Cádiz
El Cádiz de «Kichi»: Una semana gesticulando
El nuevo alcalde y su equipo, aún por hacer, viven de gestos populistas pero todavía no han llevado a cabo ninguna acción de gobierno
Entre la ilusión y el recelo. Así amaneció Cádiz la semana en la que José María González Santos, alias «Kichi», relevó en la alcaldía a Teófila Martínez, vencedora de las elecciones por sexta vez consecutiva pero desalojada por un tripartito de izquierdas que lidera la marca blanca de Podemos. Ilusión, sin duda, porque todo cambio se encara con la perspectiva de que las cosas mejoren y a fe que en la Tacita de Plata, 40% de paro y envejecimiento severo de la población a causa de una emigración lampante, hay muchas cosas por mejorar. Y recelo, porque según una periodista que trabaja para un medio local, «el perfil de «Kichi» y de la gente de Podemos aquí es muy radical. En otras localidades, sus candidaturas se han nutrido con gente de todo tipo: funcionarios, profesores, desencantados de otros partidos... pero en Cádiz proceden casi todos de la facción anarcoide de Izquierda Anticapitalista. Desde el día después de las elecciones, se pasean con aires matonescos y ahora que tienen el poder, son capaces de cualquier cosa».
Ilusión y recelo. Por el momento, sin embargo, no ha habido tiempo para confirmar la una ni espantar el otro. El equipo de «Kichi», de hecho, todavía no se ha sustanciado por la dificultad que están teniendo para encontrar técnicos capacitados para dirigir las áreas. «Se hacen llamar el gobierno de la gente pero no tienen gente», cuenta la citada reportera, «porque ofrecen un sueldo de alrededor de 1.300 euros, el doble del salario mínimo, del que algo detraerán para el partido, como suelen hacer estas formaciones. Con esas condiciones, es complicado sacar a un profesional de una empresa y es de temer que acaben colocando a fieles que darán al gobierno municipal un tinte diletante». Eso sí, el nuevo alcalde de Cádiz ya se ha preocupado por dejar unos cuantos gestos que confirman la intensidad de los latidos de su corazón populista.
Para empezar, se bajó el sueldo hasta dejarlo en poco más de 1.800, tres veces el salario mínimo. Pero fue el pasado domingo cuando comenzó de veras lo que algunos vecinos ya conocen como «el «Kichi»lato». Pocas horas después de alzar el bastón de mando en la sesión de investidura, González Santos acudió al Ramón de Carranza para presenciar el Cádiz-Hércules, valedero para el ascenso a Segunda. Saludó a los dirigentes cadistas en el antepalco pero, ante la sorpresa generalizada, minutos antes del encuentro se despidió porque quería presenciarlo desde Gol Sur, el sector del estadio en el que se ubican las Brigadas Amarillas, grupo ultraizquierdista que compagina la animación futbolera con el activismo político y que presenta un nutrido prontuario de incidentes violentos.
Al contrario que otros alcaldes de la nueva ola, «Kichi» no hará demagogia con sus desplazamientos de casa al trabajo por el sencillo motivo de que vive a cinco minutos andando de la plaza de San Antonio, donde se yergue la Casa Consistorial. Por supuesto, la flota de vehículos de ayuntamiento sólo se usará para servicios estrictamente oficiales. «¿Para qué necesitamos los chóferes de coches oficiales? Esos conductores tienen que estar para la ciudad, por si hay un vecino que necesita ir al hospital, no para ser los conductores privados de Teófila Martínez ni de ningún teniente de alcalde». Evidentemente, los gaditanos van al médico en taxi o ambulancia pero ahí queda la perla para darle un barniz de buenismo a algunas medidas adoptadas, impopulares para muchos pero necesarias para contentar a su parroquia, como la retirada de la bandera de España de la plaza de Sevilla o la sustitución en su despacho del cuadro del Rey que lo presidía por uno de Fermín Salvochea, su antecesor anarquista en la alcaldía.
Por el momento, se percibe cierta parálisis en un ayuntamiento que da la sensación de estar en manos de un grupo falto de capacitación para la tarea que se le viene encima. En su primera rueda de prensa, María Romay, concejala benjamina de la corporación, explicó que «el 90% de trabajo del equipo de concejales está centrado en la apertura de los comedores escolares en vacaciones y en frenar los desahucios. El tiempo restante es para los temas chungos: firmar multas y esas cosas». Una combinación de ensimismamiento e insustancialidad difícilmente superable. Será complicado que el tránsito de las musas al teatro se realice sin traumas.
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