Política

Elecciones generales

Cuando sólo pueden quedar dos

En esta carrera compiten un Sánchez crecido, un Casado animado, un Rivera desnortado, un Iglesias despeñado y un Abascal en vena. Todos saben que el ganador tendrá que subir con la batuta del pacto

Los indecisos marcarán el guión el 28-A, por lo que los partidos, como Cs, llaman a acudir a las urnas. Foto: Jesús G. Feria
Los indecisos marcarán el guión el 28-A, por lo que los partidos, como Cs, llaman a acudir a las urnas. Foto: Jesús G. Ferialarazon

En esta carrera compiten un Sánchez crecido, un Casado animado, un Rivera desnortado, un Iglesias despeñado y un Abascal en vena. Todos saben que el ganador tendrá que subir con la batuta del pacto

Un experto sociólogo que trabajó para los dos grandes partidos nacionales, PSOE y PP, define así el arranque de esta campaña: «Son unas elecciones a la contra». En efecto, desde la izquierda todos contra las tres derechas. Y en este bloque a gorrazos entre ellos. Antes que ofrecer propuestas, los aspirantes se afanan en atacar al contrario. Pedro Sánchez, Pablo Casado, Albert Rivera, Pablo Iglesias y Santiago Abascal son cinco jinetes en una carrera alocada, interminable, de resultado incierto. «Cinco jugadores para tan solo dos premios», aseguran socialistas y populares, sabedores que el ganador final deberá subir al pódium con la batuta del pacto en la mano. Si Sánchez revalida La Moncloa y los números se lo permiten podrá escoger la vía radical entre Podemos y los separatistas, o la centrista moderada con Cs. Pero si Casado logra esa cifra mágica de 100 escaños, podría liderar el bloque de centro-derecha y repetir el escenario a la andaluza. Hay partido y los indecisos deciden.

«Morir de éxito nos puede pasar factura», dicen algunos veteranos socialistas algo alarmados por las excesivas alegrías del cocinero del CIS, José Félix Tezanos. En el cuartel general del PSOE contemplan la victoria, aunque temen una desmovilización de la izquierda si todo se presenta tan fácil. Aseguran nutrirse de votos procedentes de Podemos, pero también de Cs, lo que les permite ubicarse en una centralidad que le niegan a Casado. La jugada maestra de incluir a Abascal en el único debate televisivo facilita arrojar al líder del PP a las cavernas de la ultraderecha. «Sin movernos, nos dan la campaña hecha», afirman los asesores de Ferraz. Por el contrario, en el PP insisten en una remontada. «Tenemos mucho voto oculto», dicen en Génova, convencidos de que finalmente la balanza se inclinará a favor. Sea como fuere, de los cinco aspirantes solo dos, Sánchez y Casado, parecen quedar como los únicos en dirigir ambos bloques en una lucha sin piedad.

Una campaña larga, bronca, dura, en la que todo vale bajo la amenaza del miedo. Miedo terrible a las tres derechas desde un bando, y miedo espantoso al separatismo desde el otro. En el PSOE y el PP subyacen dos esencias, dos almas ideológicas, según reconocen sus estrategas. En el Gobierno y el PSOE la de pactar con Podemos o con Cs, algo que se palpa en el seno del Consejo de Ministros y entre los «barones» territoriales. Entre los populares la vía dura, atemorizados por la fuga de votos a Vox, representada por José María Aznar y sus antiguos cuadros ahora bien colocados. O la centrista y más pragmática de Mariano Rajoy, de cuyos colaboradores ya no quedan ni las raspas. Será también el dilema de los dos jinetes con mayor posibilidad de formar un gobierno que, con vista de pájaro, se han garantizado unas listas a medida para que nadie les tosa sea cual fuera el resultado final.

«Pedro no tiene ni que pestañear», afirma exultante un colaborador del presidente, convencido de que ganará con holgura. «Que no se confíe tanto», advierten por el contrario en el entorno de Casado con el optimismo de que habrá sorpresas. A estas alturas del combate Sánchez aparece como un líder crecido ante lo que puede ser su primera victoria electoral. Casado está firmemente animado bajo una maratoniana carrera que le lleva incluso a la extenuación. Rivera sigue desnortado en su política veleta que pone en duda su cordón sanitario hacia el PSOE. Iglesias se despeña sin remedio en un radicalismo exacerbado. Y Abascal, el quinto elemento, está en vena como un Pelayo y su espada para la reconquista. Es el escenario de todos contra todos hacia el 28-A, y después ya se verá. Una lucha feroz entre izquierda y derecha, con los fantasmas de la secesión, Cataluña, el terrorismo, el Falcon, la corrupción y lo que haga falta. «A ver quién es más guerrero», ironizan algunos sociólogos.

Un difícil juego de equilibrios entre las fuerzas y la imperiosa necesidad de pactos. Cinco aspirantes muy alejados de la mayoría absoluta compiten en los comicios más broncos que se recuerdan con el claro horizonte de un acuerdo que habrá de muñir el ganador. En esta pista, a dos semanas del desenlace, los socialistas aseguran que Sánchez sale reforzado, cosechando votos de izquierdas y de centro a costa de Podemos y Cs. Casado afronta el reto de ilusionar al votante desencantado que abandonó al PP: «Volved a casa», implora con fervor. Albert Rivera juega a la bisagra que le toque en la ruleta, escoltado por su cariátide Inés Arrimadas. Iglesias, altivo y radical, espolea las cloacas del Estado. Y Abascal emerge con una fuerza casi mística: «Líbranos del mal», le gritan en sus abarrotados actos como un líder salvador. La sombra del «sorpasso» no parece planear, aunque en las filas de Vox no descartan engullir a algún socio del centro-derecha.

Cinco candidatos en liza con el objetivo de movilizar a un ciudadano desmotivado y bastante harto del espectáculo político de los últimos meses. Todas las encuestas pronostican que el PSOE será el más votado, pero nadie asegura el balance final de las cifras y los pactos posibles. Según dirigentes populares, su intención de voto crece en este arranque de campaña, por lo que confían en alcanzar ese tramo de cien escaños necesarios para intentar la investidura. La gran esperanza del PP es recuperar cerca de un millón de antiguos electores que les dieron la espalda, bien por quedarse en casa o por trasvase a Ciudadanos, y el temor de que ahora se zambullan en Vox.

Podemos se desangra en un pugilato dentro de la izquierda radical, y la formación naranja de Rivera intenta preservar los cuarenta escaños que les haga decisivos para apoyar al vencedor. Por ahora nadie se plantea otras elecciones, pero el alto nivel de indecisos y la ferocidad de la campaña vaticinan un impredecible escenario.

Cataluña y Andalucía son dos grandes focos a patear por su número de escaños. En Moncloa venden los logros del Gobierno con su cascada de «viernes sociales», que el PP denuncia como impresentables «viernes electorales». Los socialistas exhiben ahora a Pedro Sánchez como un hombre de Estado, sin entrar en los apoyos de la moción de censura, mientras los populares le atizan con los separatistas, Bildu y el gobierno Frankenstein. «Pedro se mueve como pez en el agua», insisten crecidos en el PSOE.

«Pablo defiende España frente al caos», advierten los estrategas del PP. Rivera e Iglesias brujulean como pueden con su salvavidas, y Abascal suelta el látigo a lomos de un corcel a toda mecha. Es la quinta dimensión en esta galaxia del 28-A, el nuevo ingrediente que, según el PSOE, les beneficia y facilita encastillar al PP y Ciudadanos en el lobo de la extrema derecha. Las fauces están abiertas y los colmillos en acción.