El análisis
Ábalos en tractor
Su explicación elude tratar el tema de las responsabilidades políticas e intenta poner el foco sobre la presunta inocencia penal
Es curioso comprobar como, muchas veces, nuestros peores defectos proceden de una práctica drásticamente exagerada de nuestras cualidades. El sanchismo siempre quiso jactarse de ser persistente. Con una biografía plagada de derrotas, no resulta extraño que, desde el punto de vista del márquetin, escogiera esa cualidad como bandera. Se trataba de dar a entender que ser capaz de levantarse tras cada batalla perdida y volver a la pelea por cualquier medio era una virtud. El relato se llenaba de manuales de resistencia, de heroicos renacimientos de los que caían, de luchas en solitario contra el mundo por unas ideas (que se debía dar por supuesto que eran buenas).
Como siempre suele suceder, este tipo de estrategias publicitarias y comunicativas tienen al final su doble filo. El envés de todo ese relato mítico ha sido que ahora cualquier espabilado del sanchismo que se ve pillado en una situación comprometida usa ese argumento como burladero para hacer lo que más le conviene y dejar con cara de bobo a sus compañeros de partido.
Ábalos no abandona su escaño en el Congreso y pasa al grupo mixto. Su explicación elude cuidadosamente tratar el tema de las responsabilidades políticas e intenta poner el foco sobre la presunta inocencia penal para argumentar que así puede defenderse mejor. Dejemos de lado el tema de sí no podría dedicar mejor sus energías a lavar su reputación (si es que está fabricada de tejido sintético y lavable) no teniendo que atender obligaciones de representante del pueblo.
El verdadero problema es que ese asiento nos cuesta siete mil euros mensuales a toda la población. Y pagamos ese importe, más o menos a gusto, para que se sienten en ellos nuestros representantes políticos. Por tanto, la pregunta que se hacen todos los españoles en este momento es, entonces, Ábalos, sentado ahora cómodamente en su escaño, ¿a quién representa? La insistencia en no aceptar ese hecho tan obvio ya no es capacidad de persistir, sino pura cerrilidad.
Cuando la persistencia se convierte en cerrilidad ante la realidad, desemboca siempre en dogmatismo. Y no creo que el proyecto democrático de nuestro país sea precisamente querer tener un hemiciclo repleto de dogmáticos.
Si se organiza una coalición en base a perdedores es más que posible que sucedan este tipo de procesos. Lo que se da por supuesto que es legítima persistencia se va convirtiendo ante la impotencia operativa en tozudez y esta lleva inevitablemente a la cerrilidad. Ese fue el desarrollo de la trayectoria política de Irene Montero y su entorno. El tiempo nos dirá si el resquebrajamiento y disgregación del sanchismo procederá de un proceso parecido, pero no resulta inimaginable pensar en que podamos presenciar como Francina Armengol también se niega a asumir cualquier responsabilidad política derivada de su actuación durante la pandemia y tengamos que ver al principal órgano de debate legislativo de nuestro país dirigido por una persona encastillada en sus posiciones personales. La capilaridad del fraude de las mascarillas hace muy difícil decir hasta donde llegará su alcance. Tanto más contaminante cuanto que no se basa en cerrilidad ideológica (como en el caso de Irene Montero) sino en un puro beneficio económico fraudulento cometido contra el contribuyente. No digamos ya lo que puede derivar ante las posibles consecuencias que fueran susceptibles de aparecer a la hora de reexaminar el papel de Ábalos cuando era el hombre de confianza del propio presidente del gobierno.
Para agravar el panorama de cabezonería, estremece pensar que la viga en que el gobierno quiere sostener su próximo proyecto es nada menos que Puigdemont, conocido en Cataluña por su cerrilidad dogmática que alcanza niveles de insolubilidad mineral casi psicodélicos. Yo no sé si tal porcentaje de cerriles, tozudos, cabezotas y dogmáticos en el Congreso de los diputados es algo que el votante español pueda absorber. Pero si sé que es razonable pensar que este es probablemente el resultado inevitable de cimentar todo un proyecto político únicamente en la persistencia y la resistencia como valores fundamentales. Vista en las carreteras la persistencia del agro español, todo el parque nacional de automovilistas en pleno estaremos temblando ante la perspectiva de que a alguien no se le vaya a ocurrir regalarles tractores a sus señorías.
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