Melilla
Melilla, ¿coladero yihadista?
El intento de agresión de un marroquí a unos policías ha situado a los tres puestos fronterizos entre la ciudad autónoma y Marruecos en el punto de mira. 50.000 personas transitan por ellos cada día. No es difícil que entren terroristas
El intento de agresión de un marroquí a unos policías ha situado a los tres puestos fronterizos entre la ciudad autónoma y Marruecos en el punto de mira. 50.000 personas transitan por ellos cada día. No es difícil que entren terroristas.
Es un problema al que por diversas razones, entre ellas las económicas, no se le quiere dar solución. Un agente de las Fuerzas de Seguridad, que lleva muchos años destinado en Melilla, manifiesta a LA RAZÓN que lo ocurrido cuando un marroquí intentó agredir, con un cuchillo de grandes dimensiones a un policía nacional, es una gota de agua dentro de un conjunto de circunstancias que pueden llegar a generar una situaciones preocupantes.
Unos 50.000 marroquíes atraviesan todos los días en ambos sentidos (salvo los que se puedan quedar en la Ciudad Autónoma) los tres puestos fronterizos entre Melilla y el país magrebí: Beni Enzar, de carácter internacional y el único reconocido por Schengen; Farhana y Barrio Chino.
Se dedican al contrabando que, para no llamarlo por su nombre, se le denomina «comercio atípico». Son el final de una estructura, los más débiles y los que menos dinero se llevan, además de correr peligro (en los últimos meses han muerto dos porteadoras en sendas avalanchas que se produjeron en la zona de Ceuta- Castillejos) ya que el grueso del beneficio, que se estima en unos nueve millones de euros, está en unas pocas manos a ambos lados de la frontera.
Melilla, con una población de unos 85.000 habitantes, sufre todos los días esta «invasión» de ida y vuelta, pero no siempre. Se sospecha de la existencia de «pisos patera» en los que se esconden mujeres de nacionalidad marroquí en sus últimas semanas de embarazo para que sus hijos nazcan en los centros sanitarios de la Ciudad Autónoma.
También está el problema del yihadismo, un fenómeno presente no sólo en Melilla sino en las poblaciones marroquíes que la circundan, de donde han salido decenas de los que han ido a combatir a Siria con el Estado Islámico y ahora organizan su regreso bajo la supervisión de la banda terrorista. ¿Quién garantiza que no intenten entrar en España y, por ende, en Europa, con documentaciones falsas, por los pasos de Melilla o Ceuta? ¿O para quedarse en las ciudades autónomas con el fin de organizar bases operativas y logísticas?
El denominado «comercio atípico» es un contrabando tolerado que consiste en comprar en España una serie de productos para venderlos después en Marruecos. Con un paso diario de la frontera se puede ganar seis jornadas a la semana, los viernes no trabajan por ser día de rezo, el equivalente a lo que se cobra durante un mes en la construcción, con horarios infernales, o en trabajos similares. La tentación es demasiado grande y por ello en seis años la población de Nador, la ciudad de referencia de Melilla en Marruecos, ha pasado de 150.000 habitantes a un millón.
Los marroquíes de esa provincia se benefician de un acuerdo según el cual pueden acceder a las ciudades autónomas españolas con la «necua», un carnet que excluye el visado, aunque últimamente utilizan también mucho el pasaporte. El problema es que si lo pierden o se lo sustraen, conseguir otro les puede llevar meses sin poder contrabandear.
La mayor parte de los beneficios, mediante un sencillos sistema que comienza en los almacenes que están cerca de las frontera, con empresas que a veces tienen dado de alta en la Seguridad Social a un solo trabajador, termina en Marruecos.
El espectáculo de porteadores y automóviles, por un paso internacional como es Beni Enzar, que no se debería dedicar al «comercio atípico» ya que impide el movimiento de otro tipo de tráficos, incluso el turístico, es difícil de describir por su magnitud, el nerviosismo y la impaciencia de los que quieren atravesar la frontera. Se ha probado a limitar el horario del «comercio» a unas horas concretas, de 7 a 11 por ejemplo, pero la normativa dura lo que se tarda en escribirla.
En los puestos fronterizos no se han instalado aún sistemas «inteligentes», como los del reconocimiento de rostros (los agentes dudan que algún día llegue a hacerse), por lo que, según subrayan expertos antiterroristas consultados por LA RAZÓN, se pueden convertir en un auténtico coladero de yihadistas, tanto del Estado Islámico como de Al Qaeda, pese a las medidas que tanto Marruecos como España han establecido y que hasta ahora parecen haber dado resultados.
Cuando al agente fronterizo le muestran la «necua» o el pasaporte, comprueba que procede de la provincia de Nador pero no puede saber, porque es materialmente imposible, si quién la porta es un terrorista «legal» (no fichado) y tampoco tiene garantizado que vaya a abandonar territorio español ese mismo día. Se puede quedar sin ningún problema. Además, al cabo de una hora de trabajo es difícil distinguir a unos magrebíes de otros.
Es cierto que el paso a la península y, por lo tanto, al resto de Europa, resulta más complicado por los controles existentes, pero, con los sistemas de falsificación de documentos con que cuentan ambas bandas terroristas, no se puede descartar ninguna hipótesis. En cualquier caso, si un día es detenido en algún punto del continente no habrá manera de acreditar que pasó por Ceuta o Melilla. Otra posibilidad, que está en la agenda de los expertos de las Fuerzas de Seguridad, es que las ciudades autónomas sean utilizadas a modo de bases operativas para la distribución de «correos» (personas que portan mensajes con instrucciones para células asentadas en Europa) o terroristas operativos.
Base para reclutar islamistas
Mustafa Maya Amaya fue detenido en marzo de 2014 en el barrio de La Cañada de Melilla. Su casa estaba pegada a una de las mezquitas más radicales, sita en la avenida de Hidum. Este individuo, que está paralítico, se pasaba las horas frente al ordenador y se había convertido en uno de los principales reclutadores de terroristas para incorporarse a las filas del Estado Islámico en Siria. Y ese es el temor de los investigadores, que las ciudades autónomas se conviertan en puntos desde los que aumentar el número de yihadistas que después pueden atentar en Europa.
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