
Ecuador de la Legislatura
El cambio de gobierno pasa por el «consenso» de Sánchez con Illa
Tensión en los ministros. El presidente de la Generalitat se consolida como actor clave en cada decisión. «Sánchez no puede hacer nada sin consultarle»

Pedro Sánchez tiene en mente una remodelación importante del Ejecutivo. Fuentes gubernamentales explican a LA RAZÓN que el líder socialista lleva meses madurando los cambios y que puede precipitar todo antes de noviembre. Según el relato de estas mismas fuentes, el estallido del «caso Cerdán», así como el procesamiento del fiscal general y de David Sánchez, hermano del presidente, habrían frenado la maniobra. Ambos, además, tendrán que ir a juicio próximamente.
Lo cierto es que el líder socialista no quería de ninguna manera que el cambio en la coalición se asociara al momento de mayor debilidad política que ha vivido desde que cogió las riendas del país hace siete años.
En cualquier caso, Sánchez está decidido a empezar una «nueva fase» con otro gabinete, que será el reflejo con el que planea presentarse ante los españoles en las próximas elecciones generales. Moncloa repite machaconamente que las urnas se abrirán en 2027, cuando toca. Si algo necesita el Ejecutivo y el partido es tiempo para reconfigurarse e intentar resistir contra todo pronóstico.
Además, en Moncloa cuentan con que en los próximos meses aparecerán en la agenda mediática y política más casos de corrupción que afectan al PP, como el que ha tocado al exministro Cristóbal Montoro, y que estos le permitirán empatar el partido. El problema es que el descontento por la tensión política y por la pelea de gallos del bipartidismo –la caza de brujas de los títulos falsos es el último ejemplo– lo está capitalizando Vox.
Eso sí, en el gabinete de Sánchez no se ve precisamente como un problema que Santiago Abascal crezca en las encuestas de intención de voto, puesto que hay quienes piensan que eso puede movilizar a los votantes progresistas. Aunque fuentes socialistas al tanto de los flujos demoscópicos advierten, en conversación con este diario, que «el miedo a Vox ya no moviliza tanto como antes», entre un nada despreciable 25% de los votantes que hace dos años optó por la papeleta del PSOE.
Las fuentes consultadas, en cualquier caso, inciden en que Sánchez, como ya hizo este verano en el aparato del PSOE, tras el encarcelamiento de su ex número tres Santos Cerdán, hará varios retoques en Moncloa «como culminación a la crisis» que tan tocada ha dejado la credibilidad del presidente.
Está por ver qué ocurrirá con el núcleo de máxima confianza de Sánchez en el Consejo de Ministros, compuesto por María Jesús Montero, Félix Bolaños, Óscar Puente, Óscar López y Pilar Alegría. Aunque nadie se atreve a dar por segura la salida de alguno de estos pesos pesados.
A la espera de las andaluzas
De hecho, la propia vicepresidenta primera insistió esta semana en que no se irá del Gobierno hasta que no esté claro el escenario en Andalucía, donde se medirá al popular Juanma Moreno. Montoro, pieza clave del Ejecutivo, tiene aún mucha tela que cortar en el gabinete. El presidente de la Junta tiene intención de mantener los comicios en 2026, cuando corresponde, pero no descarta un adelanto si Sánchez convoca antes, algo que el entorno del presidente descarta por completo porque la proyección electoral de los socialistas y de sus socios de Sumar es más que mala. «No hay ningún incentivo», explica un estrecho colaborador del líder socialista.
En verdad, hay ministros que tienen muchas opciones para hacer las maletas. Quizá el primero de ellos es el titular de Interior, Fernando Grade-Marlaska. Las fuentes consultadas apuntan a los ministros que han pasado todo este tiempo sin emprender reformas de calado.
«Quien más, quien menos, ha logrado algo. Isabel Rodríguez tiene su ley de vivienda; Pilar Alegría, su ley de educación; Bolaños está intentando su reforma de la Justicia y pactó con el PP el desbloqueo del CGPJ; Yolanda Díaz tiene la reforma laboral y pelea ahora la reducción de jornada. Pero basta pensar en quienes están de vacío», explican. Y, en efecto, el titular de Interior es uno de los que, tras siete años al frente, ha sido incapaz de llevar a puerto un solo cambio estructural de calado en su departamento.
Además, es un ministro quemado, como adelantó este diario en exclusiva, por la investigación de la UCO sobre Cerdán de la que no llegó nada a oídos del presidente. Si bien es cierto que Sánchez cerró el curso esta semana en Marivent negando que fuera a hacer cambios, la realidad es que tiene a todo su equipo en tensión.
El presidente, que disfruta de unos días de descanso en Lanzarote, se reunirá allí con Salvador Illa y con el propio Marlaska. El líder socialista acostumbra a hacer de sus estancias en Marivent pequeñas cumbres de política interna. El presidente catalán es uno de los actores fundamentales dentro del PSOE. Sánchez sabe que no puede hacer nada sin consultar al líder de los socialistas catalanes, donde el PSC se ha erigido en el gran músculo del partido a nivel nacional, como en su día –y durante casi cuatro décadas– lo fue el PSOE de Andalucía. Como admite un hombre de la máxima confianza de Sánchez: «En cualquier momento me llama y me dice, apunta».
Las crisis de gobierno son una herramienta habitual para transmitir cambio de rumbo o autoridad. Y también para intentar reiniciar la narrativa cuando hay problemas de calado sin asumir culpa directa. Sánchez ya las ha usado para «pasar pantalla» en momentos de desgaste.
Ante la ciudadanía no está claro que sirvan para conseguir ese objetivo, es decir, que no se queden en un acto de puro maquillaje a ojos de la opinión pública. También son una herramienta para buscar equilibrios entre familias internas y premiar lealtades.
Y, asimismo, que es lo que oficialmente reconocen en el entorno del presidente del Gobierno, para poner caras nuevas más «vendibles» y quitar ministros «quemados» o colocar a portavoces que conecten mejor con el electorado.
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