Opinión

Con camisa de fuerza

Sánchez no está dispuesto a poner en marcha algún instrumento que evite la inestabilidad, el susto diario, el apretón genital al que Puigdemont le tiene sometido

Pedro Sánchez
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez Alberto R. RoldánLa Razón

La tarea de Junts mientras esté Sánchez es desestabilizar al Gobierno y la legislatura. Solo sobre el caos prosperan sus reclamaciones y deja en evidencia a ERC, que queda como una panda de independentistas domesticados a punto de ser desplazados del poder en Cataluña por el socialista Salvador Illa.

Lo triste es que Sánchez no está dispuesto a poner en marcha algún instrumento que evite la inestabilidad, el susto diario, el apretón genital al que Puigdemont le tiene sometido. El Gobierno amaga con sacar músculo, pero acaba siendo como esos cartones de forzudo tras los que se pone la cabeza para hacerse una foto. Su fortaleza es fingida y todos lo saben.

Lo teóricamente fácil sería hablar con la oposición, el PP, sacar los Presupuestos Generales del Estado y legislar de forma consensuada. Ganaríamos en dignidad y estabilidad. Sin embargo, Sánchez prefiere el sado, el dolor, el pellizco hasta que cante cinco marcas de leche antes que sentarse a hablar con la derecha. Lo hemos visto con los decretos presentados esta semana. Un Gobierno racional lo hubiera tramitado como ley, negociando cada parte, y no a un todo o nada para aprovechamiento de los chantajistas.

García-Page, representante del Partido Campesino en la dictadura del PSOE sanchista, lo llama «camisa de fuerza». Ya lo dijo en septiembre de 2023, cuando confesó su confianza en la resistencia de Sánchez a vestir dicha prenda impuesta por los independentistas. La expresión es cuando menos sorprendente. El alejamiento de la realidad, o la mentira, quién sabe, es tan grande que deja ojiplático. Sánchez no solo no se resistió sino que fue al sastre en Bruselas en marzo de 2023 para que le tomara medidas y confeccionara la camisa de fuerza.

No obstante, el símil usado por García-Page es revelador. La prenda aludida era utilizada en psiquiatría para evitar que el paciente se hiciera daño, o lo infiriera a los demás. En todo caso, el loco no era quien ponía la camisa, sino el vestido a la fuerza. ¿Está diciendo que Sánchez tiene brotes psicóticos que contiene el psiquiatra Puigdemont? A no ser que sea una forma extraña de oponerse al actual líder del PSOE con un insulto indirecto, no tiene mucho sentido. Por contra, puede ser que quiera decir que el presidente es tratado de forma indigna por Junts, lo que vendría a ser un apoyo a la bondad intrínseca de Sánchez. Esta mano tendida choca con la animadversión mutua que ambos profesan.

Todo está desquiciado en este PSOE. Si los militantes socialistas pudieran votar hoy a su secretario general, volverían a rendir pleitesía a su César. Y si García-Page tuviera los redaños de presentarse frente a Sánchez, recordaría el auge y caída de Susana Díaz. Los afiliados al PSOE pondrían al castellano-manchego la camisa de fuerza, dirían que está loco por enfrentarse a quien tiene el poder, o que tiene un ataque psicótico al criticar los acuerdos con los nacionalistas. Page sería acusado de ser un submarino de la derecha, o peor, un instrumento inconsciente del PP y de los «ultras» de Vox para acabar con la coalición de progreso. No faltaría quien le soltara que se fuera del PSOE. Le gritarían aquello que decía Gila: «Si no te gustan las bromas de este pueblo, no haber venido».

Las camisas de fuerza son como el populismo. Se contagia expandiéndose a todo, a partidos, instituciones y mentalidades, y no hay manera de quitárselo hasta que viene alguien a deshacer el nudo. Normalmente ese alguien es una quiebra, que hace que la gente se dé de bruces con la realidad, en un golpe que suele cambiar el rumbo a sociedades emocionales y hedonistas como la española. Esta locura colectiva se manifiesta en una legislatura inestable, un Gobierno que suplica a las minorías mientras desprecia a la otra mayoría, un presidente ególatra que se carcajea a destiempo, o un PSOE que no existe más que para servir a su señor.