Acuerdo con Marruecos

La factura en el Magreb del cambio de política en el Sáhara

El Gobierno admite ante los empresarios españoles que operan en Argelia que no midió las consecuencias del giro diplomático

Pedro Sánchez en Marruecos
Pedro Sánchez en MarruecosDavid ZorrakinoEuropa Press

Balance desigual y lleno de incertidumbres para los intereses españoles en el norte de Áfricacamino del primer año desde que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, sorprendiera a propios y extraños con su apoyo –expresado a través de una carta personal al rey Mohamed VI que no pasó por el Congreso ni el Consejo de Ministros- a Rabat en el conflicto del Sáhara. El respaldo, que alteraba la tradicional posición de neutralidad de la diplomacia española en el conflicto, lograba poner fin de manera inmediata a un largo desencuentro con Marruecos, el más grave desde la crisis de Perejil en 2002. Pero provocaba de manera refleja la indignación de las autoridades argelinas, que en junio del pasado año daban por suspendido el Tratado de Amistad hispano-argelino –firmado hace dos décadas- e iniciaban un boicot político y económico a los intereses españolas sin viso alguno de solución.

El mayor logro de la diplomacia española en estos once meses transcurridos ha sido recuperar la fluidez en las relaciones con Marruecos, que logró lo que pretendía de España: el apoyo a su plan de autonomía avanzada para el Sáhara Occidental, que Sánchez definió como la propuesta “más seria, creíble y realista” para la resolución del conflicto. Sin embargo, la refundación de la relación con Marruecos, calificada una y otra vez como “excelente” desde Madrid, arroja, por el momento, un discreto balance para los intereses españoles en el país norteafricano.

La cooperación con Rabat en materia migratoria y antiterrorista, que regresan a los niveles anteriores a la crisis, son para el Gobierno los principales logros de una relación basada en bases aún más “sólidas” que antes.

De la misma manera, el Ejecutivo de Sánchez celebra las buenas cifras del comercio exterior, al superarse los 10.000 millones de euros en el valor de las exportaciones a Marruecos en 2022, aunque la realidad de las cifras es que son resultado de una actividad estable y progresiva desde hace décadas –ajena a las crisis políticas- que no puede atribuirse a la nueva etapa en las relaciones. No en vano, el incremento de las ventas españolas al país magrebí en el último ejercicio ha de atribuirse al incremento en los precios de los hidrocarburos que Marruecos adquiere a España tras cerrar su única refinería la pasada primavera.

Lo cierto, sin embargo, es que ninguno de los grandes temas de fricción para administraciones, desde la negociación sobre las aguas territoriales en la fachada atlántica hasta la que en próximas fechas habrá de retomarse sobre la plataforma continental en Canarias pasando por las aduanas comerciales de Ceuta y Melilla, ha experimentado avances significativos desde que el 7 de abril de 2022 los dos Gobiernos se marcaran una primera hoja de ruta común.

Tampoco la celebración de la esperada XII Reunión de Alto Nivel (RAN) Marruecos-España los pasados 1 y 2 de febrero en Rabat –un formato concebido como anual pero que no se convocaba desde junio de 2015 y que llevaba aplazándose desde diciembre de 2020- ha supuesto avances sustanciales para los intereses nacionales españoles en las principales materias de negociación bilateral. Ni siquiera las aduanas comerciales de Ceuta y Melilla, que el Gobierno de España prometió estarían funcionando desde el pasado mes de enero, tienen aún fecha de apertura. Tras la “exitosa prueba piloto” del pasado día 27 de enero, que abocaba a una inminente entrada en funcionamiento una vez tuviera el plácet definitivo en la cumbre hispano-marroquí de Rabat, el calendario para la “gradual y ordenada” apertura sigue en el aire sin que el Gobierno alcance a explicar los motivos técnicos y de “seguridad” que la impiden ni el alcance y las razones de las reticencias de Marruecos, que sigue marcando los tiempos de la negociación y demuestra escaso entusiasmo por la nueva infraestructura comercial.

La última vez que el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, se refirió a la cuestión fue el pasado lunes para asegurar junto a los presidentes de las dos ciudades autónomas que la apertura de las aduanas es “firme e irreversible”. Tampoco en toda la extensa Declaración conjunta suscrita al concluir la XII RAN el Gobierno de Pedro Sánchez arrancó una mención expresa al respeto a la soberanía española sobre Ceuta y Melilla, aunque el Ejecutivo español sí insista en el texto final de la cumbre en su apoyo al plan marroquí para el Sáhara.

