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Euforia en Génova: el PP se lanza a fusionar Cs

Tras el 4-M, y la ebullición del «ayusismo», la dirección nacional se reivindica como primera fuerza. Aprieta para captar más cargos de Cs y presume de su paz interna.

El presidente del PP, Pablo Casado interviene en el último acto de campaña del partido, en el barrio de Salamanca, a 2 de mayo de 2021, en Madrid Jesús HellínEuropa Press

¿Qué tiene que hacer Pablo Casado para conseguir una victoria como la de Isabel Díaz Ayuso en unas generales? La pregunta es consecuencia del 4-M y tiene dos respuestas. En la organización popular tienden a pisar el freno en la extrapolación de los resultados de Madrid a la batalla por La Moncloa. Pero no así en Génova, donde se han subido a una campaña de entusiasmo y de reivindicación de sus aciertos con el paraguas del «efecto Ayuso» como motor impulsor.

El «ayusismo» está en plena ebullición, igual que Génova, donde sentencian que sus encuestas internas les colocan «como primera fuerza tras el fracaso de la moción de censura de Murcia y las elecciones madrileñas». Tal es el posible efecto sanador del resultado de Madrid, que la dirección popular los considera aval de su plan interno de renovación, criticado por los barones y que ha llevado a desencuentros visibles con alguno de ellos. Para Génova, Madrid también es la prueba del acierto pleno de todas sus decisiones, hasta el punto de que para ellos la victoria de Ayuso sí es extrapolable a nivel nacional porque «en 1995 el PP conseguía en las autonómicas ganar por 20 puntos al PSOE y en las generales conseguía ganarle por 17, con una mejora en el número de votos bajo las siglas del PP de casi 2000.000 votos en Madrid». También recuerdan que en 2011 el partido logró vencer al PSOE por 25 puntos en Madrid y en las generales se impuso al PSOE por 24 puntos. «En los dos casos la victoria en Madrid fue un preludio de un Gobierno del PP en las siguientes generales. sumando siempre cerca de 200.000 votos».

En Génova hablan del 4-M como «la victoria del PP de Pablo Casado» y atribuyen a éste el mérito de haber conseguido «el mejor registro de voto en unas elecciones autonómicas en Madrid». La cúpula de Casado también reivindica con vehemencia el sentido de sus congresos provinciales, impuestos a las organizaciones regionales y que han sido objeto de discusión interna porque entre las baronías se vieron como una maniobra para blindar desde abajo a Casado. En Génova, sin embargo, sacan pecho de su renovación territorial y dan por superados todos los posibles focos de conflicto en provincias clave como Sevilla, Valladolid, Zaragoza o Valencia. Presumen de «un partido cohesionado y en paz» y de estar en disposición de seguir captando dirigentes de Ciudadanos para su proyecto. La pasada semana abandonaron Ciudadanos dos diputados regionales en Valencia y Baleares, que se han mostrado favorables a pasarse al proyecto popular.

Frente a esta exaltación que se respira en Madrid, en el partido hay muchos más matices, aunque reconocen el valor de la victoria de Ayuso y sus efectos a nivel nacional. También han empezado a tomar posiciones sobre las interpretaciones que puedan hacer en Génova de este triunfo arrollador en relación a su posicionamiento estratégico frente a Vox. El aviso que llega a Madrid es que Ayuso ha ganado «con la moderación y la eficacia, no con el radicalismo», y que por eso «ha ensanchado su base electoral con votantes de Ciudadanos y de izquierdas». Además de por el efecto aglutinador «de representar el antisanchismo en la gestión sanitaria y económica».

Las elecciones afectan a la percepción de la relación con Ciudadanos y Vox. El PP entiende que Madrid ha sido la tumba definitiva de Cs y el debate está en cómo deben gestionar ese final. En el partido someten a cierta revisión la estrategia de abrir las puertas a cargos naranjas. Esta estrategia ha sido útil para desestabilizar a los de Inés Arrimadas, pero, «confirmada la defunción», lo que se escucha en las organizaciones regionales es que deben ser selectivos en la política de fichajes. La incorporación a las listas genera recelos y, salvo excepciones, como Juan Marín o Begoña Villacís, en el PP creen que la OPA hostil dirigida desde la dirección nacional ya no tiene el mismo sentido. «Lo más lógico es dejar estar a Ciudadanos, hacerles el vacío y, salvo varias excepciones, hacer las incorporaciones puntuales después de las elecciones».

La valoración sobre Vox es distinta. El 4-M ha sido un freno para el partido de Santiago Abascal y en el PP creen que los resultados de Madrid ciegan la sombra de un fuerte crecimiento o incluso del miedo a un «sorpasso», aunque también asumen que Vox aguantará hasta las generales y que la llegada a La Moncloa exigirá un entendimiento con ellos.

En todo caso, aun con estos matices en el análisis de la repercusión del 4-M, nadie niega que las elecciones madrileñas han dado un giro a las posiciones. Es el PSOE el que se enfrenta a sus crisis internas y el PP ve soplar las tendencias a su favor.

Las elecciones de Madrid han abierto también la expectativa de avances rápidos en la negociación entre Gobierno y PP sobre la enquistada renovación del Poder Judicial. Sería en base a las instrucciones de Europa, la debilidad de Pedro Sánchez y la aceptación del veto a Pablo Iglesias. Estos avances, según la dirección popular, son «cero», y sostienen que tampoco los esperan a medio plazo.

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