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La escena del balcón

La Razón
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Se hicieron de rogar. Después de un largo y triunfal recorrido por el centro de Madrid, los Reyes entraron en el Palacio Real mientras una multitud agolpada en los Jardines de Sabatini de la Plaza de Oriente los vitoreaba y esperaba su salida al balcón. Las cámaras apuntaban al balcón central que entreabrió las hojas ligeramente, pero hubo que esperar más de diez minutos para que se dieran signos de que algo más que los visillos se movía tras los ventanales. Las masas gritaban el nombre de Felipe VI. Las cámaras de televisión enfocaban los balcones engalanados con insistencia, creando el suspense de una película de Hitchcock. ¿Por qué no aparecen? ¿Saldrá también el Rey? ¿Y las infantitas? Ante la ansiedad general, y desde el interior del Palacio Real, inopinadamente una cámara enfocó a los Reyes, caminando hacia el balcón abierto de par en par, en un contraluz que recortaba sus figuras de espaldas en un claroscuro barroco. El siguiente plano fue un general desde la Plaza de Oriente. Aparecía el Rey y detrás, cautelosa, esperaba la Reina Letizia a que el recién nombrado Felipe VI saludara a sus conciudadanos con indisimulada alegría. Se acercó con discreción la Reina y saludaron muy juntos, luciendo un elegante traje crema con una pedrería en el cuello que apenas se distinguía por el restallante sol del Madrid de los Austrias. A continuación, la Reina Letizia acercó a las Infantas, que subidas en unos taburetes se unieron a la ceremonia real, secundadas por el Rey Juan Carlos y la Reina Sofía. Luego, tras una confusión de besos y abrazos, se fueron desdibujando de la foto real, dejando a los Reyes en el balcón saludando a toda España el día de su entronización. Por último, quedó el Rey solo, diose media vuelta y volvió a cerrarse el balcón, sin el esperado beso real que los ingleses llaman «The Big Kiss».