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Sin contactos entre Cospedal y la dirección nacional del PP

La ex secretaria general se resiste a dejar el escaño con el apoyo de los ex ministros de Rajoy

El líder del PP, Pablo Casado, y el presidente del PP andaluz, Juan Manuel Moreno, ayer en Sevilla, en un acto de Nuevas Generaciones / Ke imagen
El líder del PP, Pablo Casado, y el presidente del PP andaluz, Juan Manuel Moreno, ayer en Sevilla, en un acto de Nuevas Generaciones / Ke imagenlarazonfreemarker.core.DefaultToExpression$EmptyStringAndSequenceAndHash@6360e840

La ex secretaria general se resiste a dejar el escaño con el apoyo de los ex ministros de Rajoy.

La crisis abierta en el PP por la relación entre la ex secretaria general María Dolores de Cospedal y el ex comisario José Villarejo, en prisión preventiva, se ha convertido en un polvorín que amenaza la paz interna por la que lleva trabajando el líder popular, Pablo Casado, desde el Congreso de julio. Esta crisis ya no se lee dentro del PP en relación con la pelea que libraron Cospedal y la ex vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría durante el mandato de Mariano Rajoy, aunque desde el entorno de la ex secretaria se haya apelado a la «mano negra» de Sáenz de Santamaría para explicar que el caso haya estallado ahora. Soraya Sáenz de Santamaría controlaba a los servicios de inteligencia y su director, Félix Sanz Roldán, acabó muy enfrentado con Villarejo. Y a esto se agarra Cospedal para intentar desviar el foco hacia la ex vicepresidenta.

Durante todo el fin de semana no ha vuelto a haber contactos entre Cospedal y la dirección nacional del PP. Los últimos fueron el pasado viernes, cuando se conoció otra grabación por la que se reveló que la ex secretaria y su marido, Ignacio López del Hierro, hablaron con Villarejo de contratar sus servicios para espiar al ex ministro Javier Arenas, entonces vicesecretario del partido y compañero de Cospedal en el equipo de dirección. La justificación era su relación con el ex tesorero Luis Bárcenas, pero en el PP no ignoran la enemistad de Cospedal con Arenas, aunque vinieran de una buena relación política.

Génova no ha forzado, de momento, el pulso a la ex secretaria por miedo, precisamente, a la fractura interna, ya que tiene apoyos en altos niveles, entre ellos el del grupo de poder que representan ex ministros de Rajoy que la apoyaron frente a Sáenz de Santamaría en la primera fase del Congreso de julio, ante la votación de la militancia que la descabalgó de la lucha por el liderazgo nacional. Cospedal puso sus apoyos al servicio de la candidatura de Casado y, de una manera o de otra, fueron integrados luego en la nueva dirección. Dentro del partido no ha pasado desapercibido el hecho de que este grupo de ex ministros, entre los que se encuentran Isabel García Tejerina, Dolors Montserrat, José Manuel García Margallo o Rafael Catalá, no acompañara a Rajoy en el funeral de su padre. Tampoco Cospedal, y la única excepción de sus apoyos que sí asistió al funeral fue el ex ministro de Interior Juan Ignacio Zoido.

Desde este grupo con poder en la dirección, pero sin fuerza orgánica territorial, se mantiene estos días el mensaje de que Cospedal cuenta con su pleno respaldo para no dar un paso al lado, «al menos, de momento», coletilla preventiva ante la posibilidad de que surjan nuevas revelaciones que coloquen en una situación aún más incómoda a la ex secretaria general y ex ministra de Defensa.

Esta crisis es una amenaza para la paz interna, pero también coloca a Casado ante un reto decisivo para su liderazgo. Territorialmente, el grueso de los cargos regionales y municipales no está ya en la pelea de Cospedal con Sáenz de Santamaría. La ex vicepresidenta nunca tuvo apoyos orgánicos más allá de su equipo de fieles que la acompañaron durante su larga etapa como mano derecha de Rajoy en el partido y en el Gobierno. Hoy dentro del PP es pasado y sin afines ni relevancia. Por eso es más grave aún la preocupación interna por lo que representa esta crisis, que califican de «letal» no sólo por su posible repercusión externa sino, sobre todo, porque «afecta a las reglas y a la ética del PP».

Casado ha construido un liderazgo que no puede ser todavía de gestión, pero sí moral y ético con respecto a la etapa anterior y al futuro, y también respecto al Gobierno socialista y al presidente Pedro Sánchez. De hecho, ha convertido en lemas de su discurso las advertencias de que «no lo van a tolerar» de que «les abochorna» o de lo «vergonzoso» de determinadas decisiones o comportamientos socialistas. Y este liderazgo moral hace que sea aún más insoportable «cualquier inmoralidad» interna que afecte a la credibilidad del PP en materia de regeneración. Génova sabe que en el partido no validan mayoritariamente como regla de comportamiento que se acepte que entre las obligaciones del «número dos» del PP esté buscar a un personaje como Villarejo para espiar al «número tres», con su marido como consorte de la operación.

Y también deber haberles llegado que en el ámbito territorial se escucha la advertencia de que si el nuevo PP no reacciona habrá «dilapidado su crédito». No exigen tanto como que se consiga que Cospedal renuncie al escaño, ya que el acta es suya, ni tampoco a la presidencia de la comisión parlamentaria que ejerce, pero sí al menos un mensaje claro por parte de Casado de que marca distancias con ese comportamiento, su compromiso de que en su mandato eso no va a volver a repetirse y una petición de perdón a la militancia. «Hay que pedir lo posible. Pero hacer al menos lo posible para marcar un antes y un después frente a este tipo de comportamientos y lo que representan», señala un alto cargo territorial.