Sabino Méndez

Mal genio oculto

Es evidente que el don de la oportunidad no rige en Garzón. El único activo de Moncloa era la imagen, que está deteriorada

El ministro de Consumo, Alberto Garzón
El ministro de Consumo, Alberto GarzónJ.J. GuillénAgencia EFE

Podría ser que Djokovic y Garzón sean en realidad unos superdotados intelectuales pero que lo disimulen tan bien que hayan conseguido tenernos engañados al mundo entero? Lo sospecho ocasionalmente porque nunca me olvido de aquellos compañeros de clase que todos tuvimos cuando éramos pequeños y que parecían ser unos atontados pero que luego, en cuanto crecíamos, se desvelaban como unos verdaderos genios de la poesía, las matemáticas o los negocios. No descarto esa posibilidad, porque recuerdo que esos futuros genios ocultos sufrían en muchos casos el acoso y la befa de sus propios compañeros por sus torpezas. Lo cual se parece bastante al «bullying» al que sus propios camaradas de gobierno del PSOE están sometiendo actualmente a Alberto Garzón.

Djokovic sufe el «bullying» inverso (es decir, un montón de también posibles genios ocultos envueltos en banderas que lo endiosan hasta el dolor) pero Garzón no. Alberto Garzón ha sufrido directamente el clásico y contundente proceso de creación colectiva del «personaje detestable» desde muy diversos ámbitos y, le guste o no, ha sido ya aceptado de una manera general como el tonto de la clase del curso político por una gran mayoría de la población. Lo cierto es que se lo ha ganado a pulso. Es evidente que el don de la oportunidad no rige su vida. Es muy difícil encontrar a alguien que le supere en decir las cosas más inoportunas en los lugares más inadecuados, en los momentos menos precisos, sea sobre juguetes, sobre dietas, sobre productos cárnicos o sobre lo que se esté hablando. A esas dotes de genio de la impertinencia añade por su cuenta otro indicio de posibles superpoderes: la clarividencia y la profecía. Es tan capaz de ver el futuro que nos anuncia ya que él acabará la legislatura como ministro incluso aunque el globo terráqueo sea destruido antes de ese término por el impacto de un meteorito.

Es lógico, por tanto, que sus compañeros de gobierno del PSOE se encuentren muy incómodos con todo lo que sucede y la tensión empiece a notarse solidificada en el aire. Seguro que los socialistas serían más indulgentes si detectaran en Garzón una voluntad de no llamar la atención después del tropezón y camuflarse a la espera de que todo se olvide. Pero la beligerante manera en que se ha reunido en torno a él la facción de Podemos para defenderlo no hace más que empeorar las cosas. Reafirmándose en querer justificar el error, la brasa se mantiene viva (sostenella y no enmendalla) y así el incendio nunca se apaga.

Desde los socialistas ven con perspicacia que IU ya no es lo que era y que esa defensa numantina que en otras épocas funcionaba, ahora, con el desprestigio de la coalición y el adelgazamiento de figuras relevantes en Podemos, resulta más bien contraproducente y visibiliza las flaquezas generales del gobierno. Un montón de españoles ya entran en internet para saber a qué rayos se dedica el Ministerio de Consumo y refrescan así la extravagante historia de la reciente formación de esa cartera y el intenso aroma a reparto del pastel entre capos que tiene la trayectoria de su creación a medida. Todo eso socava el ya muy deteriorado prestigio de un gobierno cuyo único activo últimamente residía apenas ya en la imagen. Y es que, desde el punto de vista de imagen, incluso hasta las figuras que Podemos pone en liza para reivindicar airadamente al ministro son tan incongruentes que resulta imposible tomárselas en serio. El hombre de la calle espera a un obrero hablando asertivamente y aparece Isa Serra maquillada, cuando no viene acompañada por un hermoso chavalote de melena primorosamente cuidada que se expresa con la rigidez de aquella añeja pose de «las rubias no somos tontas». Así no hay manera de emancipar al proletariado. Y, encima, este tipo de asuntos se envenenan entre socios con mucha más facilidad de lo que parece.