El desafío independentista
Artur Mas: «Si queréis salgo ahora mismo y convoco elecciones»
El líder de ERC le reprendió tras la reunión del jueves con los partidos pro consulta. El president amenazó con salir y convocar elecciones
El líder de ERC le reprendió tras la reunión del jueves con los partidos pro consulta. El president amenazó con salir y convocar elecciones
Sucedió tras la segunda reunión del bloque soberanista celebrada el jueves, tensa, con profundas grietas y una imagen pública falsa de unidad. El distanciamiento entre Artur Mas y Oriol Junqueras era palpable, con presiones muy fuertes de Esquerra Republicana y la CUP en su desafío a la legalidad. Fue entonces cuando en un receso algunos dirigentes de Convergència se lo escucharon decir: «A Mas se le acabó la fiesta». Palabras duras, amenazantes, un claro aviso de Junqueras al presidente de la Generalitat. Como una metáfora en vísperas de La Hispanidad, Día de la Fiesta Nacional que nunca celebra, el presidente catalán atraviesa sus horas más bajas, mientras el Gobierno de la Nación advierte que una consulta paralela, descafeinada, sería también impugnada de inmediato.
Según fuentes de toda solvencia, la indignación en los cuadros convergentes es cada vez mayor con la actitud de los republicanos: «ERC va a la suya y Junqueras dejará colgado a Mas». Así lo afirman muchos dirigentes de CDC, críticos con las cesiones del presidente de la Generalitat que sólo benefician a Esquerra. Las diferencias crecen cada día, como lo revela la otra amenaza que lanzó Artur Mas en la cumbre con los partidos independentistas. «Si queréis, salgo ahora mismo y convoco elecciones». Algo que no interesa ni a Convergència ni a ERC. A los primeros, porque la sangría de votos es tremenda. Y los segundos, bien situados en las encuestas, prefieren fortalecer su mayoría en el poder municipal, en vez de un Gobierno en minoría en la Generalitat. Como siempre, «éstos sólo van a lo suyo», insisten los convergentes hartos de la sumisión a Esquerra.
La celebración del 12 de octubre escenifica claramente la división de la política catalana. Ningún partido del bloque soberanista participa en acto alguno. Tradicionalmente, tampoco ningún presidente de la Generalitat acude a la parada militar y posterior recepción que los Reyes de España presiden en Madrid. Únicamente el socialista José Montilla lo hizo el primer año de su Gobierno al frente del tripartito. No obstante, a pesar de estas ausencias, todos coinciden en que nunca la relación entre ambos gobiernos fue tan mala como ahora. «No existen puentes, tan sólo pulsos a través de los medios», explica un alto cargo de la Generalitat. Por su parte, en La Moncloa mantienen su hoja de ruta: diálogo sí, pero dentro de la legalidad. Y lamentan que Mas persista en su actitud sin salida contra la Constitución.
El PP y Ciudadanos sí festejan la Hispanidad. La delegada del Gobierno, María de los Llanos de Luna, ofreció el viernes la habitual recepción, a la que asistieron Alicia Sánchez-Camacho, dirigentes de Ciudadanos y miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado. No estuvieron, pese a estar invitados, ni Artur Mas, ni el alcalde de Barcelona, ni ningún miembro de la Mesa del Parlament, presidido por la controvertida Núria de Gispert. El plante evidencia las crispadas relaciones entre el Gobierno de Mariano Rajoy, que persiste en el cumplimiento de la ley contrario a la consulta secesionista, y la Generalitat, que mantiene su desafío. Por otro lado, el acto «la España de todos», organizado por la Sociedad Civil Catalana, será una concentración ciudadana, festiva, en la Plaza de Cataluña, para reivindicar unidad y pluralidad frente a la independencia. Ninguna autoridad del Govern, Ayuntamiento y Parlamento se sumará a ella. Tampoco los socialistas acuden oficialmente a estos actos, tal como expresó su primer secretario, Miquel Iceta, algo que ha molestado en Ferraz. Sin embargo, fuentes del PSC aclaran que es una postura puramente «testimonial» y que Iceta habló con el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, al respecto. Su relación sigue siendo buena y de respeto por ambas partes. «No es lo mismo hablar en Madrid que en Cataluña», dicen algunos diputados catalanes en el Congreso, como prueba de la difícil situación de equilibrios que atraviesan. En todo caso, tanto en el PSC como en la sede federal de Ferraz consideran este asunto un tema menor y apuestan por una reforma constitucional como paso previo para evitar «el choque de trenes».
A día de hoy, las tensiones en la federación nacionalista aumentan. Conocida la postura del líder de Unió, Duran Lleida, sobre la única posibilidad de una consulta legal y contraria a la agitación callejera de la Asamblea Nacional de Cataluña, no todo es unanimidad en Convergència. «Pasamos de las rosas a las espinas», dice un veterano del partido. La exaltación soberanista del principio se torna ahora en pesimismo e indignación. Lo primero, porque cada día pierden más apoyo ciudadano. Y lo segundo, porque ERC recoge todos los frutos. «Sin mover una rueda van en coche y sin mojarse», se lamentan los críticos.
En puertas de la semana decisiva hacia el 9-N, la famosa Junta Electoral vigilante del referéndum también se ha roto. El jurista Joaquín Berré, de Iniciativa por Cataluña, provocó un terremoto con su salida y unas declaraciones explosivas: «No existen las mínimas garantías democráticas para la consulta», aseguró tajante. Ello le ha acarreado amenazas y demuestra divisiones en el seno de ICV, donde muchos de sus cuadros no secundan la posición soberanista de Joan Herrera y prefieren la tradicional estrategia de izquierdas ecosocialista de la coalición.
Los plazos se acaban y la incertidumbre sigue. El Govern no ha publicado el censo del referéndum, algo que es claramente ilegal, y las organizaciones independentistas, la ANC y Ómniun Cultural, persisten en concentraciones callejeras. Las últimas no han cumplido sus expectativas y se percibe un creciente hartazgo en la ciudadanía. Nadie se atreve a pronosticar qué hará Artur Mas el 9-N, pero todos coinciden en que el calendario se agota y el Gobierno mantiene una serena firmeza con diálogo dentro de la ley. Cuando a algunos diputados catalanes se les pregunta qué pasará, responden con dudas, nadie lo sabe. Pero expresan un diagnóstico claro: «El tiempo y ERC corren en contra de Artur Mas». Aunque él, de momento, no parece verlo.
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