Opinión

¡Pobre juguete roto!

Podemos es la historia de un fracaso definido por los fraccionamientos y los intereses

El exvicepresidente del Gobierno y exsecretario general de Podemos y actual presidente del Instituto República y Democracia Pablo Iglesias, y la ministra de Igualdad y diputada de Podemos Irene Montero
El exvicepresidente del Gobierno y exsecretario general de Podemos y actual presidente del Instituto República y Democracia Pablo Iglesias, y la ministra de Igualdad y diputada de Podemos Irene Montero.MARISCALAgencia EFE

Por asombroso que les resulte a los pocos lectores que todavía me aguantan, me niego a abominar por completo de Podemos. Cuando nació el partido morado, mi casa aún estaba llena de jóvenes y floreció. Me explico, los “millenials” (los nacidos entre 1981 y 1995) pasaban importantemente de política y parecían refractarios a cualquier preocupación social y, de repente, gracias a Podemos, miraron en derredor y empezaron a preguntarse cómo mejorar las cosas. Fueron un par de años enfebrecidos, en los que mis hijos, como cientos de chicos y chicas, acamparon en la Puerta del Sol. Recuerdo un tráfago de gente por los pasillos de casa y apasionadas conversaciones en la mesa de la cocina sobre parlamentarismo, el peso del

Estado o la importancia de las asambleas ciudadanas. Yo discrepaba de muchas cosas, entre ellas la crítica feroz a nuestra democracia o la idea del partido como agente “revolucionario”, pero agradecí que todos esos jóvenes comprendiesen que eran importantes, que la política somos todos y que para mejorar las cosas hay que empezar por soñar. Sigo pensando que hubo ideas valiosas, como la participación mayor de las bases, el deseo de justicia social o la crítica al capitalismo más despiadado.

Después, sin embargo, pasó lo que pasó y vino simbolizado por la casa de Pablo Iglesias e Irene Montero en Galapagar, un chalet con río, que los protegía de los trabajadores del alejado Madrid. Ocurrió que se instalaron en el poder, rivalizaron por los puestos y fueron tan de la casta como los que habían criticado. Sus

ideas, antaño nuevas, empezaron a asemejarse peligrosamente a las soviéticas: crítica de los medios de comunicación libres, desprecio de la separación de poderes y persecución de la judicatura, ataques a los emprendedores y creación de una clase clientelar especialmente simbolizada por los okupas. Naturalmente, mis hijos perdieron el interés y cambiaron el voto a Ciudadanos. Ahora, algunos ni votan.

Podemos es la historia de un fracaso definido por los fraccionamientos y los intereses, pero creo que su mayor responsabilidad radica en haber defraudado a toda una generación que ha vuelto a las andadas del cinismo político por su culpa. En todo este tiempo, Irene Montero y Pablo Iglesias se enamoraron, tuvieron tres hijos y se divorciaron. La historia personal siguió en paralelo el decepcionante final de su protagonismo social. El tramo final lo ha recorrido la ministra sola, esa Irene enarbolando las ideas de Pablo, ya sin Pablo. Ha sido la pieza más relevante del podemismo de salón, la pieza ministril por excelencia de aquella batalla callejera. Ni Belarra, ni Garzón, ni Castells le han llegado al talón del protagonismo, tal vez por ello su caída ha sido estrepitosa. Quien alto llega, desde lo alto cae. Hay que reconocer en su honor que el desafío cultural que planteó la ministra de Igualdad ha sido el más rotundo y ha cuajado en muchas leyes. De un modo u otro se ha substanciado en la nueva Ley de Aborto, en la del Sí es Sí o en la Ley Trans. Montero ha intentado refundar la sociedad desde el concepto “tribu”. El hijo como vástago social, educado por el Estado, lejos de la “sociedad heteropatriarcal”. El hijo como producto del bienestar público, elector de su identidad sexual, “niñe” sustraído a sus reaccionarios papás, protagonista de una vida nacida en las clínicas de reproducción y en los vientres de alquiler. Un auténtico guión de ciencia ficción que nadie del sector LGTBI hubiese soñado tan perfecto en España.

Ahora, cosechando las migajas de Podemos y vendiéndoselas a “Sumar”, el mayor obstáculo para el acuerdo con Yolanda Díaz no podía ser otro que Irene Montero. En realidad es una injusticia de la Historia política, otra más, porque sólo ha sido la más fiel muñidora del proyecto de Podemos, la escudera más valiente del “pablismo”, la que se ha creído de verdad que iba a refundar la Creación. Pobre juguete roto.