José Antonio Vera

Obligados a entenderse

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo
El líder del PP, Alberto Núñez FeijóoTarekPP

Estamos al comienzo de una larguísima precampaña electoral y no es éste el periodo más propicio para que ningún líder ni partido revele sus cartas. Por tanto, ni el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo ni el de Vox, Santiago Abascal van a contarnos que es lo que tienen previsto para el día después de las generales. Bien es verdad que hay cuestiones que parecen obligadas e incluso inevitables. El presidente del PP intentará ganar por mayoría absoluta, cierto. Intentará no depender de nadie, correcto. Pero es más que probable que al final tenga que gestionar pactos, pues las encuestas, siendo como son hoy muy favorables, no le dan por encima de los 150 escaños, y en ese caso la negociación con terceros es imprescindible. Pongamos que incluso pudiera llegar a 160.

Igualmente a Feijóo no le valdrían acuerdos puntuales con los canarios, navarros, Teruel Existe e incluso el PNV. Necesitaría entenderse con Vox. Algo de lo que el gallego es consciente. Razón de más para justificar encuentros como el que mantuvo hace una semana en secreto con Abascal. En secreto relativo, pues en España no hay secreto que dure más de diez telediarios. Pero con suficiente sigilo como para que no se les llenara la cita de periodistas con micrófonos y cámaras que harían imposible una conversación sosegada.

Hablaron durante una hora, según el Partido Popular (dice Vox que dos), y quedó claro que ambos son capaces de mantener una relación cordial y hasta cercana, por encima de estrategias puntuales. El partido verde sabe que los azules intentarán ocupar La Moncloa sin su apoyo. Intentarán primero sumar con las diferentes minorías. Intentarán después pedirle al PSOE (que ya no sería el de Sánchez) que se abstenga «por el bien de España». Pero dado que no se abstendrían, o al menos eso parece, tiene claro Alberto Núñez Feijóo que hay que evitar una repetición de las elecciones, y para eso tendría que arreglarse con Vox, como en Castilla y León. Otra cosa los votantes no lo perdonarían.

De manera que el tanteo está hecho y la semilla echada. En lo personal, ambos tienen cierto feeling, una corrección de ex compañeros de partido muy lejana al enfrentamiento con Pablo Casado. Feijóo es tan práctico que es capaz de mantener relaciones cordiales hasta con Yolanda Díaz, su más acérrima enemiga ideológica y política, después de Sánchez.

Y con Abascal todo es más fácil: coinciden en las recetas económicas, se acercan en las sociales y discrepan pero no a muerte en temas territoriales y espirituales. Pero en lo más importante, o sea, la gobernación de España, desalojar del poder al social-podemismo, insertar algo de cordura en la política fiscal, en la sanidad y la educación, en la política exterior, no hay diferencias insalvables. Lo que más imposibilita el acercamiento son los marchamos. La marca ultra con la que tildan en Europa a los aceitunos. Al gallego eso le agobia, aunque menos tras lo ocurrido en Italia. Para Bruselas, mejor que gobierne el PP con cierto apoyo de Vox que no Abascal sustentado por Feijóo. Claro que eso aquí no va a ocurrir. Al menos por ahora. Vox está a la baja. Lo de Macarena Olona les ha hecho un roto.

Santiago Abascal no es Meloni ni Feijóo Berlusconi. Por tanto, no se va a repetir en Iberia la experiencia romana. El expresidente de la Xunta ve su horizonte despejado, está jugando bien las cartas, está llevando a Sánchez a su frente, le está desquiciando en realidad con su mano tendida, sus buenas formas, su discurso templado, la batalla por reducir la fiscalidad en un momento en el que nada le importa a los españoles más que llegar a fin de mes, poder pagar la luz y que no nos falte este invierno el gas para calentarnos.

Feijóo tiene más de la mitad del camino recorrido y si no comete errores de bulto, que no los cometerá, llegará y se sentará en La Moncloa con Vox o sin Vox.