El personaje

Isabel Díaz Ayuso: Con el coraje por delante

Está habituada a los zarpazos de La Moncloa, inquinas judiciales sin tregua, ataques de la izquierda política y mediática.

Isabel Díaz Ayuso
Isabel Díaz AyusoIlustraciónPlatón

Está sufriendo una embestida política, esta vez por la investigación fiscal a su actual pareja sentimental. Algo que a Isabel Díaz Ayuso no le es ajeno, dado que desde su llegada a la presidencia del Gobierno de la Comunidad de Madrid ha sido objeto de feroces ataques por la izquierda política y mediática. «Buscan mi destrucción personal», asegura la presidenta madrileña víctima de un acoso sin precedentes, centrado en su esfera familiar. Según ella misma detalla para alejar cualquier sombra de sospecha primero contra su padre, un hombre honesto ya fallecido. Después su madre, ajena por completo a cualquier negocio. Luego su hermano, un comercial que intenta ganarse la vida. Y para gota que colma el vaso su novio, Alberto González Amador, de quien dice está bajo una salvaje inspección de Hacienda con el único objetivo de dañarla a ella. Lejos de achantarse, Isabel coge el toro por los cuernos, da la cara y denuncia ser víctima de una campaña orquestada por el propio presidente del gobierno: «Pedro Sánchez busca mi destrucción personal», reitera una dirigente dolida, enfurecida, curtida en mil batallas y con una inequívoca cualidad, el coraje.

Todos cuantos la conocen coinciden en que Ayuso se crece en la adversidad. En medio de una maraña de filtraciones a cargo de la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, la Agencia Tributaria y la Fiscalía, la regidora madrileña afronta su situación con valentía: «Quienes están sentados sobre la corrupción política y económica no van a poder conmigo», advierte la presidenta.

El fenómeno Ayuso obsesiona a la izquierda. La baronesa madrileña ha dado la cara en rueda de prensa tras su Consejo de Gobierno y en la Asamblea de Madrid en una sesión vergonzosa dónde, lejos de tratar los problemas que afectan a los madrileños, parecía un zoco inmobiliario sobre los pisos de los políticos. Las propiedades de la ministra de Sanidad, Mónica García, algunas en litigio, o el lujoso inmueble en el que habita con toda holgura la vicepresidenta Yolanda Díaz a cargo de todos los españoles, quedaron eclipsados por el piso de la pareja de la presidenta. Y todo ello en medio de escandalosas filtraciones de datos fiscales y alegaciones privadas de abogados que vulneran el más elemental derecho a la defensa. «Después de años de ataques infernales, vuelven a utilizar los poderes del Estado contra la persona con quien vivo para dañarme a mí», insiste la presidenta. Admite estar tocada por este zarpazo, pero se defiende como una leona porque piensa que todo es una maniobra para tapar el escándalo de las mascarillas, el caso Koldo y otros tantos que salpican al «sanchismo». Con su lenguaje verbal directo lo tiene claro: «No seré una pieza a cobrar».

Está habituada a los zarpazos de La Moncloa, inquinas judiciales sin tregua, ataques de la izquierda política y mediática. Nadie de sus antecesores, ningún dirigente madrileño soporto jamás un acoso semejante.

Pero Isabel Natividad Díaz Ayuso supo crear una marca propia que la otorgó mayoría absoluta en la Comunidad de Madrid, algo que muchos no le perdonan. Ganó unas elecciones broncas y crispadas, en una campaña heroica, llena de zancadillas. Querían doblegarla y se hizo más fuerte. Buscaban difamarla, pero pincharon en hueso. Y si pretendían rebajar su figura, afloró con mayor perfil político. En esa convulsa campaña soportó insidias e insultos tan virulentos cómo no se recuerdan. Pero Isabel no se achantó porque, según su equipo, «Se crece en la adversidad». Ahora, ante la investigación a su pareja, en la sede de Sol tienen clara una ofensiva directa en su contra que busca tapar los escándalos del «sanchismo».

Ayuso es una mujer valiente acostumbrada a coger el toro por los cuernos. Ha vivido en carne propia el coronavirus al infectarse a poco de surgir el terrible brote. A pesar de ello y el sucio juego en su contra, trabajó incansable y tuvo el olfato político de convocar elecciones ante sospechas de traición de sus propios socios, entonces de Ciudadanos, y pilló a todos con el pie cambiado. Diseñó una campaña en la calle, vecino a vecino, fuera de los despachos y el coche oficial. «Más de dieciséis horas sin parar, de siete de la mañana hasta la madrugada», recuerda un colaborador de la presidenta. La izquierda, en especial el PSOE, no perdona la hegemonía del centro-derecha en Madrid, ni el mérito de sus políticas fiscales que lo sitúan en cabeza del PIB, líder en creación de empleo y motor económico de España. Pero ella advierte: «La mentira tiene las patas muy cortas». A sus cuarenta y cinco años está ya curtida en muchas batallas.

Nacida en el barrio madrileño de Chamberí, en una familia dedicada al comercio, siempre fue una mujer independiente, hecha a sí misma. Licenciada en Periodismo, conoció a Pablo Casado en el distrito municipal de Moncloa donde abanderaba las Nuevas Generaciones de Madrid. Desde entonces trabajó en los barrios ciudadanos con una conciencia libre y crítica por su faceta de periodista. El destino la hizo sufrir «el fuego amigo» de su propio partido y su entonces líder, Pablo Casado, que provocó su salida del PP y una gran crisis interna hasta la llegada de Alberto Núñez Feijóo. Desde muy joven aprendió a ganarse la vida por sí misma y a encajar puñales del adversario.

En todo este tiempo como presidenta, Isabel ha sido el objetivo a batir de una izquierda rabiosa, pero ha hecho de Madrid una Comunidad abierta, que acoge a todos sin distinción, una gran capital europea alejada de sectarismos y el anacrónico nacionalismo que invade otros rincones del país. Ahora, este nuevo episodio personal le duele especialmente y envalentona a sus acosadores. En su equipo la definen con una mezcla de fortaleza, resiliencia, empatía y sensibilidad ante los problemas. Que no le son pocos. Isabel Díaz Ayuso, imbatible frente a todo y frente a todos.