Rebeca Argudo
Sucedáneo de cara a cara
Pedro Sánchez acepta el cara a cara con Feijóo y, finalmente, tendrá lugar el próximo martes en el Senado. ¿Es esto así? No nos precipitemos. No es exactamente así la cosa. Sánchez ha aceptado debatir , pero solo hablará de lo referente al plan de ahorro energético. Es decir, que acepta pero poco. Además, no será un debate únicamente con el líder de la oposición en el que contestará a sus preguntas, un cara a cara propiamente dicho, sino que cualquier partido podrá formular sus propias preguntas (únicamente sobre el plan energético, claro). O sea, que acepta un poco menos todavía. Así pues… ¿Es correcto sostener que Sánchez ha aceptado el debate que proponía Feijóo? Me atrevería a afirmar que no, que en absoluto. Pero claro, hay que controlar el relato, que algo de Iván Redondo queda. Así que Moncloa anuncia que el presidente recoge el guante a gritos y, con la boca pequeña, reconoce que sí pero (qué peligro tienen las adversativas) limitando la temática y abriendo las intervenciones.
Estaba claro que había truco pero no nos acostumbramos a que sean tan descarados. No aprendemos. Y tienen razón los populares al manifestar abiertamente su descontento. Se encuentra nuestro país a las puertas de un invierno complicado (disculpen el eufemismo), y que el presidente conteste a las preguntas de la oposición debería ser un ejercicio de transparencia al que no debería negarse. Ni tampoco la ciudadanía debería normalizar que lo haga. Porque, no nos engañemos, aceptar la propuesta de un «debate sereno» y transformarla por el camino en un «hablaremos, pero solo de lo que nosotros digamos» es rebajar el cara a cara a mera comparecencia. Es decir, es un no aceptar. ¿No hay nada que explicar respecto a política exterior, economía o asuntos sociales? Por la actitud del Gobierno, parece que no.
Tengo serias dudas sobre si Feijóo hace bien aceptando este sucedáneo de cara a cara, que no es otra cosa que admitir el terreno de juego impuesto por Sánchez y también su marco teórico. Y es difícil ganar ahí. En mi opinión, debería plantarse y dejar claro que es Sánchez quien no ha aceptado el debate y ha intentado imponer una comparecencia con preguntas disfrazada de espíritu democrático. No es que deba sorprendernos (es Sánchez, señora) pero sí es hora de que alguien dé un golpe en la mesa. Da igual que bramen las cáfilas de acólitos sosteniendo que Feijóo se ha hecho cacotas. Lo importante es romper con el juego envenenado, con ese eterno claudicar por el qué dirán.
Acudir es ser actor de la tramoya socialista, aceptar como definición de «debate sereno» que el presidente del Gobierno más caro de la historia de la democracia, ese que a principios de este año ya había infringido la ley de transparencia en más de 1.200 ocasiones, se niegue a contestar en el Senado a preguntas sobre su gestión y sus decisiones. Eso o aprendamos de ellos: universalicemos la ausencia de decoro y que todos los partidos en el poder apliquen el «método Bolaños», consistente en, ante cualquier propuesta de diálogo, contestar con un «estamos encantados de debatir. No olvidemos que [inserte aquí el nombre del líder de su partido] es el que más veces ha debatido en democracia. Es una oportunidad para [inserte aquí el nombre de su partido] para explicar todo lo bueno que ha hecho para la ciudadanía». Y luego ir y hablar de lo que les dé la gana y contestando solo a quién les apetezca. Con un par. Total, el mundo ya no es de los valientes, es de los sinvergüenzas.
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