Hospitalizado

El corazón cansado de Pujol: «No le gusta lo que ve»

El ex presidente catalán permanece en observación médica tras ser hospitalizado por una arritmia. A sus 91 años y «desolado» por las causas judiciales que le afectan a él y a sus hijos

El expresidente de la Generalitat Jordi Pujol a su llegada al homenaje que la entidad Amics de Jordi Pujol le ha rendido en Barcelona.
El expresidente de la Generalitat Jordi Pujol a su llegada al homenaje que la entidad Amics de Jordi Pujol le ha rendido en Barcelona.Marta PérezAgencia EFE

El destino tiene sus ironías. Y ha querido que precisamente en el aniversario del 1 de octubre, fecha de la consulta ilegal y mientras sus herederos se disputan a cara de perro la hoja de ruta independentista, el ex presidente catalán Jordi Pujol permanezca hospitalizado por una arritmia cardíaca. Así, con el corazón lastimado, tocado su ánimo por el calvario judicial contra toda su familia, anciano, decaído a sus 91 años, el gran patriarca de la saga, Jordi Pujol i Soley, el hombre que gobernó Cataluña durante casi 30 años con un poder absoluto, fue ingresado el pasado jueves tras sentirse indispuesto en su domicilio de la barcelonesa Ronda del General Mitre. Fuentes de la familia indican que la dolencia no reviste mucha gravedad, pero su avanzada edad y los últimos achaques de salud aconsejaron su entrada en el Hospital de Barcelona. Según fuentes del equipo médico que le atendió, se valoró al minuto el alcance de su arritmia y mantuvo al expresidente en observación cardiológica. Mientras, estimaban la terapia adecuada para revertir su arritmia al estado fisiológico de su corazón.

Según estas fuentes, Pujol ingresó consciente, pero las primeras 24 horas eran decisivas para una patología cardíaca que si no es bien controlada y diagnosticada precozmente puede derivar en un infarto agudo de miocardio. No parece ser el caso del ex presidente de la Generalitat, aunque su edad de más de 90 años aconsejó una vigilancia hospitalaria.

Su esposa, Marta Ferrusola, está en una situación neurológica muy delicada, con un alzheimer ya muy avanzado que la liberó, gracias a informes médicos, de su última comparecencia judicial. Por ello, ni siquiera fue consciente de la situación de su marido, que llegó al hospital con suma discreción acompañado por personas de confianza, entre ellas algunos de sus hijos. Tras el resultado de sus pruebas, el equipo médico valoró el estado clínico global de una persona de su edad y, tras descartar una situación crítica, decidió el alta hospitalaria y el traslado a su domicilio bajo observación médica rigurosa que evite futuras complicaciones.

En el entorno familiar afirman que Jordi Pujol, pese a su avanzada edad, mantiene la cabeza lúcida, observa todo lo que acontece en Cataluña con profundo pesar y tuvo unos meses de frenética actividad tras la reciente publicación de su libro «Entre el dolor y la esperanza». Un volumen en el que Pujol se confiesa con un periodista, Vicén Villatoro, y en el que reflexiona sobre su legado político, institucional, el «procés», sentimientos de culpa y la espinosa carga de las cuentas secretas en Andorra.

Precisamente, el pasado día13 de septiembre, el Honorable mantuvo un largo almuerzo con antiguos cargos de su Gobierno, consejeros y empresarios vinculados a la antigua Convergencia, para festejar su 90 cumpleaños, algo que estaba previsto el pasado año y que hubo de posponerse debido a la pandemia. En esta ocasión, el almuerzo fue nutrido y, según algunos de los empresarios presentes, el ex presidente de la Generalitat está «muy tocado por el asunto judicial de sus hijos y desolado por lo que ve». En efecto, según fuentes de la familia, Pujol atraviesa un momento delicado, algo sorpresivo, ante lo que sucede en Cataluña.

«¿En qué momento me equivoqué?», es la habitual pregunta que siempre hace a sus interlocutores. «President, no lo dude, en la elección de su sucesor, Artur Mas». Ésta es la contundente respuesta de muchos de ellos, que acusan directamente a Mas de ser el primer causante del conflicto catalán ahora, en palabras del propio Pujol, en un callejón de muy difícil salida.

Los asistentes a esta comida, propiciada por antiguos colaboradores del expresidente y a la que también asistieron empresarios y diputados de la extinta CiU, no tienen duda: «A Pujol no le gusta lo que ve y tampoco lo entiende». Él se define como un hombre de Estado, que negoció siempre muy hábilmente con los presidentes Felipe González y José María Aznar. «Tiraba de la cuerda, pero sabía hasta dónde para sacar rédito», aseguran estas fuentes, que observan al expresidente muy desolado.

Al calvario judicial de la familia, los procesos de sus hijos, se unen ahora unos problemas de salud de su esposa, Marta Ferrusola. La poderosa «Dona», la mujer que manejo todos los hilos de Cataluña, no pasa hoy por un buen momento aquejada de un alzheimer avanzado, y no es ni la sombra de lo que fue. Pujol, hoy en el aniversario del 1-O, es un hombre con la mirada perpleja, el sentimiento triste y el corazón muy cansado.