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Los testimonios que reclaman la equiparación salarial entre Policía, Guardia Civil y Mossos

Alejandro Valcárcel dice que con su nómina es «caro» vivir en Cataluña
Alejandro Valcárcel dice que con su nómina es «caro» vivir en Cataluñalarazon

Alberto Baena (guardia civil) y Alejandro Valcárcel (policía nacional) trabajan en Cataluña, son menores de 30 años, sus familias forman parte del cuerpo y pudieron elegir ser mossos pero ni se lo plantearon.

«Si nos valoran más, ¿por qué no cobramos lo mismo?»

Se crió en una comandancia de la Guardia Civil, en Cataluña. Su padre, su abuelo, su tío, su primo, todos visten el uniforme. Su padre sigue en activo y durante muchos años fue Tedax. «Estuvo a 24 horas de caer víctima de ETA», destaca. Sus primeros pasos los dio en la casa cuartel de Lérida y con cinco años vio a su progenitor, por primera vez, con el uniforme. Fue en sus bodas de plata en el Colegio de Guardias Jóvenes de Valdemoro, cuando, con 14 años se despertó la vocación de Alberto. Con 19 años se convirtió en «polilla» –término cariñoso con el que se denomina a los hijos y húerfanos de la Guardia Civil–. «El primer año, mi camareta daba al patio de armas y desde la ventana vi las huellas de todos los que habían pasado por allí, en cada uno de esos puntos podía haber una pisada de mi padre, me emocionó mucho». De hecho, formó parte de la histórica banda de música del Colegio de Guardias, función que compatibilizó con la de maquetador de la última revista de «Polillas» de la promoción 90-B que dirigía el también guardia y periodista Francisco Albert.

Con 29 años es el más joven que preside una asociación de guardias, en concreto la Asociación Militar de Guardias Civiles. Aunque es catalán de nacimiento y pudo elegir el haber sido Mosso d’Esquadra asegura que «no cambio el seguir los pasos de los míos y honrarles» porque su pasión por la Guardia Civil es un apéndice de su amor por España. Dice que lo suyo es vocacional y nunca se planteó qué salario iba a ganar como guardia, porque para él «cumplir con mi obligación es lo fundamental». Baena reconoce que «genera desazón» ver el agravio comparativo que existe con policías autonómicas. Familias con hijos, pagos de hipotecas, jugarse incluso la vida... «necesitamos un estímulo» porque «estamos haciendo muchas veces el mismo trabajo, pero somos los peor pagados». «Si nos valoran mejor, ¿por qué no cobramos lo mismo?», se pregunta.

El que la Guardia Civil sea una de las instituciones más queridas y mejor valoradas por el ciudadanos y se pregunta que si eso es así ¿por qué los políticos no nos valoran igual?» Dice que la equiparación no es algo que exigan porque sí, sino porque es«de justicia», al tiempo que recuerda cómo Roldán se llevó el dinero de los huérfanos del Cuerpo.

La AMGC que preside Baena es la única que defiende abiertamente el cariz militar y las raíces cristianas del Cuerpo y aspira a lograr un puesto de representación en el Consejo de la Guardia Civil. Creen que hay que recuperar esos valores que dictan la conducta del guardia civil y que escribió en su día el Duque de Ahumada que además creó el Colegio de huérfanos «para premiar en sus hijos las virtudes de sus padres», porque considera que ser guardia civil «es algo más que vestir ese uniforme». Por ello «no renunciaremos a esos valores militares que muchos creen caducos» y recuerda que «mandar es servir». Porque dicen que si no se conservan esos valoes «corremos el riesgo de traicionar un Cuerpo que ha dado su vida por este pueblo». Además, esta asociación es la única que reconoce estatutariamente las raíces cristinas del Cuerpo, representadas en su máximo exponente, la Virgen del Pilar, su patrona.

Como catalán dice que la situación que han vivido sus compañeros la ha sufrido con mucha pena. «Desgraciadamente a algunos mossos nos han tratado como asesinos, nos han dicho que éramos crueles o fascistas». Y es que Baena se encontró por la calle con un antiguo amigo de la infancia que hoy es mosso y «nos ponían a parir, como que éramos casi unos genocidas» y ha tenido que ver cómo al ir a la comandancia de Lérida a ver a su familia antiguos amigos le insultaban. Recuerda que cuando era pequeño siempre estaba en dirección porque no paraba de contradecir a los profesores cuando trataban de adoctrinar con las ideas de los Països Catalanes incluso una de las lecturas libres para subir nota en literatura era un libro que curiosamente se metía contra la Guardia Civil e incluso el RealMadrid. «Hubo una profesora que en aquellos años se presentaba en la clase como catalinista y republicana», por lo que no le sorprendió lo vivido con los hijos de guardia.

