Opinión
Los primos de Greta
Estas excreciones disfrutan y viven a costa del propio sistema que intentan derribar
Una pandilla de memos lanzó ayer pintura roja contra el Congreso para protestar por el cambio climático. Una más, como la cadena de atentados de pega a obras de arte para contarnos que el mundo se va a pique y que tenemos que salvarlo. Y puede que sea cierto, que nuestro planeta ya no pueda más, que los seres humanos nos hemos convertido en la peor de las especies invasoras de la Tierra y que este tipo de «performance» nos salvarán. No lo creo, pero lo que más me escama de toda esta representación chusca es por un lado la hipocresía de una generación que nace y disfruta de los privilegios del capitalismo asesino y por otro su cercanía con las tradiciones totalitarias y fascistas, que son los que asaltan los parlamentos.
¿Qué modelo presentan estas criaturas entonces para solucionar la tostada? Pues lanzar pintura roja, dar cuatro berridos y volverse a casa para jugar con sus ecológicos móviles en el mundo imaginario de internet con la conciencia satisfecha. Estos primitos de Greta, la pobre chica a la que nunca le dijeron «no» y le dejaron hacer el ridículo ante las generaciones venideras, me recuerdan a los primeros protestantes suizos que pusieron la religión por encima del resto de cosas terrenales sin percatarse de la violencia que dejaban a su paso.
Estas excreciones disfrutan y viven a costa del propio sistema que intentan derribar, si no fuera por lo que representan los leones del Congreso, sin esta democracia liberal que quieren derribar en defensa de no se sabe qué modelo, jamás podrían ni imaginar llevar a cabo este tipo de esperpentos retransmitidos en las redes. En «Saló o los 120 días de Sodoma», Pasolini retrató hace casi medio siglo los excesos de la sociedad capitalista. Estos «Greta» en miniatura también le nacen en el costado al Capitalismo, ese «engendro criminal» que permite la disidencia cateta que lanza sangre falsa a la casa de la democracia.
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