23-J
Cenar con fachas, comer con progres
La jornada postelectoral no ha sido tranquila, pero
he podido poner la oreja y contrastar lo que se cuece
y se siente en uno y otro confín sobre las elecciones de julio
Yo pensaba que la jornada postelectoral sería tranquila, como toda jornada postelectoral. Esa cursilada de la resaca y blablablá. Así que me pareció buena idea quedar a cenar con unos y a comer con otros. Porque en esta España nuestra (cainita y pendenciera, borracha y dinamitera) en cuanto salimos ahí, fuera de las redes y las columnas, del ruido, el que más y el que menos tiene amigos a uno y otro lado del espectro ideológico. Y no pasa nada. No nos pellizcamos ni aspiramos a arrebatarnos derechos unos a otros, ni nos deseamos lo peor, ni vuelan los improperios al menor disentimiento. Lo que no me esperaba, sigo, era el anuncio mañanero del adelanto electoral. Hay que reconocerle a Sánchez la destreza para el girito efectista de guion. Así que, tranquila, lo que se dice tranquila, no ha sido. Pero como he cenado con unos y he comido con otros, he podido poner la oreja y contrastar lo que se cuece y se siente en uno y otro confín. Y vengo a la tecla a contarlo.
A babor, se celebra la maniobra. Se interpreta el movimiento de Sánchez como la manera de unificar por imperativo temporal a toda la izquierda para evitar que la derecha y la ultraderecha se hagan con el poder. Sánchez es un tío inteligente. A estribor se interpreta esta como la huída hacia adelante de un Pedro Sánchez (más psicópata que listo) incapacitado para responsabilizarse del fracaso y cuyo ego le impide dimitir. Prefiere dinamitar al PSOE que bajarse del burro y es también una manera de impedir a Yolanda Díaz consolidar una propuesta de aquí a navidades. Mientras estos creen que con eso también evita, de paso, que el PP se vea obligado a determinados pactos con Vox y sea esta una manera de evitar un nuevo ascenso de los de Abascal, aquellos creen que la jugada es evitar las primarias en Podemos, que era su intención, y obligarles a dirimir en despachos, cosa que a las niñas de «El Resplandor» y al ciudadano Iglesias no les entusiasma demasiado, pero beneficia al PSOE.
A la izquierda se lamenta que la campaña se haya desarrollado apelando a ETA, tan muerta, y criminalizando a Otegui, ese hombre de bien que no debe arrepentirse de nada ni tiene por qué condenar nada. Sin embargo, la dictadura de Franco sigue muy viva en las instituciones y los poderes. Bildu no es heredero de ETA, pero el PP sí lo es del franquismo, que no está tan muerto. Si queríamos que participaran de la democracia, no saben de qué nos quejamos ahora. Mejor haciendo política que matando (aún nos tocará darles las gracias). En Euskadi ha hablado la mayoría y no pueden ser todos tontos o malvados; no como en Madrid, que igual sí. A la derecha, la sensación es justo la contraria: en Cataluña y Euskadi se han equivocado y algo falla; en Madrid, el pueblo se ha expresado en las urnas. ETA sigue viva en su brazo político, reticente a condenar explícitamente el terror y mostrar arrepentimiento, y, Franco, muerto y bien muerto.
Para unos, adivinen quién, lo que ha empañado la campaña ha sido la compra de votos por parte de dirigentes del PSOE en determinados municipios. Para otros, lo que la ha empañado es que se haya contado poniendo en cuestión, no el actuar de un partido concreto, sino el sistema electoral. Eso es un atropello, un ataque al Estado de Derecho. El contarlo, no el hacerlo. No se me líen. Creen unos (sigo con el acertijo) que el adelanto beneficia a la izquierda porque se va a unir y movilizar para detener el avance del fascismo. Los otros, que la fecha está puesta con mala leche, en plenas vacaciones, para desmovilizar el voto, que siempre se desmoviliza por la derecha, y que el batacazo inevitable sea menos estruendoso y se puedan agarrar en el desastre a que, fíjate, qué poca gente ha ido a votar. Deslegitimar por incomparecencia.
Ambos creen que van a ganar el 23. Ambos, que el contrario es lo peor que le puede pasar a este país. Yo ya he quedado el 24 para cenar con unos y comer con otros. Y a ver qué me cuentan. Les he dicho que, el que pierda, paga. Y yo salgo de allí con la columna hecha.
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