Jorge Vilches
La enfermedad socialista
Todo candidato que los socialistas pongan en cualquier sitio de España será un delegado del sanchismo
Preguntaron a Almeida, alcalde de Madrid, por el retraso en la designación del candidato socialista para las elecciones de mayo de 2023. La respuesta es un diagnóstico de la enfermedad que padece el PSOE: «Me da igual mientras lo elija Pedro Sánchez».
Todo candidato que los socialistas pongan en cualquier sitio de España será un delegado del sanchismo, que cargará con la antipatía que genera su líder por su personalidad y mala política. Nadie quiere tener a una marioneta de Sánchez en su ayuntamiento o comunidad autónoma.El socialismo está mal en toda España porque el sanchismo lo ha herido de muerte.
El liderazgo de Sánchez es el propio de una relación tóxica. Los socialistas saben que les hace daño, pero no pueden deshacerse de él porque son dependientes de su poder. Sánchez eliminó la democracia interna del partido con el sistema de la negociación previa, y liquidó los órganos de control de la secretaría general.
Nada se hace en el PSOE sin la aquiescencia de Sánchez. Hoy es impensable una rebelión como la que tuvo lugar en 2016, cuando echaron a Sánchez por querer un pacto con podemitas y nacionalistas. Ahora, los socialistas son conscientes de que sin su presidente no son nada. Todo socialista piensa que puede ser destituido sin explicación alguna a pesar de la lealtad demostrada. Es el relato de un maltrato que no puede acabar bien.
El mejor ejemplo es la situación del socialismo madrileño. ¿Quién será el candidato? Nadie conoce a Lobato, el actual «dirigente» del PSOE en la comunidad, ni a Mar Espinar, portavoz en el ayuntamiento.
Descartada la delegada del Gobierno, tampoco cabe un famoso. Ya la pifió con Pepu Hernández en 2019, que cosechó el peor resultado electoral del Partido Socialista desde 1979, e hizo una oposición olvidable. De hecho, tanto a nivel autonómico como municipal los socialistas han pasado a ser tercera fuerza. Esto es grave: el partido del Gobierno no pinta nada en la capital del Estado.
La solución de Sánchez, que no del PSOE, es poner a un ministro como candidato. Nunca funcionó ese sistema. Fernando Morán, encargado de Exteriores con Felipe González, y que derrotó a Joaquín Leguina en las primarias, no funcionó en 1999. Trinidad Jiménez no pudo con su primo Ruiz Gallardón, como tampoco logró nada Miguel Sebastián, el ministro de Rodríguez Zapatero. La conclusión es clara: los electores los ven como títeres de un Gobierno nacional que no les gusta.
En esta ocasión Sánchez está barajando algunos nombres de ministros para Madrid. Usará la convocatoria para hacer una crisis de Gobierno. Puede quitarse de en medio a Pilar Llop, la ministra de Justicia que oye voces en el metro que le hablan del CGPJ, y que fue número dos en la lista de Ángel Gabilondo.
También suena Grande-Marlaska, que tendría que defender en Madrid la política de conciliación con Bildu y el mundo de ETA, y que prefiera a Arnaldo Otegi antes que a Feijóo. Esto no se entiende en ningún sitio, y Madrid no iba a ser menos. Se oye hablar de Reyes Maroto, ministra de Industria, que sería la candidata más floja, destinada a calentar escaño en la Asamblea o Ayuntamiento, y que acabaría yéndose a alguna multinacional del ramo.
A otro nivel están los otros dos nombres que Sánchez, no el PSOE de Madrid, está barajando ahora. Uno de ellos es Félix Bolaños, el Caín de Iván Redondo, el que puso la trampa a García Egea con Ayuso y la renovación del Consejo General del Poder Judicial, pero sin experiencia alguna en enfrentamientos electorales directos. Eso sí; tendría detrás todo el aparato gubernamental de propaganda.
Si Sánchez nombra candidato a Bolaños es para quitárselo de en medio, como a Margarita Robles. La ministra de Defensa no es militante del PSOE y es un dolor de muelas para Podemos, pero estamos en plena guerra en Europa y sería una irresponsabilidad. Aunque es Sánchez y todo le da igual.
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