El desafío independentista

"Iban a hacer volar la gasolinera"

Imagen de televisión del momento en el que un vecino bajaba a la calle con su bebé por el miedo a las llamas
Imagen de televisión del momento en el que un vecino bajaba a la calle con su bebé por el miedo a las llamaslarazon

Asustados, indignados e impotentes. Esa es la situación de los barceloneses que relatan escenas de pánico: «Las llamas subían hasta las casas»

Un grupo de jubilados comenta la jugada frente a los restos de la decena de coches que el miércoles por la noche ardieron en la calle Roger de Flor de Barcelona. Uno de ellos señala que le recuerda a lo ocurrido en el año 32, cuando apenas tenía trece meses de vida y su padre fue asesinado. El otro niega con la cabeza y le pide que no exagere, que no se puede confundir un par de calles en llamas con la quema de conventos. A sus espaldas, unos operarios se afanan en rellenar como pueden el asfalto calcinado por las barricadas. El resultado, a la vista de lo ocurrido el día anterior, es notable y los coches ya circulan con relativa normalidad. Pero las marcas de los disturbios son más que evidentes.

Barcelona cerró su tercer día consecutivo de altercados con la incómoda sensación de que cada uno de estos episodios sube dos grados la temperatura respecto al anterior. El lunes, un intento frustrado de asedio al aeropuerto; el martes, el asalto a la Delegación del Gobierno; y el miércoles, la Conselleria de Interior. Para hoy, huelga general mediante, están previstas las llegadas de cinco marchas independentistas a la capital catalana. Mientras, a la ciudad le toca arreglar de día los desperfectos de la noche. Y ayer no se trataba de unos cuantos contenedores. Al margen de los coches, motos, semáforos o parquímetros calcinados, dos porterías, ennegrecidas por el humo, están severamente afectadas así como los comercios de la planta baja, una peluquería y un bar. Los parroquianos habituales hablan de la tragedia que se evitó gracias a la presteza de los bomberos y las cargas de la policía. «Iban a por la gasolinera», sospecha Carlos. «Por suerte, la Policía los ahuyentó». La gasolinera está ubicada a unos escasos 50 metros de los coches calcinados. Al parecer, el dueño bajó con su propia manguera para evitar que las llamas alcanzasen la estación.

Una de las imágenes virales del pánico vivido en la calle Roger de Flor es la de un padre, bebé en mano, bajando a la calle para increpar a los manifestantes. A Rosi, otra vecina, no le extraña, «las llamas subían por los árboles hasta el primer piso. Nosostros nos asustamos mucho cuando sonó un estruendo muy grande. Supongo que sería el cohete que le lanzaron al helicóptero». Rosi, sin embargo, contempla a los operarios trabajar con mueca disconforme. «Tendrían que dejarlo tal cual y exigirles a los de las marchas que lo limpien, con lo caro que es todo esto».

Carmen, otra vecina, vuelve de comprar el pan y asegura que desde su balcón pudo ver todo lo ocurrido. «Me sorprendió el nivel de organización. Desplumaron el andamio ese que había en la Gran Vía en un momento. Y lo aprovechaban todo. Con las barras montaban las barricadas, lanzaban las juntas a los policías y colocaban los tornillos en el suelo para pinchar las ruedas de las lecheras». «Esta mañana, al menos, he visto a los subsaharianos recoger las barras. Seguro que sacan un buen precio por ellas», añade. No iba desencaminada respecto a la organización. Los grupúsculos antisistema tienen una larga tradición en Barcelona. En los últimos años han estado aletargados pero valga como ejemplo el intento de desalojo de la casa ocupa de Can Vies en 2014. El barrio de Sants ardió durante cuatro días hasta que el alcalde Trias cejó en su empeño de demoler el centro. En cualquier caso, el asfalto da buena cuenta de lo ocurrido y del recorrido seguido por los manifestantes. Las marcas de los contenedores calcinados por los manifestantes en su recorrido siguen bien visibles e incluso las marcas pintadas en el suelo para señalar dónde debían colocar los contenedores en su retirada.

Joan se acerca al lugar del incendio y recuerda que un vecino puso el himno de España sobre las doce y media de la noche. «Quedaba poca gente por la calles, yo creo que lo hizo para animar a los cuatro policías que todavía hacían guardia».

Así las cosas, el coste de los destrozos provocados por los disturbios de esta semana en Barcelona sigue al alza. La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, cifró en 400 los contenedores quemados solo el miércoles por la noche en las inmediaciones del Departamento de Interior, lo que representa un coste aproximado de medio millón de euros. El acumulado de la semana asciende a 850.000 euros y 650 contenedores. En cuanto a los vehículos incendiados, el ayuntamiento sube la cifra hasta doce a la espera de conocer el número de motos. Además del centenar de operarios que trabajaron desde primera hora de la mañana, los Bomberos de Barcelona tuvieron que realizar 160 servicios para apagar barricadas, contenedores y vehículos quemados.