Opinión
Se abrió la veda
Ya no hay miedo a hablar, y eso agravará el problema
Varios ex altos cargos de Transportes no pueden más y dicen basta. Las irregularidades han sido continuas durante años y les es imposible seguir soportando la presión. Cierto que alguien puede decir que deberían haberlo denunciado en su momento, o sea, cuando conocieron la sucesión de despropósitos vividos en el Departamento, en tiempos de Ábalos. Es verdad. Pero también hay que comprender que no es fácil para alguien que depende de un sueldo público, con el que sostiene a su familia, arriesgarse a plantear denuncias en los tribunales exponiéndose a que todo salga mal y se quede sin trabajo. Pero lo cierto es que hay antiguos colaboradores del exministro que ya no pueden más, y así se lo han trasladado a LA RAZON, afirmando “se está cubriendo a mucha gente”, en referencia a lo sucedido en torno a la compra y reparto de mascarillas durante la pandemia. Expresiones como “no paran de mentir” o “se lo inventan y listo” son habituales en una conversación que viene a ratificar lo que ya muchos intuíamos y ahora sabemos: entraron a saco actuando con impunidad, sin importarles nada las normas, los protocolos, las regulaciones y lo que pudiera pensar la opinión pública. Estaban administrando el poder y eso bastaba.
Nos obligaron a no viajar, a encerrarnos en casa, a llevar tapabocas, a tener miedo todo el día cuando ellos se dedicaban a vulnerar cuanto prescribían. Cazaron en plena juerga a Armengol y ya sabemos de las andanzas de Koldo y Ábalos, caso de demostrarse lo publicado sobre las estancias en Paradores. Algunos de los trabajadores de estos hoteles del Estado cuentan hoy lo que parece era ayer un secreto a gritos. Claro que si no hay pruebas fehacientes serán las palabras de unos contra otros. Y cabe dudar que estos asuntos acaben en los tribunales, hasta arriba de denuncias contra los entornos de la “banda de los cuatro”. Pese a lo cual insisten aún algunos en pasarse las normas por donde les place.
La operación de Gallardo en Extremadura, para zafarse del juicio oral en el caso hermanísimo, es de las que escandalizan. “Comprar” una dimisión a cambio de un sueldo de delegado gubernamental da una idea bastante clara de lo que cuentan los perfiles para los cargos públicos. Importa colocar a la gente, y que cobren bien, pero da igual que sepan mucho o poco, o incluso que no sepan nada. Ayer declaró Miss Asturias, otra de las amigas de Koldo y Ábalos. Antes fue Jessica, y por ella supimos que se le pagaba por no saber, por no trabajar y por hacer nada. Esto era del conocimiento de bastantes funcionarios, que callaron entonces por miedo a represalias y para evitarse líos. El problema es que los líos están ya aquí, y les pueden salpicar. Si alguien firmó algo o pagó alguna cantidad sabiendo que no debía, se va a encontrar con una situación difícil ante un juez o un tribunal. Aquello de “yo cumplía órdenes” no es eximente, sobre todo cuando se era consciente de que las órdenes encubrían iniquidades contrastadas.
Por eso quizás ahora a muchos les están entrando ganas de distanciarse de cuanto sucedió en aquellos días infames. Sólo que eso hay que documentarlo. El sistema español es tan garantista, que cualquier acusación hay que acreditarla con material probatorio consistente, se trate de un documento o algún otro tipo de prueba, de esas que no dejan lugar a dudas, por su contundencia. Pero lo que debe inquietar tanto a Ábalos como a Sánchez, es que se ha abierto la veda. Ya no hay miedo a hablar, y eso agravará el problema.