Antonio Martín Beaumont
La alternativa Feijóo marca la agenda
La llegada de Alberto Núñez Feijóo a la séptima planta de Génova 13 le está agriando el carácter a La Moncloa.
Tres nombres propios resuenan después del Congreso del PP de Sevilla. Juan, Esteban y Elías. Los vicesecretarios de Economía y Asuntos Institucionales y el coordinador de los genoveses. Los responsables, bajo la batuta de Alberto Núñez Feijóo y Cuca Gamarra, de esa primera mano de pintura que pedía su cuartel general. Ya no se vende la sede nacional, ahora salen desde allí planes para la gente corriente que se desloma trabajando, soporta caros impuestos y ve asombrada que el Gobierno de Pedro Sánchez la llama “ultra” por querer un respiro impositivo para llegar a fin de mes, pagar la luz y encender la calefacción a su familia.
Juan Bravo es “el cerebro” del documento que Feijóo envió el pasado viernes a La Moncloa para rescatar a los españoles de la crisis económica que les ahoga. Esteban González Pons “el cocinero de las relaciones” que guisó el cambio de las siglas del partido por el escudo de España, consiguiendo de un plumazo presentar al nuevo líder, aun sin ser diputado, como única alternativa, fijar el sabor a “grandes mayorías” y limpiar las trabas para que Sánchez pueda servir las propuestas “desde el minuto uno” para enmendar unas políticas que han llevado al FMI a colocar a nuestro país, junto con Japón, a la cola de los que más tardarán en recuperarse. Y Elías Bendodo “el músico” que ha creado la partitura para que toda su formación la cante al unísono, después de tiempo de shows con voces altisonantes.
La llegada de Alberto Núñez Feijóo a la séptima planta de Génova 13 le está agriando el carácter a La Moncloa. Los sondeos refuerzan la tendencia menguante del presidente. Mientras Sánchez se entretiene en elaborar “golpes de efecto” para resaltar su figura demoscópica, el líder popular marca la agenda y el debate político con propuestas basadas en la experiencia. Medidas centradas en las cosas del comer de las personas corrientes. Los españoles se dieron cuenta hace tiempo de que las “ocurrencias” del aparato de propaganda monclovita jamás llegan a la economía real.
El equipo de guionistas presidencial se esfuerza ahora en crear argumentos para decir “NO” al Partido Popular. Cualquier cosa que suene a disminuir la fiscalidad es anatema para el sanchismo y sus aliados. Pero dar calabazas a Feijóo en este momento es ponerse de espaldas a la clase media y baja. Afirmar, como hizo la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, que reducir impuestos es de ultraderecha e incrementaría la inflación, además de insultar a quienes pagan su sueldo, es embustero. Incluso Macron puso como mal ejemplo a España en su debate electoral con Le Pen. El amigo galo de Sánchez, para resaltar sus buenos datos económicos, citó precisamente cómo sus políticas permiten que los precios de los franceses suban la mitad de los que castigan a los españoles.
Negarse a domar el gasto burocrático y político de una administración tan despilfarradora como la española, con 22 ministros entretenidos en cuitas constantes por obsesiones ideológicas, no tiene sentido mientras los españoles se aprietan el cinturón por el aumento del coste de la vida, ya en el 10%. España no puede seguir en manos de un Consejo de Ministros mastodóntico que salta de chapuza en chapuza cuando más necesarias son personas preparadas para sacar la economía del atolladero.
Tampoco es de recibo que el Gobierno mienta para quitarse de encima la “deflactación” fiscal propuesta por el PP, por cierto, en consonancia con otros países de Europa que ya han hecho sus deberes. Porque no se trata de empequeñecer el Estado de Bienestar, al revés, Feijóo no pide restar dinero a ninguna prestación social, sino devolver por justicia lo que se recauda de más con el aumento de precios y mejorar la eficiencia para no terminar poniendo en riesgo pilares “intocables” que jamás deberían estar en disputa política, como las pensiones, la sanidad o la educación.
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