Presos

Ice Age en Lledoners

Corre la duda inquietante de si estamos ante la esperanza sanchista o ante la humillación de un país cuando se recibe a hombros a sus delincuentes

Los condenados por el 'procés' salen de prisión en aplicación de los indultos
Los condenados por el 'procés' salen de prisión en aplicación de los indultosKike RincónEuropa Press

Junqueras, Cuixart, Sánchez, Romeva, Rull y Turull –letanía de mis Españas–, salieron de la cárcel de Lledoners al mediodía con una pancarta en la que se leía «Freedom for Catalonia», como diciendo. De pronto, echaron a andar por el patio con ese impulso con el que anda uno cuando quiere mostrarse a sí mismo o a otro que está decidido a algo y, sobre todo, cuando quiere que se vea que se dirige a alguna parte. Querían decir que Cataluña caminaba hacia la independencia y Sánchez les regaló el escenario perfecto para mostrarlo ante el mundo. La mañana venía lluviosa como de ver caer el agua a través de la melancólica ventana del chabolo y cuando salió Junqueras, también salió el sol. Después de soportar durante la pandemia las figuras bélicas y las deportivas, después de hartarnos de doblegar la curva y alcanzar el pico, se vienen ahora las metáforas meteorológicas de un nuevo tiempo. Hubiera sido una ocasión muy oportuna de recitarse unos versos de Antonio Machado

–«Desgarrada la nube, / el arco iris brillando ya en el cielo, / y en un fanal de sombras y de luz, / el campo envuelto»– , pero alguien citó la película «Ice Age» por lo del fin de la era glacial.

Se comenta como milagroso el fenómeno de que en Lledoners hubiera salido el sol y de ahí podía inferirse una nueva sensación climática según el MyWeather de la política catalana. O tal vez respondiera a un milagro de Junqueras, santón de los pueblos elegidos. Oriol anda siempre por ahí tan absorto que se diría que se aparece en una presencia mariana, tan moderado y tan impecable que en las fotos le atraviesan los rayos de la luz del Ángelus como a la «Inmaculada» de Bartolomé Esteban Murillo. El independentismo tiene mucho de creencia y un poco de secta. Hasta Sánchez dice que hay que tener Fe y un nuevo proyecto de país, que vaya usted a saber.

No tienen mal aspecto. Romeva está tan serio, pero muy fit, y a Jordi Sánchez, que entró siendo un niño, se le han endurecido los rasgos faciales y ha adquirido una presencia física notable como de Kirk Douglas en «Espartaco». Rull, en cambio, siempre parece recién salido de la clase particular de golf. Rápidamente le montaron a Junqueras y a los demás apóstoles del «unoó» un altar para que oficiaran todos menos Judas, que vive en Waterloo pero dicen que vendrá pronto. Junto al caminillo de Lledoners hay un prado recién segado y seco, uno de esos campos de espigas duras entre las que se arrancan las liebres y las perdices gordas como bombarderos. Pues allí en ese campo montaron el escenario en el que se subieron los «prusesos» a declamar su convicción de que lo volverán a hacer. Fue aquello una romería veraniega y enloquecida del unilateralismo del que dicen pretender escapar y aquí estamos. Cantaron «Els Segadors». Faltaban dos cajas de sidra. La era recién segada apela a la esperanza del verano y por qué no, del arrejuntamiento y de la erótica del héroe. El rollo campestre y adánico le queda tan bien a los nacionalismos porque en el campo bucólico que hay junto a la prisión, a uno le dan ganas de revolcarse y de que se le suban las hormigas, pues entra en conexión con sus ancestros, con el mandato davínico, la pachamama catalana, etcétera.

Digo que no parecían arrepentidos porque no lo estaban. Junqueras prometió seguir trabajando por conseguir la independencia y cumplir la voluntad expresada en el referendum. Cuixart anunciaba que no habrá indultos que los hagan callar y es posible que en adelante hablen tanto que lleguemos a creer que en el talego les daban de comer lengua. La tesis primera consiste en deslizar que España los suelta porque no tenían cómo mantenerlos en la cárcel. Poco antes, en la Sesión de Control a la Oposición de los miércoles en el Congreso, Gabriel Rufián le recordó a Sánchez que sacaba a los presos a la calle por necesidad y no por valentía, pero se lo dijo en plan cariñoso y cordial.

De Lledoners a la Carrera de San Jerónimo corre la duda inquietante, casi el escalofrío de si estamos ante la esperanza sanchista o ante la humillación de un país cuando se recibe a hombros a sus delincuentes. De entre los helechales del caserío Txillarre, Arnaldo Otegi –otro santo– proclamaba que ahora tendrían que salir a la calle todos los presos de ETA y algunos pensamos en si lo de Lledoners no había sido un Ongi Etorri a la catalana.