El artículo de Jorge Vilches
Las manos sobre el Rey
Los partidos y sus terminales deberían quitar sus manos de encima del Rey, si es que tienen apego a la monarquía parlamentaria de la Constitución de 1978
La izquierda, los nacionalistas y quien desde la derecha busca la solución donde no debe han puesto sus ojos en Felipe VI. El Rey no está para resolver los problemas que causan las imposturas y torpezas de los partidos. Tampoco para atemperar las ambiciones y los malos cálculos de los líderes. El universo sanchista está extendiendo por sus medios amigos el argumento para que el Rey proponga a Sánchez, consistente en que el PP vive en soledad, como mostró en la sesión constitutiva de Cortes.
Esta campaña es una coartación de la facultad regia establecida en el artículo 99.1, una deslealtad y una irresponsabilidad más. Lo explico. Si el Rey toma una decisión contraria al deseo de izquierdistas y nacionalistas y propone a Feijóo tendremos un conflicto grave. La imagen será la de una monarquía enfrentada a la voluntad nacional, al pueblo y a la democracia. Este choque nunca ha terminado bien en la historia, pero tampoco el chantaje al Jefe del Estado.
Los nacionalistas estarían encantados de que esto sucediera. Han constituido una mayoría parlamentaria con un plan constituyente para el país. ¿Qué más pueden pedir que tener un chivo expiatorio y simbólico que derribar, de la importancia del Rey y la monarquía? Por eso digo que la campaña sanchista para forzar al Rey a tomar la «decisión democrática» es torpe o cómplice. No olviden el alma republicana de la izquierda española y del independentismo, incluido el PNV.
PP y Vox, por su lado, cometieron un error fatal en la sesión de constitución de las Cortes. Fue ridículo que no se pusieran de acuerdo para la composición de la Mesa, y que dejaran a la candidata del PP con 139 votos. ¿Tan importante era no ceder un puesto al partido de Abascal? ¿De verdad los populares pensaban que no importaba dar un portazo a Vox porque sus diputados iban a votar igual a Cuca Gamarra? Así les va a unos y a otros. El electorado no entiende las discusiones por cargos, solo comprende de programas y de poder, de quién manda y quién se va a la oposición a lamerse las heridas. Los partidos de la derecha no pueden ganar a nivel nacional mientras vivan en la contradicción, las incoherencias, los vaivenes y la indefinición, sumergidos en batallitas de campanario y preocupados por colocar a los suyos en cargos a la postre irrelevantes. Fraga ya pasó por creerse la Leal Oposición a Su Majestad González, y el PSOE estuvo catorce años en el poder. Y UCD se fue por el sumidero por la ambición de todos sus miembros.
Ante esta situación en la que unos desprecian la Constitución y otros no saben defenderla, el papel del Rey no es fácil. Es cierto que la aritmética enseña el camino más sencillo, y que da un argumento de peso para cumplir con su función constitucional. Sumar y proponer. Y hasta ahí debe llegar. Los partidos y sus terminales deberían quitar sus manos de encima del Rey, si es que tienen apego a la monarquía parlamentaria de la Constitución de 1978. Otra cosa es la decisión que debe tomar Feijóo. Tras el varapalo de la sesión constitutiva y la mayoría absoluta del sanchismo, quedan pocas posibilidades. Además, están en juego la gobernabilidad, la estabilidad y la misma democracia del 78. Y si hay algo de lo que el PP ha alardeado estas décadas es de sentido de Estado.
Puede que hacia fuera, para sobrevivir, Feijóo se muestre dispuesto a ir a la investidura porque el fantasma de Arrimadas se aparece estos días en Génova. Pero también puede indicar en privado al Rey la conveniencia de que siga la aritmética, prometiendo subsanar en la oposición las deficiencias que ha mostrado para alcanzar el poder. Recordemos que no es el momento del patriotismo de partido ni de los empecinamientos personales, sino de tener perspectiva y honradez en la derrota, y de soltar las manos del Rey.
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