El giro dinamita las relaciones con Argelia

Si la recuperación de las relaciones con Marruecos constituye la cara en el balance en las relaciones hispano-magrebíes, la cruz la supone, sin duda, la ruptura total con las autoridades argelinas como consecuencia del giro diplomático en el Sáhara. El pasado 8 de junio Argel daba por suspendido el Tratado de Amistad, Buena Vecindad y Cooperación, que los dos Estados habían firmado en 2002, y el día siguiente entraba en vigor un boicot a las empresas y productos españoles en el país magrebí que se prolonga hasta la fecha.

Por si quedaba alguna duda, este mismo jueves un alto cargo del Ministerio argelino de Exteriores denunciaba la “actitud irresponsable” del Gobierno español por sus supuestas maniobras en el seno de la UE para indisponer las relaciones entre Argel y Bruselas. “Las gesticulaciones y presiones de España son contraproducentes y no impresionan demasiado”, aseguraba este jueves el citado portavoz de la Cancillería argelina a través de un despacho de la agencia estatal de noticias. Una veterana fuente española en Argel tiene claro que el régimen argelino no cederá a presiones por la vía europea y que las autoridades argelinas sólo comenzarán a considerar el desbloqueo de la situación cuando haya relevo en La Moncloa.

Indignación de los empresarios e inacción del Gobierno

Al margen de la quiebra de las relaciones políticas, el colectivo más afectado por la indignación argelina es, sin duda el de los empresarios. “El mercado argelino está bloqueado al cien por cien para las empresas de nuestro país. Y desde el Gobierno no se ha hecho nada”, admite a LA RAZÓN Julio Lebrero, gerente de Aecomhel, una empresa oscense dedicada a la fabricación de maquinaria de obra pública muy afectada por el boicot comercial argelino. Las exportaciones españolas han caído desde junio de 2022 un 92% respecto al volumen habitual de negocio habitual con el país norteafricano.

Lebrero lamenta la “decepción” que sufrió un grupo de una docena de empresarios que se reunió el pasado 10 de enero con un representante del Ministerio de Industria español en Madrid, quien admitió a los presentes “no haber previsto las consecuencias” del cambio de posición del Gobierno en el Sáhara, al tiempo que descartó retractarse porque ello “supondría otro problema con Marruecos”. Desde el Gobierno se alentó a los empresarios a olvidarse de Argelia y “buscar otros mercados”.

“Demuestran un total desconocimiento del tiempo y del esfuerzo personal, económico y tecnológico que requiere para una pequeña y mediana empresa industrial abrir un mercado internacional y mucho más del atrevimiento y valor que requería hace más de 20 años entrar en Argelia. Además, Argelia había mimado en los últimos años a los empresarios españoles y se ha perdido todo en un día. No son conscientes de que muchos tendremos que cerrar por completo nuestros negocios y despedir a empleados. Es injusto lo que están haciendo con nosotros después de tanto trabajo y de que el problema no lo hemos creado los empresarios. Debieran hacer frente a los daños y perjuicios que soportamos”, deplora.

Aunque son conscientes de la inoperancia del Gobierno y de la cerrazón del régimen argelino -así como de las escasas posibilidades de que la vía europea prospere-, una parte de los empresarios españoles afectados ha comenzado a organizarse y anuncian la creación de una reclamación patrimonial al Estado por las pérdidas sufridas, y las que auguran van a producirse en los próximos meses y años. Tienen para presentarla hasta el próximo mes de junio, cuando se cumpla un año del boicot.

Dada la opción de no informar a la opinión pública y la falta de estrategia y previsión –admitida-, el Gobierno español manifiesta un inquietante diletantismo en sus relaciones con el conjunto el Magreb. A merced de las dos capitales norteafricanas, se atisban tiempos de inestabilidad e incertidumbre para los intereses españoles en la región. “La administración española demuestra una y otra vez no saber cómo funcionan las cosas en Marruecos y en Argelia”, asegura a este medio en condición de anonimato un antiguo alto responsable de la Embajada española en el norte de África.