Dice que a él le afecto especialmente cuando un mosso le espetó: «No teníais huevos con ETA y venís aquí a machacar al pueblo catalán».

«Te pagas la hipoteca con la diferencia de sueldo de un mosso»

Dice que cuando opositó para entrar en la Policía Nacional no existía tanta diferencia en los sueldos con los mossos , o al menos eso creía. Tiene un tío guardia civil en la familia y lo de ser policía era algo que incluso le gustaba a su padre, una especie de «vocación frustrada» de su progenitor que se sintió orgulloso de que su hijo, Alejandro Valcárcel, entrara a formar parte del Cuerpo.

Fue después del instituto cuando comenzó a estudiar una carrera, pero la Policía Nacional siempre le había llamado la atención. Catalán de nacimiento, destaca que él prefería ser policía. Al principio no tenía muy claro qué función exácta tenía la Policía Nacional, pensaba que era más administrativo, pero con su destino en Madrid pudo formar parte de la especialidad que más le gustaba: la UIP –Unidad de Inervención Policial– y el trato con la gente. Ahora presta servicio en el aeropuerto de Cataluña, ya que las competencias de Policía Nacional están limitadas allí a temas de extranjería, pasaporte y DNI. Miembro de Unión Sindical de Policía (USP) destaca que le «parece fatal el agravio comparativo que existe» con sus compañeros de la policía autonómica y advierte de que «no es algo que me cuenta, yo lo veo». «Ellos no tienen la culpa de levantarse más de 500 euros de lo que ganamos nosotros».

Dice que él nunca pensó en ser mosso porque al principio «aunque tenía una idea difusa de qué función tenía cada uno; yo quería un Cuerpo que tuviera las mayores competencias, porque la policía autonómica sólo las tiene en Cataluña y nada más»; quería ser policía las 24 horas en todo el territorio naiconal. Dice que no ha tenido ningún problema con sus compañeros los mossos, con los que siempre mantiene un trato correcto.

Alejandro recuerda que trabajaba en Madrid cuando el 15-M así como las marchas de los indignados, en las que «parecía que siempre los malos éramos nosotros» y dice que lo que se ha vivido en Cataluña le extrapolaba a aquellos recuerdos. «Lo miras con impotencia» porque además, destaca que muchos de los que llevaron a cabo numerosos escraches contra los policías o que se enfrentaron en los colegios «buscaban la manera de grabar» a los compañeros para que estos quedaran mal y muchos aguantaron patadas, insultos, escupitajos... «no sé cómo aguantan esas barbaridades» y recuerda que cuando él estaba en la UIP en Madrid las instrucciones siempre eran sólo hablar con la gente y pedir documentaciones si había destrozos por si los damnificados denunciaban.

Vive en Cataluña y tiene amigos que le han recriminado las actuaciones de sus compañeros policías e incluso destaca que incluso algunos de sus colegas de la Policía Nacional comparten piso con mossos y destaca que el 1-O «no todos desobedecieron», e insiste en que en su caso particular no ha tenido ningún problema con la policía autonómica. Eso sí, reconoce que «en el tema sueldo es imposible competir» con un mosso.

Una noche, hablando con un compañero que acababa de llegar y no entendía por qué siendo catalán, Alejandro no quería estar en los mossos. Y es que «te pagas la hipoteca con la diferencia de sueldos», reconoce y a una persona «lo que le importa es su sueldo y su familia». Destaca Valcárcel que los policías nacionales que llegan destinados a Barcelona lo consideran como una ciudad de tránsito y «sólo piensan en irse, nadie se quiere quedar». Sin embargo, Alejandro llegó para quedarse porque es su tierra, donde nació y ya ha estado destinado fuera de ella. Dice que sueña con que algún día pueda ver cómo la Policía Nacional tiene más funcionalidad en las calles catalanas y volver a integrar la UIP, pero esta vez en su tierra. Cuando era niño tuvo la suerte de estudiar tanto en colegio público como privado y asegura que no encontró las ideas que ahora se tratan de inculcar a los niños sobre Cataluña. Cree que ninguno de sus antiguos compañeros se ha sorprendido de que él entrara en la Policía Nacional porque, subraya, «me he sorprendido yo más de algunas cosas que han hecho ellos que alrevés». Afirma que con la nómina que tiene un policía es «caro» vivir en Cataluña e incluso «sale peor vivir de alquiler que pagarse una hipoteca». De hecho, recuerda el caso de uno de sus compañeros que con dos hijos acaba de llegar destinado a la Ciudada Condal y cree que aguantará «de aquella manera» y que «sobrevive porque el piso de Madrid lo tiene alquilado».

Además, subraya que las dietas que perciben son muy pequeñas.