El personaje

José Luis Ábalos: el "fontanero" mayor del "sanchismo"

Fue el hombre clave que lideró la estrategia y la campaña que llevó al poder a Pedro Sánchez. Forjaron un tándem que parecía indestructible, pero el propio presidente lo apartó de un plumazo

Ilustración Ábalos
Ilustración ÁbalosPlatónLa Razón

Abordado por los periodistas en los pasillos del Congreso, resistió con flema. El que fuera todopoderoso ministro de Transportes y número tres del PSOE, José Luis Ábalos, se puso de perfil y negó vinculación con la trama del «Caso Koldo» que salpica cada vez más al Gobierno y al partido. Las adjudicaciones arbitrarias y el cobro de comisiones millonarias por parte de quien fuera su estrecho colaborador, Koldo García, sitúan al político valenciano en el ojo del huracán de una madeja de corrupción envenenada. Pese a todo, el diputado y actual presidente de la Comisión de Interior, con un descaro digno del mejor actor y cara imbatible de póker, sentenció: «No tengo ni idea, me he quedado estupefacto». De momento, ante la advertencia de la ministra y vicesecretaria María Jesús Montero, Ábalos no se plantea dejar su acta de diputado. A pocos metros, los ministros del «núcleo duro» de Pedro Sánchez contenían la respiración y veteranos diputados socialistas admitían la magnitud del escándalo. Muchos de ellos recordaban cómo echaron a Mariano Rajoy por la «Gürtel» frente a este monumental escándalo de ingentes cantidades de dinero y posibles altos cargos implicados. «Eso no nos sale gratis», vaticinan varios parlamentarios.

En el PP están convencidos de que José Luis Ábalos estaba al corriente de la trama corrupta que presuntamente lideraba el antiguo asesor del ministro y ligan a ello su salida del Gobierno y de la cúpula del PSOE. Aquel cese nunca fue claramente explicado y circularon todo tipo de rumores al respecto. Lo cierto es que Pedro Sánchez fulminó a quien había sido su mano derecha desde que concurrió a la Secretaría General del PSOE, el ministro con más poder dentro del Ejecutivo y el poderoso jefe de máquinas del partido como Secretario de Organización. Nunca un dirigente de Ferraz, a excepción de lo que fue en su día Alfonso Guerra, acumuló tantas cotas de mando e influencia, hasta el punto de que le llamaban el «fontanero» mayor del presidente. Pero por sorpresa, Sánchez le destituyó de todos sus cargos, aunque le mantuvo como diputado por Valencia en el Congreso y le obsequió con la presidencia de la Comisión de Interior, curiosamente un ministerio también bajo sospecha de presunta implicación en la adjudicación de contratos a las empresas que centran la investigación judicial. En la dirección socialista apelan a la prudencia, pero en voz baja todos admiten que «esto pinta muy mal».

A excepción de Montero, en Ferraz nadie se pronuncia claramente sobre el futuro de José Luis Ábalos, quien sigue negando toda vinculación, a pesar de las pruebas entregadas por la UCO de la Guardia Civil al juez de la Audiencia Nacional Ismael Moreno, y aseguró que no piensa dimitir como diputado, lo que le garantiza el fuero parlamentario para, en su caso, únicamente ser juzgado por el Tribunal Supremo. Ahora la consigna es «blindar» al actual número tres del partido, el navarro Santos Cerdán, artífice del fichaje de Koldo García, posteriormente estrecho colaborador y hombre de absoluta confianza de Ábalos. También admiten que el ex ministro de Transportes es persona de fuerte carácter y, si la trama crece con implicación de nombres vinculados al Gobierno y al partido, no se inmolará fácilmente. «Ábalos no se comerá solito el marrón», advierten algunos diputados socialistas. Desde hace tiempo en Valencia se le conoce como alguien «con más vidas que un gato». El propio José Luis Ábalos, durante su etapa como ministro y secretario de Organización, solía presumir ante los periodistas de su rocosidad. «Nunca me rindo aunque me den fuerte», dijo en una ocasión.

José Luis Ábalos Meco, pieza esencial en el socialismo valenciano y nacional, dirigente duro y orador cáustico, fue el hombre clave que lideró la estrategia y la campaña que llevó al poder a Pedro Sánchez. Ambos forjaron un tándem que parecía indestructible, pero el propio Sánchez lo apartó de un plumazo en una decisión nunca bien explicada. Recuperado en las listas electorales al Congreso y premiado con la presidencia de la Comisión de Interior, está en el punto de mira del «caso Koldo» por una turbia trama de presunta corrupción de su excolaborador en la compra de mascarillas durante la pandemia. Mal asunto, según reconocen dirigentes socialistas, que durante mucho tiempo temieron al exministro, un personaje vehemente, listo, buen fajador, ambicioso y con buenas relaciones entre los periodistas.

Durante décadas lideró una de las familias más importante del PSPV, en cuya organización siempre tuvo cotas de poder. Pero su gran apuesta fue la resurrección de Pedro Sánchez, cuando este fue decapitado por el Comité Federal. Ábalos era su sombra, muñidor de la campaña para movilizar a la militancia que le aupó a la Secretaría General del PSOE, fiel escudo frente a los ataques de la oposición y artífice de la moción de censura que expulso a Mariano Rajoy de La Moncloa. Su amistad era estrecha, hasta el punto de que en aquellos días, cuando Sánchez visitaba Valencia, dormía en casa del exministro de Fomento.

Nacido en Torrent, Valencia, formado en su juventud en las filas del Partido Comunista, hijo del torero Heliodoro Ábalos «Carbonerito», diplomado en Magisterio, llegó al PSOE en 1981 y desde entonces tuvo numerosos cargos en la Federación de la Comunidad Valenciana. Concejal, diputado autonómico y portavoz en el Congreso, fue pilar esencial en la llegada al poder de Pedro Sánchez, hasta el diez de julio de 2021 en que se anunció su salida del Gobierno. Aquello suscito muchas elucubraciones sobre la vida personal y política de José Luis Ábalos, aunque nunca se logró probar nada. Ahora, el antiguo todopoderoso ministro de Transportes, campechano, mujeriego, padre de cinco hijos con tres esposas distintas, sombra de Pedro Sánchez durante largo tiempo afronta una presunta vinculación con un escándalo de magnitud impredecible. Está por ver cómo aguanta y, como él dijo un día: «Nunca me rindo».