España

Cambio de tercio en Cataluña

La incógnita vuelve a situarse en la coherencia del gobierno catalán que hoy por hoy se limita a reconducir sus bandazos porque la mayoría independentista ha muerto y se abre un nuevo camino que ha dado vida a los Comunes

El presidente de la Generalitat, Pere Aragonés, ha arriesgado y se ha llevado el botín en forma de Presupuestos para 2022. Hace apenas una semana, el máximo responsable del Gobierno catalán estaba atado de pies y manos. Por un lado, la CUP ponía el techo en inasumibles peticiones. Por otro, los socialistas y los comunes se ponían al pairo y pedían palomitas y refrescos para ver desde la tribuna como se desangraba el Gobierno, y finalmente, el socio de fidelidad cuestionable, Junts per Catalunya, ponía todos los palos en las ruedas para desgastarlo. Y, todos juntos, jugaban a los vetos cruzados. Los presupuestos se convertían así en el ser o no ser de Pere Aragonés y, sobre todo, en el ser o no ser de la estrategia que ERC había puesto en marcha al inicio de legislatura, el gobernar «el mientras tanto», el mantra de los republicanos para levantar una Cataluña decadente por el duro impacto negativo del procés.

Aragonés se puso al mando y se la jugó. Envió a la CUP a la «papelera de la historia», quebrando la mayoría independentista en el Parlament. La entelequia de la unidad del 52% se fue por el desagüe porque el presidente catalán optó por romper la dinámica de bloques abrazándose a los Comunes de Ada Colau que necesitaban un empujón para volver a la política catalana. Colau lo consiguió exigiendo a los republicanos lealtad en Barcelona, es decir, apoyar la tramitación de los Presupuestos de la ciudad. Lo consiguió. Aragonés llamó a Ernest Maragall que tuvo que hacer un «trágala» de alto voltaje. El líder de ERC en el Ayuntamiento hacía apenas unos días que había votado no a los números de la ciudad. Tuvo que agachar las orejas y con el rabo entre las piernas se rindió con armas y bagajes. Demostró su malestar en la rueda de prensa que tuvo que convocar a regañadientes.

Los socialistas se quedaron compuestos y sin novia. Salvador Illa dio un puñetazo en la mesa el pasado viernes anunciando una enmienda a la totalidad después de tender la mano por activa y por pasiva. Aragonés no se inmutó. No estaba, ni está ni estará al menos de momento, por la labor de situar al PSC en el centro de la gobernabilidad de Cataluña. Hacerlo sería tanto como situar al PSC en la parrilla de salida ante unas nuevas elecciones y darle el empujón necesario para consolidar su poder municipal, el primer reto, supuesto también de momento, en el calendario: mayo 2023.

Solo quedaba por despejar la incógnita de Junts. Las palabras de Jordi Sánchez, el domingo, y Elsa Artadi, el lunes, presagiaban una ruptura. Sin embargo, Junts volvió a lo de siempre a amagar sin rematar. No están las cosas para romper, debieron pensar, y se comieron sus palabras poniendo en evidencia su propia fragilidad.

En conclusión, ERC ha ganado el pulso y los Comunes también. Ha perdido Junts y, sobre todo, ha perdido la CUP, que se ha agarrado a la tabla de salvación de la unidad sobre el procés. Buenas palabras que tienen poco contenido visto lo visto, porque el independentismo por primera vez se ha roto. Los socialistas no han ganado, tampoco lo han perdido todo. Siguen compuestos en la oposición esperando su momento que llegará cuando el gobierno de coalición no tenga cemento para tapar sus numerosas grietas. La derecha catalana –PP, Vox y Ciudadanos– no ha perdido porque simplemente no existe. Han asistido a este debate como convidados de piedra.

Aragonés, con los Presupuestos en la mano, abre una nueva etapa. La política de bloques se ha resquebrajado y se abre un nuevo periodo en Cataluña. Además, el as en la manga de un adelanto electoral empieza a tomar forma el próximo 22 de diciembre. Ese día, Aragonés podría convocar elecciones de forma anticipada en Cataluña. No parece que ese sea el escenario idóneo para los republicanos, pero su sola posibilidad puede poner en el redil a los junteros de Puigdemont.

Aragonés ha ganado en el último minuto, pero el estrés de la política catalana en la que siempre se agotan los plazos ponen en evidencia su inestabilidad. Ahora empieza una nueva etapa. La incógnita vuelve a situarse en la coherencia del gobierno catalán que hoy por hoy se limita a reconducir sus bandazos porque la mayoría independentista ha muerto y se abre un nuevo camino que ha dado vida a los Comunes. De momento, Aragonés ha ganado. Ha hecho de presidente y se ha llevado la partida en este cambio de tercio en Cataluña.