El desafío independentista

Mas trasladó a los empresarios que seguirá al frente de CIU

El núcleo del presidente de la Generalitat destaca que está «acorralado pero no acabado». Aunque no existe un claro sucesor, los nombres de Homs, Vila y Gordó suenan con fuerza

Artur Mas está dispuesto a llegar hasta el final en su desafío soberanista
Artur Mas está dispuesto a llegar hasta el final en su desafío soberanistalarazon

Abrir ahora la sucesión en Convergencia Democrática de Cataluña es dinamitar el partido. Este es el análisis que hacen dirigentes de peso en CDC, quienes frenan en seco los rumores sobre una posible retirada de Artur Mas

Abrir ahora la sucesión en Convergencia Democrática de Cataluña es dinamitar el partido. Este es el análisis que hacen dirigentes de peso en CDC, quienes frenan en seco los rumores sobre una posible retirada de Artur Mas. «Hoy por hoy no hay sucesor, porque está detrás la crisis de los Pujol», aseguran. En efecto, el «hereu» natural era el hijo político por excelencia, Oriol Pujol, atenazado hasta las cejas por la corrupción. Por ello, la tesis en el «núcleo duro» convergente, y también en el socio coaligado, Unió Democrática, es que Mas no tiene otro remedio que resistir. En una reciente cena en Calella de Palafrugell, tras la actuación del cantante británico Elton Jhon, ante un selecto grupo de políticos y empresarios, el propio presidente de la Generalitat lo habría dicho: «Yo no tiro la toalla».

Bajo el estrellado cielo de Cap Roig, en la hermosa Costa Brava dónde anidan ilustres nombres de la burguesía catalana, la opinión era unánime. Según asistentes al encuentro, en estos momentos Artur Mas «ni quiere, ni puede irse». El presidente de la Generalitat es consciente de los riesgos de una retirada y de abrir el melón sucesorio, que podría abocar a una ruptura en la Federación de CIU. Todas las fuentes solventes coinciden en que la incógnita sobre el futuro de Cataluña tiene una fecha: el diez de noviembre. El día después de la polémica consulta soberanista, en medio de una enorme fractura en la sociedad de Cataluña.

Antes, el 11 de septiembre, la Diada, la Asamblea Nacional de Cataluña y las huestes de Esquerra Republicana tomarán la calle reclamando el referéndum. Cuando el Gobierno de la Nación responda que no es posible, a través del recurso contra Ley del Parlament, se abren dos opciones: que Mas ofrezca a ERC entrar en el gobierno de la Generalitat, o que las bases de Esquerra fuercen a Oriol Junqueras a retirarle su apoyo. Si esto último sucede, sería el momento de unas elecciones plebiscitarias, pero siempre con Artur Mas de candidato. «Otra cosa es que, en función del resultado, decidiera luego marcharse», añaden estos círculos.

El anunciado encuentro con el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, no despierta grandes esperanzas en CDC. Conocen bien la posición de Rajoy, ampliamente reiterada por él mismo. Desde La Moncloa, la postura es clara: «Quien ha de mover ficha es Artur Mas». Ante esta situación, el sector moderado de Convergencia estaría convenciendo a Mas de «pactar otra pregunta», alejada del soberanismo. Es también la tesis de Durán Lleida y del nuevo líder del PSC, Miquel Iceta. Pero la respuesta de los «halcones» del partido, como Frances Homs o Jordi Turull, ha sido tajante: «No hay otra pregunta, independencia sí o no». Aún con su voluntad de diálogo, en Madrid se desconfía de que Mas pueda vencer estas presiones y convencer a Rajoy de permitir otra consulta, claramente ilegal y fuera de la Constitución.

En estos momentos, la posición de la ANC y de Esquerra es muy radical, y así lo quieren demostrar en la Diada. Después, pase lo que pase el día nueve de noviembre, «sacarán las urnas a la calle». Ahí empieza la gran prueba de fuego para Artur Mas, lo único que podría llevarle a unas elecciones. En esta tesitura, hay dos frentes en CDC: los que defienden unos comicios plebiscitarios de inmediato. Y los partidarios de aguantar todo lo posible, con el objetivo de frenar el gran avance de ERC, según todas las encuestas. Un partido asambleario, muy condicionado por sus bases, «que se carga a su líder cada cuatro años», advierten en CDC, como prueba del limitado margen de maniobra de Oriol Junqueras. Así se ha visto en sus recientes primarias, dónde el diputado en el Congreso, Alfred Bosch, se ha impuesto al candidato de Junqueras, Oriol Amorós, en la batalla por la Alcaldía de Barcelona en el 2015. Bosch se batirá con el convergente Xavier Trías, con posibilidades de victoria.

Los movimientos sobre la sucesión de Artur Mas son «juegos florales», en palabras del entorno del presidente de la Generalitat. Los nombres de Francés Homs, Santi Vila y Germá Gordó, en especial el de este último, han sido aireados en los últimos días. Gordó se mueve bastante en Madrid, a través de su mujer, la Consejera del Poder Judicial a propuesta del PSC, Roser Bach. «Ninguno de los tres dura un minuto», afirma un veterano de la Federación. A pesar de la tremenda corrupción que asola a la familia Pujol y la imputación de Oriol, que siempre fue «el delfín», no puede desdeñarse el poder que aún mantienen: «Nada podrá hacerse sin el clan familiar», opinan en el seno convergente. De tal modo, ahora mismo no existe un claro sucesor y así definen la situación de Artur Mas: «Un presidente acorralado, pero no acabado».

Por su parte, Mariano Rajoy permanece inalterable. Tal como se adelantó en estas páginas, La Moncloa ha cumplido su objetivo: habrá encuentro, pero con luz y taquígrafos. La pretensión de Mas de una cita discreta no ha colado entre los asesores presidenciales, mosqueados por la última entrevista clandestina, luego filtrada a trozos y con intereses. La posición es rotunda: hablar sí, pero dentro de las leyes. Recuerdan que Mas podría renunciar a la consulta, perfeccionar un diseño del estado autonómico y avanzar en el modelo de financiación. «Hay margen para buscar juntos mejores cosas», dicen en La Moncloa. Pero caben pocas sorpresas y es posible que Artur Mas vuelva a Barcelona como salió. Entonces habrá de seguir con «infinita paciencia», según su entorno, entre las presiones de la ANC y Esquerra, cada vez con mayores órdagos callejeros.

Artur Mas es rehén de sus propios errores. De la Asamblea Nacional de Cataluña, una organización a la que ha dado alas, cobertura y financiación. Su presidenta, Carme Forcadell, nunca avalada por las urnas, ha copado espacios en la Televisión catalana por encima de otros líderes de partidos. «Cuando el monstruo crece, a ver quién lo embrida», dicen muchos políticos de todo el arco parlamentario catalán. La desolación cunde, máxime con la crisis de un PSC desnortado y un liderazgo en el PSOE lleno de incertidumbres. Los cantos de sirena para una España federal saben a poco al nacionalismo y no colman sus aspiraciones. Por ello, el escenario político es muy complicado. Como bien dice un veterano diputado del PP, los papeles están repartidos: Mas viene a Madrid y dirá a los suyos: «Yo lo he intentado». Mariano Rajoy hará lo propio: «Y yo le he frenado». Con el mando de la Ley.