantes.
Es por eso que los españoles merecemos un Gobierno que sepa defender nuestros intereses en el mundo. Porque nuestra reputación internacional nos visibiliza como el país serio que queremos y debemos ser.
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