Tomás Gómez
Pelearse con los jueces
El enfrentamiento de Sánchez con el Poder Judicial empieza a tener la respuesta, un buen ejemplo es el auto del juez Llarena en el que resuelve procesar a Puigdemont por desobediencia y malversación.
La desobediencia no está penada con cárcel y la malversación ha visto reducida su pena de los dos a seis años que dictaba el anterior Código Penal a una de entre uno y cuatro años después de la modificación. Sin embargo, Llarena ha encontrado el argumento legal para juzgar al independentista por el delito de malversación agravada que conlleva prisión de hasta doce años.
La resolución bombardea la línea de flotación de los objetivos del Gobierno en otro frente añadido: la decisión que debe tomar Marchena sobre la inhabilitación de los condenados por el «procés» y que se conocerá en breve.
Llarena ha intentado apuntalar una línea jurisprudencial que, de ser seguida en el asunto de la inhabilitación, los afectados no tendrían una reducción significativa. La consecuencia más visible es que Junqueras no podría ser el cartel electoral de ERC.
Si Sánchez quería apaciguar a los independentistas con cesiones que incluían la disminución de penas, ha conseguido incendiar a todas las partes. No solo ha enfadado a los jueces y a buena parte de la sociedad española, sino que la reacción de los separatistas puede ser bastante agresiva si no consiguen lo que quieren.
Pero Junqueras tiene cogida la medida de Sánchez. Sabe cómo y dónde tiene que apretar al líder socialista para que ceda. Por eso no es de extrañar que, en la medida en que no logra todas sus exigencias, se vuelva a activar la confrontación con el Estado.
Fue una mala decisión poner en el punto de mira al Poder Judicial que, si bien, es cierto que no es totalmente ajeno a la política, hubiese sido más inteligente para el PSOE buscar miembros moderados para el Tribunal Constitucional y para el Consejo General del Poder Judicial que intentar imponer a los afines.
A Sánchez la toca sortear lo que salga de los tribunales y al Partido Popular a la vez, pero no conseguirá que se olvide la cuestión catalana. El líder socialista es el único responsable de lo que pase en municipales y en generales, tanto si el PSOE obtiene un buen resultado como si es malo.
Lo peor para los socialistas no sería perder sino que, derrotados, Sánchez hiciese un nuevo acuerdo de investidura. Hundiría al PSOE para mucho tiempo.
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